Tea Amidst Terrible Trouble

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Ruby corría desesperada, con el pecho subiendo y bajando rápidamente mientras el pánico nublaba sus pensamientos. La discusión en la aldea de Jaune aún resonaba en su mente como un eco imposible de ignorar. Las palabras que había pronunciado, llenas de dolor y rabia, estaban dirigidas a la persona que más amaba. Cada paso la alejaba de la aldea, pero no de su culpa. Tb la llamaba a lo lejos, su voz cargada de preocupación, pero Ruby no podía detenerse. No podía enfrentarlo, no después de lo que había dicho. Con una mezcla de dolor y vergüenza, activó su semblante, dejando que la velocidad la ayudara a huir más y más lejos.

Finalmente, sus fuerzas cedieron. Jadeando y exhausta, se dejó caer contra el tronco de un árbol. Su cuerpo temblaba, y al no poder más, se sentó en el suelo húmedo, escondiendo su rostro entre sus piernas. Su corazón latía con fuerza, no solo por la carrera, sino por el peso insoportable de sus emociones.

—¿Ruby? —una pequeña voz suave rompió el silencio. Little, el ratón, se acercó a ella con cautela, preocupado. Trepó por su antebrazo hasta que sus pequeños ojos se encontraron con los de Ruby. —¿Ruby?

Ruby levantó apenas la mirada, sus ojos rojos brillaban, cargados de tristeza. Sin decir palabra, dejó que Little se acomodara sobre su rodilla.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó el ratón con ternura y curiosidad. —¿Por qué les gritaste así? ¿Acaso no son tus amigos?

Ruby suspiró profundamente, apartando la mirada. Pero al observar su entorno, se dio cuenta de algo alarmante: no tenía idea de dónde estaba. Todo le era ajeno, extraño.

—¿Dónde estoy? —murmuró, su voz rota.

Little intentó animarla, su tono lleno de una confianza casi infantil. —No pasa nada. Puedo guiarte de vuelta. Pero no deberías salir corriendo. Tienes que estar con ellos si quieren regresar a casa.

Ruby lo miró con un brillo apagado en sus ojos. —¿Qué haces aún aquí? —preguntó, su voz impregnada de tristeza y un dejo de frialdad. Cruzó los brazos, cerrándose a sí misma.

La sonrisa de Little se desvaneció de inmediato. Sus orejas cayeron, reflejando su confusión y tristeza. —¿Qué? —balbuceó con voz quebrada. —Lo prometí.

Ruby apretó la mandíbula. —Y yo prometí servir a Atlas como Cazadora —respondió con dureza, evitando su mirada. — Prometí proteger a las personas, estar ahí para mis amigos... y fallé.

Little intentó aferrarse a la esperanza. —Pero podemos regresar...

—¡No! —gritó Ruby, interrumpiéndolo con un tono que era más un rugido que una palabra.

El ratón dio un salto, asustado. Bajó de su rodilla y retrocedió al suelo, mirándola con ojos llenos de temor. Ruby se puso de pie de golpe, sus manos apretadas en puños mientras la furia y el dolor se mezclaban en su interior como una tormenta.

Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Little, esa mirada asustada y lastimada, Ruby sintió un pinchazo en el corazón. Su rabia se disipó un poco, reemplazada por una oleada de culpa que casi la hizo tambalear. Sin embargo, no dijo nada. El peso de todo lo que había perdido seguía sobre sus hombros, y por ahora, las palabras no podían aliviarlo.

Ruby se quedó en silencio, con la mirada fija en el suelo mientras la ira hervía en su interior.

—No sabes lo que hice —murmuró con un tono que pronto se elevó, cargado de enojo y frustración. Se dio la vuelta, dándole la espalda a Little mientras sus manos temblaban. — ¡Lo que no pude hacer! ¡No puedo hacer esto!

Con un movimiento repentino, descargó su furia golpeando el árbol más cercano. La fuerza del impacto hizo temblar las hojas, pero el alivio que buscaba nunca llegó. En su lugar, el dolor en su mano y en su pecho la consumieron. La rabia que intentaba sostener se desmoronó, dejando paso a una tristeza aplastante.

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