Hunter
El camino de regreso a la casa fue silencioso, aunque no precisamente tranquilo. Steve iba adelante, como siempre, con su andar calculado y su pose de saberlo todo. Yo lo seguía a unos pasos, sin despegar mi mirada de su espalda. Aria iba a mi lado, con el libro que Margot nos dio apretado contra su pecho, como si fuera un escudo contra todo lo que habíamos escuchado.
Había tanto que quería decir, tanto que quería gritar, pero todo se atascaba en mi garganta. Cada paso resonaba en mi cabeza como un martillo, golpeando la misma idea una y otra vez: Steve había atrapado a la hermana de Aria. Y ahora, de repente, era el salvador, el que tenía todas las respuestas. La sola idea me ponía enfermo.
Llegamos a la casa al caer la tarde. El sol se estaba hundiendo lentamente, y las sombras se estiraban sobre los árboles. Aria fue la primera en entrar, todavía perdida en sus pensamientos. Yo estaba a punto de seguirla cuando Steve me detuvo, poniéndome una mano en el hombro.
—Tenemos que hablar, Hunter —dijo, con su tono siempre tan calmado que me sacaba de quicio.
Me aparté de un tirón y lo miré fijamente.
—¿Hablar? ¿Hablar sobre qué, Steve? ¿Sobre cómo tú, el gran estratega, decides qué es lo mejor para todos mientras nosotros lidiamos con las consecuencias?
Steve me devolvió la mirada, sus ojos azules tan fríos como el hielo.
—No tienes idea de lo que está en juego. Si hubiera otra forma, la habría tomado. Pero no la había.
—¿Y quién decidió eso? ¿Tú? —repliqué, dando un paso hacia él—. Porque hasta ahora, lo único que he visto es que te gusta jugar al héroe, pero cuando las cosas se complican, las escondes hasta que ya no puedes.
Steve suspiró, como si estuviera hablando con un niño testarudo.
—No tienes que entenderlo, Hunter. Solo tienes que hacer tu parte.
Algo dentro de mí se rompió en ese momento. Quizá fue su actitud, su tono, o simplemente el hecho de que había tenido suficiente de toda su maldita superioridad.
—¿Mi parte? —solté, dando otro paso hacia él, esta vez más cerca—. ¿Y cuál es exactamente mi parte, Steve? ¿Obedecer sin preguntar? ¿Mirar cómo sigues metiéndote en todo como si supieras lo que estás haciendo?
Steve se mantuvo inmóvil, pero vi cómo su mandíbula se tensaba. Lo había tocado.
—No tengo tiempo para tus inseguridades, Hunter —respondió, su tono más frío ahora—. Esto no se trata de ti.
Esa fue la gota que colmó el vaso.
—¡No, claro que no se trata de mí! —grité, empujándolo hacia atrás con ambas manos—. Pero tampoco se trata de ti, Steve. Esto es sobre Aria, sobre su hermana, sobre lo que está pasando. Y no eres tú quien decide cómo lo manejamos.
Steve se tambaleó ligeramente, pero no retrocedió. Sus ojos se encendieron con algo que no había visto antes: rabia.
—¿Y tú qué sabes, Hunter? —gruñó, avanzando hacia mí hasta quedar cara a cara—. Tú no has visto lo que yo he visto. No has hecho lo que yo he hecho. ¿Qué te hace pensar que puedes juzgarme?
—No necesito ver nada para saber que eres un idiota arrogante —espeté, golpeando su pecho con el dedo—. Todo lo que haces está teñido por tu maldita culpa, y nos estás arrastrando contigo.
Antes de que pudiera decir otra palabra, sentí su mano empujarme hacia atrás con fuerza. Mi espalda chocó contra la pared, y un destello de rabia pura me atravesó. Me lancé hacia él, golpeándolo en el hombro, pero Steve fue más rápido, esquivándome y atrapando mi brazo en el aire.

ESTÁS LEYENDO
Detras de sus ojos
FantasyLa muerte de su hermana cambió todo para Aria. Un misterio sin resolver, secretos que se ocultan tras cada sombra, y una verdad que parece querer devorarla. ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Y por qué la vida de Aria ahora está marcada por la oscuri...