Capítulo 11

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–¿Estás segura de que no pone nada más?

Suspiro y restriego mis manos sobre mi rostro. Los ojos me arden de estar tanto tiempo mirando la pantalla del ordenador y el cansancio me puede.

–Si, Clara. Ya lo he revisado como unas cinco veces.

–Tiene que haber algo más... ¿No hay más páginas?

Ruedo los ojos y cierro la tapa del ordenador. Mi amiga me mira con cara de "te voy a matar" pero a este punto ya me da igual. Tantas cosas pasaron en el día de hoy que la cabeza me palpita con mucha intensidad, haciendo que la habitación empiece a dar vueltas. Oculto mi rostro entre mis manos y cierro los ojos con fuerza.

–¿Hayley, te encuentras bien?

Niego con la cabeza y las náuseas hacen su aparición. Mi amiga posa una mano firme sobre mi hombro y yo respiro hondo. No entiendo por que así de repente me estoy empezando a marear tanto.

Cuando el aire entra por mi nariz algo me pica por dentro, como un olor muy fuerte. Aparto las manos de golpe de mi cara y vuelvo a olfatear el aire pero no huele igual. Es entonces cuando me doy cuenta de que son mis manos las que huelen tan raro.

Mi amiga me mira muy extrañada y yo acerco una de mis manos a mi nariz y la huelo. El olor dulzón de antes hace que todos mis sentidos se pongan en alerta y no entiendo por qué tengo esa reacción. Frunzo el ceño y extiendo mi brazo hacia mi amiga que, como yo, decide oler mi mano y fruncir el ceño.

–No huelo nada –dice y mi corazón salta en su sitio.

¿Cómo no puede oler nada? ¿Es que es otra alucinación?

–¿No te huele muy fuerte? –pregunto y ella niega con la cabeza. Junto las cejas de nuevo y el mismo olor vuelve a captar mi atención pero esta vez está en el aire.

Giro la cabeza y descubro que proviene del pasillo así que me levanto y sigo el aroma hasta llegar a la pequeña biblioteca del piso superior. Clara me sigue por detrás, puedo notar la impresión de la escena en su postura mientras me paro junto a un armario de madera bajo una de las estanterías.

Intento abrirlo pero al parecer está cerrado con llave.

–Ayúdame a abrirlo –pido a mi amiga y ella asiente con la cabeza.

Se agacha a mi lado y examina la cerradura unos segundo antes de volver a levantarse y correr hacia su habitación. Cuando vuelve, trae en la mano dos clips que desenrolla para introducirlos en la cerradura. Después de hacer unas maniobras con sus herramientas, el cerrojo cruje y cede por fin.

Mi mano no duda ni un instante en abrir ambas puertas y mi boca se abre por la sorpresa mientras que Clara aguanta la respiración.

En el medio del primer estante hay un tarro de cristal, cerrado por una tela blanca que está atada con una cuerda alrededor del morro del bote. Dentro hay una pequeña planta secada que desprende el repugnante olor dulzón que había estado siguiendo. Para mi horror, la planta es acónito.

Detrás del frasco hay un dibujo de la planta con algunas descripciones en latín a los lados, enmarcado en un viejo cuadro de madera. A los lados hay cajas, también de madera, entalladas con dibujos extraños que mi cerebro no da comprendido.

Miro a mi amiga y esta me mira a mí sin comprender. Alarga la mano hacia una de las cajas y la abre con cuidado. Sus ojos se abren de sobremanera y yo me acerco a ella rápidamente para observar el contenido de la caja.

Sobre una pequeña alfombrilla de pelo marrón con reflejos rojizos depositada en el fondo del cofre hay una dentadura perfecta. Los grandes dientes blancos como la nieve y afilados dañan a la vista pero no quiero cerrar los párpados.

Forbidden CreaturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora