Capítulo 21

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El tiempo está nublado y el viento frío del Octubre otoñal hace que el pelo de todos se alborote hasta no dejarnos ver. Me adentro en el instituto con la chaqueta abrochada hasta la barbilla y con las manos en los bolsillos. Tan pronto como cruzo la puerta de la entrada, el calor me llega al cuerpo y tengo que desabrocharme. Camino hacia mi taquilla tranquilamente, todos los alumnos están dentro, conversando muy animadamente pero, la verdad, no estoy de humor hoy.

Una vez que abro la taquilla, me quito la chaqueta y la meto dentro sin pararme a doblarla. Miro en mi horario las clases que me tocan y suspiro pesadamente. Este día va a pasar muy lento. Cojo con desgana los libros mientras mi cabeza viaja por todos los nombres de las asignaturas que tengo que estudiar para esta semana. Sin quererlo empiezo a pensar en Dylan. Hacía un par de días que lo habían mandando a casa pero por culpa de los exámenes no había podido ir a hacerle una visita. Sin embargo, él no ha parado de llamarme todas las noches, por mucho que le dijera que tenía que estudiar, seguía llamándome para hablar conmigo.

Cierro mi taquilla cuando escucho el timbre. El barullo que hacen los alumnos aumenta mientras yo camino por el pasillo hacia la clase de francés. Realmente no me apetece asistir a clase, estoy agotada, llevo varios días durmiendo poco y el estrés de los exámenes me está afectndo bastante. Además lo sucedido hace algo más de una semana se sigue repitiendo en mi mente. Por las noches soy incapaz de dormir debidamente por culpa de las pesadillas sobre esa noche. No paro de imaginarme a mí, matando a aquellos chicos sin remordimientos, mis manos cubiertas de sangre. Sólo con volver a pensar en esa escena, los pelos de mi nuca se erizan y un escalofrío se forma en mi interior.

Decido centrarme una vez que llego a clase, por lo menos despejar un poco mi cabeza de todas esas escenas. La verdad es que esa y las dos siguientes horas pasan demasiado lentas. No hay minuto en el que no piense cuánto me queda para volver a casa.

Cuando vuelve a sonar el timbre que da al recreo, me levanto lo más rápido posible. En el camino a mi taquilla me encuentro con Adam que, extrañamente, tiene una sonrisa en la cara. Me saluda con la mano y decide acompañarme a la taquilla.

–¿Qué pasa? –pregunto, divertida.

–Nada especial –contesta, levantado los hombros a modo de indiferencia.

–Ya –digo, pero decido no decir nada más–. ¿Cómo llevas los exámenes?

Su respuesta es una risa y yo ruedo los ojos. Abro mi taquilla y meto los libros dentro sin siquiera mirar dónde los puse para volver a cerrarla más tarde.

–¿Es de lo único que vas a hablar ahora? –pregunta divertido y yo lo golpeo molesta.

Éste se queja y yo niego con la cabeza.

–Estoy estresada, casi no duermo –confieso, poniendo una mueca y atando mi cabello en una cola de caballo.

Adam se acerca a mí y pone un brazo sobre mis hombros.

–Tienes que empezar a relajarte, Hayley. La vida es para disfrutarla, no para sufrir –dice, extendiendo un brazo al frente, dándole énfasis a su frase.

–Cuando acabe los exámenes, tenga todas mis asignaturas aprobadas y me hayan aceptado en la universidad que quiero –respondo, quitando su brazo de mis hombros–. Entonces disfrutaré de mi vida.

–Aguafiestas –bufa y yo sólo sonrío.

Nos metemos dentro de la cafetería y nos sentamos en nuestra mesa de siempre, dónde Jason y Bárbara están sentados. Levanto la mirada para buscar a mi mejor amiga pero por alguna razón hoy ha desaparecido y no la he conseguido ver por ningún lado.

Forbidden CreaturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora