El camino

3 1 0
                                    


La mansión de Steve parecía devorar la luz, envolviéndonos en un ambiente opresivo donde incluso el aire parecía demasiado denso para respirar. Las sombras proyectadas por los candelabros antiguos se alargaban en las paredes de piedra, como si quisieran atraparnos en su abrazo frío. Había algo profundamente inquietante en este lugar, algo que no podía identificar, pero que me calaba hasta los huesos.

Hunter caminaba a mi lado, su presencia cálida y sólida como un faro en medio de la tormenta. Sus ojos dorados, idénticos a los míos, brillaban con una mezcla de desconfianza y determinación. No podía evitar mirar de reojo la tensión en sus mandíbulas, cómo sus manos permanecían listas, como si esperara que algo o alguien saltara sobre nosotros en cualquier momento.

Steve, en cambio, parecía perfectamente cómodo en este entorno. Se movía con la seguridad de alguien que sabía que estaba en control. Sus ojos azules parecían perforar todo lo que miraban, y aunque su sonrisa era suave, tenía una cualidad afilada, como si pudiera cortarte si te acercabas demasiado.

—Esta casa tiene carácter, ¿no crees? —comentó Steve con su habitual tono casual, aunque había algo casi burlón en su voz.

Hunter soltó un resoplido, su desprecio evidente.

—Sí, claro. Si por "carácter" te refieres a una vibra digna de una película de terror barata.

—Qué observador, Hunter. —Steve se giró ligeramente, su sonrisa ampliándose solo un poco—. Aunque esperaba un poco más de aprecio por parte de alguien que vive en moteles de carretera.

Hunter dio un paso hacia él, sus ojos dorados brillando con una furia contenida.

—Lo que no necesito es tu sarcasmo, Steve. Estoy aquí por Aria, no por ti ni por tus jueguitos.

—¡Basta! —interrumpí, levantando la voz más de lo que pretendía. Ambos se detuvieron, aunque las miradas que se lanzaban seguían siendo lo suficientemente afiladas como para cortar cristal—. Si van a seguir comportándose como niños, podrían al menos hacerlo cuando no estemos en medio de algo importante.

Hunter miró hacia otro lado, apretando los puños, pero no dijo nada. Steve, por su parte, me dedicó una sonrisa de esas que pretendían parecer sinceras, pero que no me convencían en lo más mínimo.

—Tienes razón, Aria. Mis disculpas. No es mi intención causar fricción.

Lo miré con el ceño fruncido, sintiendo cómo cada palabra que decía me ponía más alerta. Steve siempre parecía demasiado calculador, como si cada frase fuera parte de un juego que solo él entendía.

—¿Dónde está el Nexo? —pregunté, intentando mantener el enfoque.

—Todo a su tiempo —respondió Steve, señalando hacia un pasillo oscuro—. Primero, necesitamos preparar el ambiente. El Nexo no es algo que puedas simplemente visitar como turista. Requiere intención, equilibrio... y fuerza.

—¿Y cuántos misterios innecesarios vas a agregar antes de llegar al punto? —gruñó Hunter, pero esta vez su tono era más cansado que furioso.

—No te preocupes, todo quedará claro —dijo Steve, sus ojos azules brillando con un destello de algo que no pude identificar.

Avanzamos por el pasillo en silencio, con Hunter siempre a mi lado, su cercanía un recordatorio constante de que, aunque todo en este lugar gritaba peligro, al menos no estaba sola. Finalmente, llegamos a una puerta de hierro negro, grabada con símbolos que parecían moverse bajo la luz de las antorchas.

—Aquí estamos —anunció Steve, colocando una mano sobre la puerta—. Pero antes de entrar, debo advertirte, Aria. Esto no será fácil.

—Nada de esto ha sido fácil —respondí, intentando sonar más segura de lo que realmente me sentía.

Detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora