La ultima mirada

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El día después preparamos las maletas y salimos de nuevo de Selverkepp, caminando por sus bosques para cruzar la capa que protege la ciudad. Caminamos en silencio, disfrutando el aire fresco, la luz filtrándose entre los árboles. Aria va delante de mí, su cabello ondeando con cada paso. Su energía ha regresado, ese brillo chispeante en su mirada, sus bromas ligeras. Pero hay algo más, algo que se esconde detrás de su risa.

No dice nada, pero puedo verlo. Sus ojos dorados ya no solo reflejan luz, sino algo más profundo, una sombra que trata de ocultar. Casi muere, y aunque lo disimula bien, sé que le pesa.

Aun así, sigue siendo Aria. La misma chica que me reta, que me saca de mi zona de confort, que ilumina incluso los momentos más oscuros. Pero ahora, hay algo más en ella... algo que me hace verla de una forma diferente. No sé cuándo empezó exactamente, pero me doy cuenta de que no solo la admiro. No solo quiero protegerla.

La quiero.

Y esa verdad es más aterradora que cualquier espíritu o enemigo que hayamos enfrentado.

Intento sacudir ese pensamiento mientras avanzamos, pero es imposible. Porque cada vez que ella se gira para hacerme una broma, cada vez que sonríe con ese brillo de picardía, siento cómo todo dentro de mí cambia, cómo mi mundo entero gira en torno a ella.

Nos dirigimos a su tierra, de regreso a donde todo comenzó. Y esta vez, nada será igual.

—¿Crees que me extrañaron? —pregunta Aria de repente, girándose para caminar de espaldas y mirarme con una sonrisa juguetona.

—Si te refieres a los humanos, probablemente sí. Si hablas de los espíritus, espero que no —respondo con una media sonrisa.

Ella pone una mano en su pecho, fingiendo estar ofendida. —¡Hunter! ¿Acaso insinúas que no soy inolvidable?

—Solo digo que si algún espíritu quiere llevarte de nuevo, esta vez los quemo yo mismo.

Aria ríe y luego me señala con un dedo. —Esa frase fue tan intensa que casi pareció que te importo.

Desvío la mirada, pero ella no deja de observarme, con esa expresión traviesa que me hace querer tanto golpearme la cabeza contra un árbol como besarla.

—Bueno, claro que me importas —murmuro, sintiendo el calor subir a mi rostro.

—Ohhh, lo dijo. ¡Lo dijo! —exclama, levantando los brazos en una celebración exagerada.

—Aria, por favor, ya estamos grandes para esto... —sacudo la cabeza, pero no puedo evitar sonreír.

—Madura tú. Yo casi muero, me merezco molestar a quien quiera.

Mi sonrisa se desvanece un poco, pero ella rápidamente cambia de tema.

—Vamos, dime la verdad, Hunter. ¿Me ves diferente ahora que casi paso al otro lado?

La miro un momento y suspiro. No puedo evitarlo, porque la respuesta es demasiado clara en mi mente.

—Sí, Aria. Te veo diferente.

Ella parpadea, quizá esperando que bromee, pero yo solo sostengo su mirada.

—Oh —dice finalmente, bajando los brazos. —¿Diferente cómo? ¿Más cool? ¿Más mística? ¿Tal vez con un aire de sabiduría post-muerte?

Sonrío de lado y niego con la cabeza. —Solo diferente. Pero sigues siendo Aria.

Ella asiente, satisfecha con mi respuesta, y se adelanta de nuevo, silbando una melodía alegre.

Y yo la sigo, sabiendo que esta vez, todo ha cambiado.

El aire se siente diferente al cruzar la barrera. La energía de este lado del mundo es más densa, más tangible. No sé si es porque ahora sé lo que hay más allá, o porque algo ha cambiado en mí.

Detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora