Estaba tan feliz que, cuando Charles llegó, me lancé a abrazarlo. Yo no era una mujer pequeña, pero se las arregló para no caer. No recuerdo en mi existencia una dicha como esta. Sentía que podía llorar de alegría.
-Charles, estoy embarazada -le murmuré aún abrazada a su cuello. Él rodeó mi cintura, y pude sentir cómo temblaba ligeramente.
-Ameliel… -Su voz se quebró al pronunciar mi nombre. Cuando me apartó de él, dejando ver su rostro, algo dentro de mí ardió con fuerza. Su sonrisa, junto con las lágrimas en sus ojos, me recordaron cuánto lo amaba- Mi ángel, me has hecho la persona más feliz del mundo.
Y me besó, un beso suave y tierno que transmitía demasiado.
-El bebé oculta su presencia dentro de mi vientre; por eso no pude sentirlo tan fácil -le expliqué cuando nos separamos.
-Eso es fascinante.
Había conectado con la naturaleza otra vez, y allí escuché su pequeño corazón. No cabía duda de que nacería con sangre celestial. Y uno con muchas ganas de vivir, porque la única razón por la que ocultó su presencia fue por sobrevivencia. Tiene instintos de preservación muy agudos.
-Vamos a tomar un baño. Esta ciudad me enferma -me dio un beso en la mejilla y asentí. Él pidió a unas criadas que nos prepararan un baño. No pasó desapercibido para mí cómo me miraron.
Cuando regresaron, supe que estaban nerviosas.
-Su baño está listo, mi lord. Lo atenderemos con esmero mientras terminan el baño de la condesa -dijeron. Habían preparado dos baños e insinuaban que ellas lo atenderían. Además, mencionaron mi anterior título con desprecio. Yo era un ángel, pero no tonta; sabía perfectamente qué tipo de “atenciones” querían ofrecerle a mi esposo.
-Creo que no me entendieron. Me bañaré junto a la duquesa, mi esposa -su tono era tranquilo, pero la tensión era evidente. También había captado las intenciones de las criadas.
-Pero eso es inapropiado. Si alguien se entera... -comenzó una de ellas, pero Charles se acercó y la interrumpió con una mirada severa.
-Si alguna de ustedes se atreve a comentar algo de lo que sucede aquí, les aseguro que no encontrarán trabajo en ningún lugar jamás. ¿Me han entendido? -dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Las criadas asintieron rápidamente y se retiraron. Observé la escena en silencio, sintiendo una mezcla de incomodidad y admiración.
-¿Era necesario intimidarlas así? -pregunté con un suave reproche mientras él volvía su atención hacia mí.
-Lo era. Ahora, vamos a bañarnos juntos. No pienso permitir que te alejes de mi lado ni un segundo -respondió, extendiendo su mano hacia mí.
Rodé los ojos, pero tomé su mano y lo dejé guiarme hacia la habitación donde estaba preparado el baño.
-Esto no es muy convencional, ¿sabes? -murmuré con una sonrisa mientras él me ayudaba a desvestirme.
-No somos una pareja convencional -replicó Charles, besando mi frente. Luego, se arrodilló frente a mí y le dio un beso a mi vientre, llenándome de ternura.
Tras relajarnos y limpiarnos juntos en el agua, Charles intentó convencerme de quedarme en casa y descansar, pero insistí en acompañarlo a la reunión con los franceses.
-Quiero estar ahí, Charles. Puedo aportar algo -dije con firmeza mientras acomodaba mi vestido.
-Ellos no te escucharán, Ameliel. No porque no tengas razón, sino porque eres una mujer -respondió, resignado.
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