Después de la emocionante noticia, Micaela continuó disfrutando de su desayuno. Había terminado su tostada, pero ahora tenía toda su atención en las palmeritas que quedaban en el plato. Cada bocado la hacía sonreír, y al terminar, comenzó a chuparse los dedos para no dejar ni una sola miga.
Bruno la observaba desde su lugar, mientras bebía un sorbo de café, y no pudo evitar reírse un poco.
—Micaela, no hagas eso —le dijo con una sonrisa amable, inclinándose hacia ella—. Queda mal, mi amor. Mejor usa una servilleta.
Micaela lo miró con ojos grandes y una expresión traviesa, como si no entendiera del todo por qué estaba mal.
—¡Pero está rico, papi! —respondió, sacando la lengua para atrapar una última miga en la punta de su dedo.
Bruno negó con la cabeza, divertido, y le alcanzó una servilleta.
—Ya sé que está rico, pero las migas van a la servilleta, no a la boca. Así serás toda una señorita.
Micaela aceptó la servilleta con una risita, aunque seguía convencida de que su método era mucho más efectivo. Pero al ver la mirada de su papá, decidió obedecer y limpiar sus dedos con cuidado.
—Está bien, papi —dijo finalmente, dándole un beso rápido en la mejilla para demostrar que no estaba molesta.
Bruno le devolvió el beso y se levantó para lavar los platos, mientras Micaela tarareaba una canción, contenta como siempre.
Bruno terminó de lavar los platos y secó sus manos mientras veía a Micaela jugando con su dinosaurio en la mesa. Recordó que era momento de preparar las cosas para la guardería, así que fue a la heladera y sacó los tapers que Sofía había dejado listos.
Con cuidado, vertió la comida en los recipientes adecuados: un desayuno de frutas picadas, un almuerzo nutritivo de pollo con arroz, y unas galletitas para la merienda. Añadió también un par de juguitos y guardó el platito y el vasito de Micaela, todo en su mochila.
—Listo, Mica, todo preparado para tu día en la guardería —le dijo mientras cerraba la mochila y la colocaba sobre la mesa.
Micaela, que abrazaba a su dinosaurio de peluche, lo miró con una expresión decidida.
—¡Quiero llevar mi dinosaurio, papi! —exclamó mientras abría la mochila.
Bruno la observó, divertido, mientras ella hacía espacio entre los tapers para guardar el peluche.
—¿Estás segura, Mica? ¿No quieres que se quede aquí esperándote? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—¡No! Él quiere venir conmigo —respondió con firmeza mientras cerraba la mochila con cuidado, asegurándose de que el dinosaurio estuviera cómodo.
Bruno sonrió y le revolvió el cabello con ternura.
—Está bien, mi amor. Pero tené cuidado de no perderlo, ¿sí? —le dijo, poniéndose en cuclillas para mirarla a los ojos.
Micaela asintió con entusiasmo.
—¡No lo voy a perder, papi!
Con todo listo, Bruno se preparó para salir, mientras Micaela saltaba emocionada, lista para empezar su día.
Bruno y Micaela caminaron juntos hacia la guardería, disfrutando del trayecto. Micaela hablaba emocionada, contando pequeñas historias mientras sostenía su mochila.
—¡Y entonces mi dinosaurio saltó en la cama y voló como un superhéroe! —decía, agitando sus brazos para dramatizar.
Bruno sonrió, mirándola con ternura.
—¿De verdad? Ese dinosaurio tuyo cada vez tiene más aventuras. ¿Cómo se llama?
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Caminos cruzados 1
Mystery / ThrillerEntre el tiempo, los desafíos y los sueños de una vida nueva, Sofía y Bruno se enfrentan a un destino que les ha dado más de lo que esperaban, pero también les ha quitado mucho más. En un mundo donde la realidad y el futuro se mezclan, estos jóvenes...