El despertador suena a las siete en punto de la mañana, como lo había programado ayer por la noche, pero no me espero -más bien acuerdo- que suene tan fuerte.
Alargo el brazo y lo apago.
No tengo ganas de levantarme pero sé que es necesario o mi madre se enfadará. Me desperezo antes de salir de la cama y pestañeo varias veces.
Hoy no he dormido bien, como algún que otro día este verano. He estado teniendo algunas pesadillas o sueños extraños. Pero hoy empiezan las clases, un nuevo año. Sólo me queda este curso y ya podré ir a la universidad, salir de esta ciudad.
Me siento en el borde de la cama y me pongo las zapatillas.
-¡Hayley! A desayunar -grita mi madre.
Me remuevo el pelo antes de salir por la puerta y bajo, de dos en dos, las escaleras. Paso por delante del espejo de la entrada y, por el rabillo del ojo, puedo ver un brillo plateado en mis ojos.
Me detengo en seco y me miro.
Debí de haberlo imaginado porque siguen del mismo color azul, pero las medias lunas bajo los ojos delatan lo cansada que estoy.
Entro en la cocina y le doy un beso de buenos días a mi madre y otro a mi padre mientras voy a por los cereales.
-¿Qué tal has dormido? -pregunta mi padre.
-Bien -miento, echando los cereales en la leche y comiéndomelos.
No quiero hablar de lo que suelo soñar con mis padres. Solo recordar las macabras imágenes hacen que el cabello en mi nuca se erice. Conozco a mis padres y no quiero preocuparlos por unas simples pesadillas que me atormentan de vez en cuando.
-¿Te has quedado despierta hasta tarde, cielo? -dice mi madre.
-No, ¿por?
-Tienes ojeras.
-Es que nunca me levanté tan temprano en todo el verano, mamá -sonrío, me levanto y llevo la taza de cereales al fregadero-. Mi verano suele ser para dormir.
Ella también sonríe y corro a darme una ducha arriba antes de vestirme.
Fuera, el sol brilla y hace calor, como si el verano no se hubiera acabado.
Escojo unos pantalones cortos y una camiseta blanca, transparente por detrás, de manga corta. Me ato unas sandalias doradas y me recojo el pelo para maquillarme.
Cubro mis ojeras con maquillaje y me pongo un poco de color en las mejillas. Me echo rímel y perfilo mis ojos. Me suelto el pelo, dejándolo caer sobre mis hombros en pequeños tirabuzones del color del azabache. Cojo mi bolso y compruebo que tengo todo.
Bajo las escaleras a toda prisa y entro en la cocina para recoger mis libros.
-¡Adiós! -grito antes de salir por la puerta para coger el coche de mis padres mientras me pongo una chaqueta.
Cuando me dijeron que lo podía coger me sorprendí. He tardado medio año para convencerlos de que me dejaran sacar el carnet de conducir, y de eso ya pasó un año. Pero hasta ayer no me han dejado coger el coche.
El vehículo negro espera delante del garaje. Me subo, saco las gafas de sol y pongo en marcha el coche.
Giro a la izquierda de la calle y me dirijo a casa de mi amiga con la música resonando dentro del auto, acompañada del ritmo que hacen mis dedos contra el volante. Toco el claxon una vez que paro frente a su casa. Ella está fuera, caminando hacia su coche. Se gira para ver quien es y sus ojos se abren de sobremanera al verme a través del cristal de la ventanilla. La bajo y ella se acerca, todavía asombrada. Suelta unas palabras incoherentes y yo río ante su reacción, le indico que suba y ella lo hace sin replicar, asentándose en el sitio del copiloto.
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Forbidden Creatures
WerewolfHayley Lowell es una chica de 17 años a la que, al empezar el último año de instituto, le empiezan a suceder cosas extrañas. Las pesadillas no la dejan tranquila, un hombre de característicos ojos rojos no para de perseguirla, alguien empieza a habl...