cap; final

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( real life )

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( real life )




Narradora



Cata y Mateo llegaron al hotel a las tres de la mañana, Mateo se sentó en el sofá exhausto por el after.

Cata se sentó a su lado y se apoyó en el hombro de Mateo, dejó el cinturón ganado en la mesita de centro del living.

Mateo miró el cinturón y sonrió, recordando lo asombrosa que era su mujer.

—Sos la mujer más increíble que conozco aparte de mi vieja. —Murmuró abrazándola por la cintura y mirándola con sus ojos cafés repletos de felicidad, admiración y amor.

—Tu me ayudai' a ser quien soy, sin ti no lo hubiera logrado. —Dijo Cata mirándolo con un brillo en los ojos que solo aparecían cuando miraba a Mateo.

Ambos se quedaron mirando a los ojos en silencio sintiendo la comodidad, el calor y el amor del otro en el ambiente. Mateo rompió la distancia, pegando sus labios a los de Cata, besándola con suavidad y lentitud. 

Cata respondió con gusto, pero haciendo el beso un poco más hambriento y desordenado, de un momento a otro Mateo la acomodó para colocarse encima de ella, entre sus piernas.

—Y por ese cinturón, merecés un premio... —Murmuró Mateo contra sus labios, bajó por su cuello besando lentamente, mordisqueando y chupando la sensible piel de su cuello.

Cata soltó suaves jadeos mientras acariciaba las trenzas de Mateo y colocaba sus piernas alrededor de la cintura de Mateo.

Una de las manos de Mateo cayó en el muslo de Cata, pasando por debajo de su vestido negro hasta su cadera, pasó su mano libre por la espalda de Cata y bajó el cierre del vestido.

Fue bajando el vestido con lentitud, besando cada nueva parte de su cuerpo que estaba disponible, dejaba marcas rojas, moradas que Cata disfrutaba. Mateo dejó al descubierto sus teta, tomó uno de sus pezones con la boca, succionando y pasando la lengua por alrededor de la areola.

Cata gimió y disfrutó cada una de las caricias de Mateo, que con su otra mano había comenzado a apretar su otra teta y retorcer ligeramente el pezón entre sus dedos.

Mateo disfrutaba los gemidos de su novia como si fuera música, dejó una de sus tetas con el pezón rojizo e hinchado para luego ir al otro faltante, mientras repetía la acción con sus manos de retorcer y apretar el pezón que ya estaba hinchado.

Luego, Mateo, siguió bajando lentamente el vestido, besando su vientre y dejando chupones en distintas partes, se detuvo en su vientre y dejo un beso allí.

—Algún día vos vas a tener a mi hijo allí, mi amor. —Murmuró y siguió bajando el vestido hasta que quedó tirado en el piso, junto a las bragas de Cata.

Mateo la llevó al borde del sofá mientras se arrodillaba frente a ella y abría sus piernas, elevándolas y dejándolas en sus hombros, con uno de sus dedos recorrió los pliegues mojados de Cata.

—Estás re mojada y apenas te toqué, trola de mierda... —Dijo soltando una risa y chupó su dedo, luego la miró. —¿Si puedo, no?

Cata lo miró y asintió, una suave bofetada le llegó en la mejilla derecha. Ella gimió aún más excitada.

—Palabras. —Dijo Mateo, dominante.

—Si puedes. —Murmuró Cata, Mateo sonrió y hundió su boca en la entrepierna mojada de la chilena que soltó un gemido.


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Días después, estaban viendo el atardecer desde un balcón en Santa Fe, en el hotel que se estaban quedando por un par de días.

La conversación fluía con naturalidad, llenando el aire de risas y susurros. De vez en cuando, se detenían para contemplar la belleza del , dejando que el silencio hablara por ellos. En esos instantes, el mundo parecía desvanecerse, dejando solo su conexión.

—¿Vos creés que lleguemos a estar siempre juntos? —Preguntó Mateo, mientras la abrazaba por detrás y apoyaba su mentón en la cabeza de Cata.

Cata se volteó y lo miró: —Si, estoy segura de eso. —Dijo con una sonrisa mirando a Mateo.

El amor que se sentía cuando estaban juntos era inexplicable, era una sensación maravillosa para ambos.

A medida que el sol se ocultaba, Mateo se acercó un poco más, sus miradas se encontraron y el tiempo pareció detenerse. Con un suave movimiento, se inclinó y la besó, un beso que combinaba la dulzura del momento con la promesa de lo que estaba por venir. La calidez de su amor envolvía el ambiente, y el cielo se oscurecía lentamente, mientras las primeras estrellas comenzaban a asomarse.

Ese atardecer, ese beso se convirtió en un recuerdo imborrable, una promesa de amor eterno bajo el cielo.

Se sintió como si hubiera sido el primer beso entre ellos, lleno de amor.

Para ellos, era eso: amor.




Pero, no todo es un final feliz, ¿no? 

No todo dura para siempre.




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Mi Musa, temporada 2

𝗺𝗶 𝗺𝘂𝘀𝗮 ─ 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora