The Secret Of The Elf Blood {Riku from Kingdom Hearts}

Capítulo 48

Y sí, Riku cumplió su promesa.

Diría que pasamos las pocas horas que le quedaban a la tarde y gran parte de la noche entre las sábanas, aunque, bueno, la cama no fue lo único que usamos.

Prácticamente toda la habitación había sido utilizada de superficie o apoyo para nuestras morbosas y lascivas actividades; cada pared, cada mueble, solo se salvó el techo, y ahora que lo pienso, gracias a mis alas podríamos haber intentado algo tan curioso como descabellado, pero no tenía tanta fe en mí misma como para probar algo así.

Aquellas cuatro paredes fueron testigo tanto de actos tiernos y suaves como de cosas totalmente salvajes y primitivas, prácticamente animales, promovidas por nuestros instintos más bajos y bestiales.

Todavía sentía y recordaba todo vívidamente, cada caricia, cada roce, el calor, el deseo, ese fuego consumiéndonos, a veces de manera lenta, y otras como si de un brutal incendio forestal se tratase. Riku se había metido por completo bajo mi piel, y estaba segura de que él se sentía exactamente igual que yo.

Como un maldito tatuaje, habíamos quedado grabados en la piel del otro. Ese pensamiento me hizo sonreír, recordando esa marca que ahora portaba en la base de mi cuello. Inconscientemente, llevé la mano a la zona, con una sonrisa total y absolutamente tonta.

Estos momentos eran los que más atesoraba, aquellos a los que me aferraría y lucharía por que se repitiesen. Un pequeño respiro, un oasis de paz y tranquilidad en la guerra fría que manteníamos con Los Doce. El paraíso entre tanta lucha, entre toda la sangre que se derramaría durante la caída de los dictadores. Un respiro sin duda necesario entre tantas estrategias y entrenamientos.

Alcé la cabeza y miré a los ojos a aquel que se había convertido no sólo en mi amante y pareja, sino en mi compañero de vida. Todavía brillaban intensamente, dándole al mayor aquella aura de misterio completamente mágica y mística. Al principio me impresionaban, me inquietaban incluso, aunque la curiosidad que sentía impedía que aquellas sensaciones terminaran convirtiéndose en miedo, logrando llevarme a la más absoluta fascinación por el mayor, mientras las palabras de Aqua acerca de que los iguales se llamaban danzaban en mi mente a sus anchas.

—¿Alguna vez has indagado en por qué tus ojos cambian de cuando en cuando? —Inquirí, el vampiro me miró con una ceja alzada, invitándome a seguir hablando —: me refiero, se tornan brillantes, como ahora, o aquella noche, cuando nos besamos por primera vez… —un cosquilleo invadió mis labios solo de recordar aquel primer beso.

—La verdad es que no, pero si te soy sincero tampoco me interesa averiguar por qué ocurre —se encogió de hombros.

—Aqua me dijo que lo igual llama a lo igual… —susurré, quedando mis palabras flotando en el aire. —Quizás… también seas un híbrido, como yo —el silencio que siguió a mis palabras se sintió frío y sepulcral, ninguno de los dos tocaba siquiera su comida.

—Nunca he notado ningún don que no corresponda a los vampiros en mí —concluyó él, tajante. ¿Se había enfadado conmigo?

—No pretendía molestarte…

—No estoy molesto —soltó él apresuradamente, lo que me dejó bien claro que mentía.

—No tendría nada de malo que fueras, yo que sé, mitad elfo, por ejemplo —sus ojos se abrieron ligeramente después de decir aquello, ¿había dado en el clavo sin siquiera saberlo?

—Es imposible, mi padre nunca se casaría con alguien que no fuera un vampiro, era demasiado conservador para ello —explicó.

Y le creía, ya que a fin de cuentas, fue su propio padre quien entregó a Naminé a Los Doce y arruinó la vida de su hijo en el proceso, convirtiéndole en lo que era actualmente. En parte lo agradecía ya que eso había desembocado en mi rescate y liberación de la esclavitud en casa de Lord Xaldin, pero por otro odiaba al padre de Riku por lo que hizo, no pudiendo comprender como alguien podría hacerle eso a su único primogénito.