el primer encuentro

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Aria

El bosque más allá de Selverkepp tenía algo que me inquietaba. Era como si cada paso que dábamos nos adentrara más en un lugar donde la luz no tenía cabida. Los árboles se alzaban altos y retorcidos, sus ramas creando formas extrañas que parecían moverse, incluso cuando el viento estaba ausente.

Caminaba junto a Hunter, sintiendo un peso en el aire, algo frío y opresivo.

—¿Sientes eso? —mi voz apenas fue un susurro, pero rompió el silencio como un cristal al caer.

Hunter asintió, su mandíbula tensa mientras mantenía la mirada fija en las sombras que nos rodeaban.

—Están cerca —respondió.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza, pero no era exactamente miedo. Era algo más, algo que burbujeaba dentro de mí, como si mi propia energía respondiera a lo que nos acechaba.

Entonces lo escuché. Un lamento profundo, prolongado, como si alguien estuviera gritando desde un abismo sin fondo. Me detuve en seco, y antes de que pudiera decir algo, las sombras empezaron a moverse. Frente a nosotros, se alzaron figuras espectrales, sus formas oscilando entre lo tangible y lo incorpóreo. Tenían ojos vacíos que parecían perforar mi alma.

—Son espíritus. —La voz de Hunter estaba tensa, pero firme—. No dejes que te aterroricen. Se alimentan de eso.

Intenté no temblar, pero mi cuerpo no me obedecía del todo.

—¿Y qué hacemos?

Hunter levantó una mano, y de inmediato, una bola de fuego apareció en su palma. La luz hizo retroceder a las sombras, aunque solo un poco.

—Luchamos —respondió sin titubear.

Antes de que pudiera procesarlo, las figuras se lanzaron hacia nosotros, sus gritos helando mi sangre. Hunter arrojó su bola de fuego al primero que se acercó, pero no fue suficiente para detenerlo.

Instintivamente, levanté las manos. Un calor abrasador surgió desde mi pecho, recorriendo mis brazos hasta explotar en mis palmas. Al principio, solo vi llamas doradas, pero en un abrir y cerrar de ojos, la luz se mezcló con sombras profundas, creando un fuego que nunca antes había visto.

—¿Qué es eso? —Hunter me miró de reojo, con sorpresa en sus ojos.

—No lo sé —respondí, aunque apenas podía escuchar mi propia voz sobre el estruendo de los gritos.

Sin pensarlo, lancé las llamas hacia uno de los espíritus. En cuanto lo tocó, gritó y se desintegró. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Eso lo había hecho yo?

Hunter siguió luchando, pero los espíritus no dejaban de aparecer. Por cada uno que derrotábamos, parecían surgir dos más.

—¡Son demasiados! —gritó, retrocediendo hasta quedar casi a mi lado.

Mi pecho subía y bajaba con fuerza. Cerré los ojos, intentando calmar el caos que sentía dentro de mí. Las palabras de Hunter resonaron en mi mente: Eres la unión de ambas luces. No temas a lo que eres.

Abrí los ojos, y todo a mi alrededor pareció cambiar. Sentí cómo mis pupilas ardían, y una luz dorada llenó mi visión. Levanté las manos y dejé que la energía fluyera sin restricciones.

Las llamas que salieron de mí no eran normales. Era un fuego tan brillante como el sol, pero al mismo tiempo oscuro como la noche. El calor explotó a mi alrededor, formando un círculo que se extendió rápidamente. Los espíritus gritaron al unísono, sus formas desintegrándose al contacto con mi fuego.

Detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora