Capítulo 5

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Envuelvo mi cuerpo en una toalla mientras tarareo una canción. Sinceramente, darme una ducha fue la mejor idea que tuve desde que encontré la flor.

Me dispongo a ponerme la ropa cuando escucho el sonido de la puerta de la entrada cerrarse. Le resto importancia pues seguro que son mis padres pero después de unos segundos, escucho las pisadas de alguien subir las escaleras con demasiada lentitud. Mi corazón se acelera y pego la oreja a la puerta, esperando escuchar mejor.

Solo puedo oír a esa persona seguir subiendo las escaleras, nada más, lo que me pone realmente nerviosa. Si fueran mis padres se escucharía algo en la planta baja.

El miedo invade mi sistema, paralizándome y lo primero que llega a mi cabeza es el hombre de ojos rojos... ¿Podría ser?

Mi respiración se agita y mi corazón sube hasta mi garganta, latiendo con intensidad. Me aparto de la puerta, cerrando los ojos.

Mis manos tiemblan y mi espalda baja golpea con suavidad el lavabo de mármol.

"Cálmate. Va a oír tu respiración."

Otra vez esa voz en mi cabeza. Aprieto lo puños hasta que mis nudillos se vuelven blancos y calmo mi respiración lo más silenciosamente que puedo.

Lo escucho terminar de subir las escaleras y detenerse unos segundos, donde yo me dedico a quedarme paralizada, con el corazón en un puño.

Después de lo que parecen horas, reanuda su marcha pero no es hasta que pasa por delante del cuarto de baño que dejo escapar el aire que no sabía que retenía.

Me atrevo a volver a posar la oreja sobre la fría madera de la puerta y puedo escuchar como se detiene de nuevo, espera un momento y empieza a abrir una puerta. El leve chirrido que produce me pone los pelos de punta y un escalofrío recorre mi espina dorsal.

Con manos temblorosas giro la perilla, inspirando hondo, y abro la puerta con cuidado de no hacer ruido. Mis pies descalzos caminan sobre la suave alfombra mientras pongo atención en escuchar.

El total silencio me pone la piel de gallina y creo que estoy más asustada todavía. Me detengo al lado de una de las mesillas del pasillo. Agarro uno de los jarrones de cerámica y tiro las flores al suelo, llevándome el objeto contra el pecho. Puedo sentir mis dedos volverse blancos por la fuerza con la que sujeto aquel jarrón mientras camino hacia la habitación. Mi habitación.

Alzo el objeto cuando me acerco a la puerta y me tengo ahí.

Tengo miedo y mi corazón parece que quiere salir de mi caja torácica. Asomo la cabeza hasta que veo su sombra. Está delante de mi cama, justo de espaldas a mí.

Entro con cuidado de no hacer ruido y me pongo detrás de el, apretando el jarrón entre mis manos por encima de mi cabeza. Me dispongo a hacerlo descender hacia su cabeza cuando, con rapidez se da la vuelta y una de sus manos agarra mi brazo, impidiéndome golpearlo.

Mis ojos se abren con sorpresa y pierdo el equilibrio, teniendo que dar un paso hacia atrás. Me suelto de inmediato de su agarre, desconcertada. Bajo el jarrón y lo dejo caer, pero no se rompe.

–¡¿Pero en qué estabas pensado?! –me grita Dylan.

Sigo demasiado anonadada como para responder inmediatamente, pero una vez que el alivio llena todo mi cuerpo frunzo el ceño.

–¡¿En qué estaba yo pensando?! –hago énfasis en la palabra, señalándome–. Querrás decir en qué estabas pensando –lo señalo a él, enfadada–. ¿Cómo se te ocurre entrar en mi casa sin permiso, sin avisar? Podrías ser un ladrón... ¡O un violador!

Forbidden CreaturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora