MUÑEQUITO DE PORCELANA [LIANKUEA]

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Parte 2

Kewalin soltó un bufido suave al sentir a Kuea a su lado, abrazándola con fuerza mientras veía la televisión con los ojos brillando gracias a la curiosidad, acariciando a Lucky en su regazo. Su hijo, a pesar de todo, seguía asombrándose de cosas tan pequeñas como los programas que transmitía la TV.

Revolvió su cabello al ver a Plai entrar al living llevando un vaso con agua, y apretó sus manos en un gesto nervioso.

—Kuea —llamó Plai.

Kuea le miró.

Hubo un instante sin que nadie dijo algo mientras Kewalin bajó el volumen de la televisión. Kuea desvió la vista, sus labios temblando en una actitud ansiosa, y su mamá procedió a acariciarle la nuca para relajarle. 

Plai se sentó delante de él, sobre la mesita, impidiendo que pudiera seguir viendo la película que estaban dando en ese momento.

—¿Pasa algo? —preguntó con señas, frunciendo el ceño levemente.

Kewalin besó su frente, llamando su atención.

—Sabes que te amamos, Kuea, ¿cierto? —dijo con voz cariñosa Plai, agarrándole la mano con ternura.

Kuea parecía contrariado, su expresión algo enfadada por la extraña situación. No entendía por qué mamá y papá le hablaban sin señas, ¿es que acaso olvidaron que él no debía escuchar? ¿Qué querían lograr con eso? Y no sólo ellos, sino también su abuelita y tío Tor... Incluso Tul, en la última sesión que tuvieron, le habló en voz alta en lugar de usar las señas durante varios momentos.

¡Le estaban haciendo cometer más errores de lo debido! Si Señor Shin llegaba a enterarse...

Mordió su labio inferior con más fuerza.

Kewalin llamó su atención otra vez al notar que Kuea parecía haberse reprimido.

—Te amamos —le insistió, tratando de que su voz fuera amorosa y llena de un infinito afecto para así no asustarlo.

No asustarlo, porque sabía que Kuea fue criado en base al susto y el terror, y era eso una de las cosas que más les dolía a ellos. Ellos quisieron tanto llenarlo de amor, pero sólo recibió castigos y horror en cambio.

Kuea fue forjado con miedo y dolor, sin embargo, ellos querían que se llenara otra vez con todo el cariño que se forzaban a entregarle.

El niño vaciló un instante.

—Yo igual los amo —contestó pausadamente, pensando bien en sus siguientes movimientos—, ¿pasa algo? No entiendo por qué me hablan...

Plai le dio un apretón a su mano.

—Sólo queremos que sepas, Kuea... —comenzó a decir su papá—, que si, en algún momento, tú... llegas a equivocarte, a romper alguna regla, no vamos a enojarnos contigo, ¿está bien? —besó sus nudillos—. No vamos a castigarte. No vamos jamás a hacerte daño alguno.

Parpadeó, confundido, sin entender lo que estaba diciendo. ¡Por supuesto que mamá y papá jamás le iban a agredir! Ellos eran... eran calidez, eran hogar, así como Lian lo era. 

No, él sabía que no sería castigado.

Pero si Señor Shin se enteraba, entonces iba a pagar las consecuencias. Y tal vez era un miedo irracional, sin embargo, Kuea sentía que Señor Shin estaba más cerca de lo que pensaba, aunque no podía decírselo a papá y mamá, porque le hizo una promesa.

Y Muñequito no podía romperla por nada del mundo.

💙🧡

El día dos de febrero hubo un sol inusualmente fuerte a pesar de ser pleno invierno, pero aun así, los estudiantes fueron aquel día con ropa más ligera para capear un poco el calor.