Capítulo 8

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Aparto el teléfono de mi oreja una vez que la llamada finaliza y lo guardo en mi bolsillo. Mis padres se han tomado sorprendentemente bien que me vaya a quedar a cenar en casa de Dylan.

Mi cuerpo está apoyado en el escritorio de la habitación del chico, mi mirada viajando por el lugar hasta que se detiene en la cama, totalmente deshecha. La vergüenza me invade al recordar que había dormido en esa cama.

Alguien abre la puerta de repente, sacándome de mis pensamientos y vuelvo mi cabeza al instante para observar a Dylan entrar en la habitación.

–Mis padres dicen que tengo que estar en casa antes de las nueve –comento y el chico asiente, sentándose en el borde de la cama.

No para de mirarme, más bien mi costado y sé que quiere seguir la discusión de antes pero yo no, así que decido empezar una conversación.

–No me dijiste que eras británico –digo y me cruzo de brazos. Él me mira sorprendido y luego una sonrisa de lado cruza su rostro.

–No lo soy –mis labios se entreabren con asombro–. Nací aquí en Georgia. Mi madre se mudó con mi padre después de casarse.

–Por eso no tienes acento –afirmo y el asiente con la cabeza–. ¿Tu padre...?

Su expresión se endurece y me arrepiento al instante de preguntar.

–Ya no vive aquí –dice cortante.

No respondo, me dedico a escudriñar su rostro. A pesar de que intente una y mil veces de apartar la mirada, no puedo. Sus ojos verdes son más oscuros que antes, su mandíbula está apretada con tanta fuerza que temo que se vaya a romper algún diente. Su nariz tiene una extraña arruga cuando su ceño está fruncido y, ahora que me fijo, su pelo está levemente despeinado.

Él no me mira pues sé que su atención está puesta dentro de su cabeza, pensando en su padre. Bajo mi mirada y los músculos de sus brazos están contraídos. Sigo bajando y veo que aprieta los puños de tal forma que sus nudillos están completamente blancos.

Me aparto del escritorio y camino despacio hasta donde está. Él parece no darse cuenta de que estoy sentada a su lado porque sigue mirando a la nada. Me debato internamente pues quiero poner mi mano sobre su hombro pero tampoco quiero que después piense que siento algo por él, que es verdad, pero no quiero empezar algo con él...

–Recuerdo que mi madre y él habían discutido –interrumpe mis pensamientos de nuevo y mi mano se queda sobre mi regazo–. Era pequeño; sobre unos seis o siete años. Estaba escondido en las escaleras, no me gustaba que mis padres discutieran pero escuché demasiado...

Me mira y sus ojos reflejan parte del dolor que siente. Me muerdo el interior de la mejilla, resistiendo la tentación de abrazarlo.

–Él había hecho algo malo... Mi madre estaba histérica pero mi padre actuaba como si lo que había hecho fuera lo correcto, no se arrepentía de nada –mira sus manos que ahora están entrelazadas–. Él dijo algo de que tarde o temprano todos moriríamos si no seguíamos su ejemplo pero mi madre siguió gritándole, diciéndole que había cometido un terrible error. Mi padre se enfadó –sus manos vuelven a apretarse–. Le gritó de vuelta a mi madre de una forma que nunca lo oí hacerlo... Después amenazó a mi madre, le dijo que estaba actuando de forma ignorante, que tarde o temprano se daría cuenta de que era ella la que no tenía razón y lo iba a hacer de la peor manera. Miró por encima del hombro de mi madre, como si supiera que yo estaba escuchando, observándolos y luego le dijo algo a mi madre en un susurro pero por la forma en la que movió sus labios pude leer mi nombre en aquella frase.

Se queda unos segundos en silencio y yo no me atrevo a mover un solo músculo. Su respiración es agitada y se escucha por encima de la mía. Espero pacientemente a que continúe, no queriendo forzarlo a nada.

Forbidden CreaturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora