"Bienvenido a casa, Hunter."
Esa voz, ese tono cargado de ironía y superioridad, me paralizó por un segundo. No necesitaba levantar la vista para saber quién era. La atmósfera cambió al instante, como si el aire se hubiera vuelto más pesado.
Al alzar los ojos, ahí estaba él, en lo alto de las escaleras, con esa sonrisa de autosuficiencia que tanto detesto. Steve. Con su cabello castaño alborotado y sus ojos azules que parecían brillar con una intensidad desquiciada, el tipo tenía un talento especial para hacerme perder la paciencia sin siquiera intentarlo.
—Vaya, pero si no es el mismísimo prodigio de Selverkeep —continuó, su voz impregnada de sarcasmo mientras bajaba las escaleras con una lentitud exasperante—. Pensé que nunca volverías.
—Steve. —Pronuncié su nombre como quien mastica vidrio.
Steve llegó al pie de las escaleras y se apoyó en la barandilla, cruzándose de brazos con una expresión de falso interés.
—¿Quién es la chica? —preguntó, señalando a Aria con un movimiento de su barbilla.
—Nadie de tu incumbencia. —Intenté mantener mi voz neutral, pero mis palabras salieron más cortantes de lo que pretendía.
Aria, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante, claramente incómoda con la tensión que se sentía en el aire.
—Soy Aria —dijo, estirando la mano hacia Steve con una sonrisa tensa.
Steve la miró durante unos segundos, y luego, con esa actitud suya de "me importa un carajo", extendió la mano para un apretón rápido.
—Steve. —Se presentó sin quitarme los ojos de encima, como si estuviera esperando alguna reacción de mi parte.
—¿Siempre son así ustedes dos? —preguntó Aria, mirándonos a ambos con una ceja levantada.
Steve soltó una risa seca.
—Oh, esto es solo el calentamiento. —Se giró hacia mí, sus ojos brillando con algo que parecía una mezcla de desafío y resentimiento—. Entonces, Hunter, ¿por qué volviste? Pensé que habías decidido dejarnos a todos atrás para vivir tu vida... magnífica.
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Mientras subíamos las escaleras, el eco de nuestros pasos llenaba el enorme espacio. Aria estaba a mi lado, en silencio, pero podía sentir cómo las preguntas se acumulaban en su cabeza. Conocía esa mirada: una mezcla de curiosidad y prudencia, como si estuviera evaluando el momento adecuado para hablar.
La casa estaba tal como la recordaba, aunque tal vez más fría. Los candelabros brillaban tenuemente, proyectando sombras ondulantes en las paredes doradas. Los pasillos eran amplios, demasiado amplios para alguien que había pasado los últimos años en el anonimato.
Finalmente, llegamos a una puerta doble de madera tallada, con intrincados diseños de ramas y flores que parecían cobrar vida bajo la tenue luz. Empujé las puertas y entré en lo que solía ser mi refugio personal: mi cuarto.
Aria se quedó en la entrada, observando cada rincón como si fuera una arqueóloga descubriendo un templo perdido.
—¿Esto era tu cuarto? —preguntó, cruzando los brazos mientras recorría la habitación con la mirada.
—Sí. —Me encogí de hombros, dejando caer mi mochila en un rincón—. Aunque supongo que ahora es más un depósito de polvo.
Ella entró lentamente, sus ojos dorados brillando con una mezcla de asombro y cautela. La habitación era amplia, con un enorme ventanal que daba a los jardines traseros. Las cortinas, largas y pesadas, estaban ligeramente abiertas, dejando entrar un rayo de luz plateada que iluminaba el suelo de madera. La cama, con un dosel decorado con telas ligeras, parecía más grande de lo que recordaba.
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Detras de sus ojos
FantasíaLa muerte de su hermana cambió todo para Aria. Un misterio sin resolver, secretos que se ocultan tras cada sombra, y una verdad que parece querer devorarla. ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Y por qué la vida de Aria ahora está marcada por la oscuri...