capitulo 27

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Mientras seguían charlando animadamente, Valentina no podía evitar la sensación de que Sofía estaba ocultando algo. Había algo en su actitud, en la forma en que respondía con rapidez a algunas preguntas, que le hizo sospechar. Sin embargo, decidió no presionarla. Sabía que si Sofía quería compartir lo que fuera, lo haría cuando se sintiera lista. Por ahora, lo único que quería era disfrutar de su compañía y dejar que las cosas fluyeran naturalmente.

Luego de que tocó el timbre, los chicos volvieron al aula. Sofía subió con sus amigas y cada una se sentó en su banco. Sofía volvió a su lugar, al lado de Dana, María y Alexia.

Bruno, al verla regresar, la miró y le preguntó:

—¿Cómo te fue?

Sofía sonrió ligeramente y le respondió:

—Bien, todo tranquilo.

La profesora de arte regreso y esperó a que todos se acomodaran y, una vez que reinó el silencio en el aula, comenzó a explicar el nuevo tema.

—Bien, chicos, ahora vamos a trabajar en la creación de mandalas. Quiero que cada uno diseñe su propio mandala, utilizando formas y colores que representen sus emociones o algo importante para ustedes.

Los alumnos comenzaron a escuchar con atención mientras la profesora mostraba ejemplos en el pizarrón y les daba indicaciones sobre cómo empezar.

—Recuerden que no hay una forma correcta o incorrecta de hacer esto. Dejen que su creatividad fluya y experimenten con diferentes patrones. Cuando terminen, los vamos a compartir con la clase.

Sofía tomó una hoja nueva de su carpeta, mientras Dana a su lado le decía entusiasmada:

—Esto suena divertido, ¿no? ¿Ya sabes qué vas a dibujar?

—Todavía no —respondió Sofía, pensando en qué elementos podrían representar mejor sus emociones.

Bruno, desde su lugar, comenzó a trazar líneas en su hoja, mirando de vez en cuando a Sofía, como buscando inspiración.

En el interior de Sofía, la pequeña vida comenzaba a desarrollarse, conectándose poco a poco con el mundo exterior a través de los sonidos que filtraba el vientre de su madre. Las voces desconocidas que llegaban a ella despertaban su curiosidad, aunque Sofía no tenía idea de que algo tan extraordinario estaba ocurriendo dentro de ella.

Sofía, ajena a esta nueva realidad, seguía su día con normalidad, dibujando y charlando con sus amigas. Sin embargo, una sensación diferente, casi imperceptible, la invadía de vez en cuando, como si algo dentro de ella buscara llamar su atención de forma sutil y misteriosa.

Sofía y Dana estaban inclinadas sobre la hoja en blanco, rodeadas de lápices de colores y marcadores.

—Yo creo que deberíamos empezar desde el centro, como un círculo pequeño, e ir expandiéndolo hacia afuera con más detalles —propuso Dana, mientras trazaba un boceto con su lápiz.

—Pero si lo hacemos así, puede quedar desproporcionado. Mejor marcamos las líneas principales primero, así todo se ve más equilibrado al final —sugirió Sofía, señalando el borde de la hoja.

Dana frunció el ceño, considerando la idea.
—Eso suena bien, pero siento que pierde espontaneidad si planeamos tanto.

—Un mandala no tiene que ser improvisado, Dana. Es un diseño que refleja armonía —insistió Sofía con una sonrisa, tratando de convencerla.

—Bueno, pero igual quiero que sea colorido. ¡Nada de esos tonos apagados que usaste en el último! —bromeó Dana, riéndose mientras seleccionaba un lápiz fucsia.

Caminos cruzados 1Where stories live. Discover now