Diecisiete - No me gusta compartir

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Narra Nicole

Al despertar por la mañana, no podía dejar de pensar en el mensaje que había recibido anoche. Hasta ahora no le he contado a nadie. No quiero preocupar a Iván, mucho menos a mi hermano.

Sé lo difícil que están las cosas aquí en Culiacán. Los enfrentamientos entre Los Chapitos y La Mayiza eran comunes, y siempre salían en las noticias. Aunque últimamente se han calmado, eso no significa que hayan desaparecido los problemas. Decirle a Iván solo haría que se preocupara más de lo necesario.

Tomé aire profundo y volví a mirar la pantalla de mi teléfono. ¿Debería decirle? Una parte de mí temía su reacción. Iván es protector por naturaleza, y sabía que no se quedaría de brazos cruzados.

Después de pensarlo un poco, decidí que aún no era momento. Entré a la ducha, dejando que el agua me ayudara a despejar mis pensamientos. No me gusta mentirle, pero tampoco quiero alarmarlo sin motivo. Me arreglé de manera sencilla y bajé a desayunar con Tito.

Intenté actuar lo más normal posible, pero los nervios me estaban ganando.

—Buenos días —dije al sentarme junto a mi hermano. Bajé la mirada y jugué con mi celular para evitar que notara cómo me temblaban las manos.

Tito, siendo tan observador como siempre, notó enseguida que algo no estaba bien.

—Nicole. —Su voz sonó firme mientras colocaba una mano en mi pierna para detener su movimiento nervioso.

—¿Mmm?

—¿Estás bien? ¿Qué traes, wey? —preguntó con una expresión de preocupación. —¿Es algo de Iván?

—No, todo está bien —respondí, esbozando una sonrisa forzada.

—Cuando quieras contármelo, aquí estoy, ¿ok?

—Mjm... Oye, ¿te parece si vamos a un antro hoy? Es sábado y el cuerpo lo sabe —dije rápidamente, desviando la conversación. Sabía que si seguíamos hablando, terminaría confesándole todo.

—¡Sale, morrita! Le diré a los compas para que se jalen.

—Yo le digo a Iván —respondí, levantándome de la mesa después de terminar mi desayuno.

Siempre hay alguien vigilando mi casa "disimuladamente" por órdenes de Iván. Al salir, vi al Gavilan, uno de sus hombres de confianza, estacionado cerca.

—Buenas tardes, patrona. ¿Se le ofrece algo? —preguntó con su voz firme.

—Sí, ¿crees que me puedas llevar al rancho con Iván?

—Claro, ahorita mismo.

El camino se me hizo corto, probablemente porque no dejaba de pensar en el mensaje. Sabía que Iván se daría cuenta si algo andaba mal; es demasiado observador, y mi habilidad para mentir nunca ha sido la mejor.

Cuando llegamos al rancho, Iván ya me estaba esperando. Apenas bajé de la camioneta, se acercó rápidamente con esa sonrisa que siempre logra tranquilizarme.

—Mami, ¿qué haces por aquí? ¿Por qué no me avisaste que vendrías? —dijo, dejando un beso en mis labios.

—Hola. Pensé que sería bueno darte una sorpresa —respondí, evitando su mirada para que no notara mi inquietud.

—Amor, ¿todo bien? —preguntó con una leve expresión de confusión.

—Sí, ¿por? —intenté sonar despreocupada, pero no funcionó.

—Mami, te conozco. Algo está mal. Sabes que me lo puedes decir. —Iván tomó mi mano, mirándome con esa intensidad que me hace sentir que no puedo ocultarle nada.

Obsesionado - IAGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora