Capítulo 13

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Me coloco delante del espejo y recojo mi cabello en una cola de caballo. No me había dado cuenta hasta ahora de lo largo que lo tengo. Recogido a lo alto de mi cabeza, me llega por debajo de los omóplatos.

Miro mi reflejo y me obligo a sonreír. He mejorado mi aspecto cansado con un poco de maquillaje y la blusa holgada azul oscura tapa los vendajes en mi abdomen. A pesar de ser floja, si te fijas bien se notan los vendajes blancos que cubren mi barriga.

Me digo a mí misma que debo actuar como si nada hubiese pasado, que nadie se enteraría de que algo cambió en mí. Solo espero que no empezaran a correr rumores sobre lo que me sucedió, no quiero ser el centro de atención por un mes.

Alguien toca el claxon de su coche fuera y me asomo a la ventana para comprobar que es mi amiga que me viene a recoger. Suspiro y tomo el bolso que está sobre mi cama, salgo de la habitación, bajo las escaleras y me despido de mis padres antes de cerrar la puerta principal detrás de mí.

Han pasado seis días desde que entraron en casa, desde que rajaron mi abdomen en el bosque. El seguro había pagado todos los daños en la casa y en menos de dos días ya estaba como nueva. Yo, en cambio, estoy cada vez peor. Intento disimularlo lo mejor que puedo pero hasta mis padres lo notan, siempre estoy mirando a todos lados por si en cualquier momento aparece el hombre de ojos rojos. Estoy tan paranoica que apenas puedo pegar ojo por las noches. El recuerdo de esa noche aparece en mi mente cada vez que tiene oportunidad y hago todo lo posible por quitármelo de la cabeza.

Mis padres no querían que asistiera a clase por un tiempo, hasta que me recuperara completamente, pero yo insistí. Espero que ir al instituto me distraiga por unas horas, además, no soporto más estar encerrada en casa y vigilada a todas horas.

Mi amiga me sonríe cuando entro en el coche y lo pone en marcha. Ella se pasa todo el viaje hablando de cosas triviales, intentando evitar el tema del que se que se está muriendo por hablar. Me obligo de nuevo a sonreír, a pesar de que no esté escuchando lo que dice, mi mente vagando por otro lugar.

Cuando el instituto se ve a lo lejos mi sonrisa empieza a fallar y mi amiga lo nota. Suspira y me mira cuando para en un semáforo en rojo.

–Todavía estamos a tiempo de volver –comenta y yo niego con la cabeza.

Ella sonríe levemente, una sonrisa triste y me agarra la mano para darme un apretón. Me alegro de tenerla aquí conmigo, me alegro de que sea mi amiga. Gracias a ella siento que no estoy sola, que por fin puedo afrontar todo sin temor alguno. Sé que ella va a estar siempre a mi lado y me va a apoyar y ayudar en todo, porque es mi amiga, porque se preocupa por mí.

Giro la cabeza y la observo en silencio mientras ella pone toda su atención en la carretera. Hoy tiene el pelo suelto, sus tirabuzones rubios cogen un color oro al sol que me vuelve loca. Sus ojos están muy abiertos, una manía que tiene al conducir. Me gusta que los mantenga así de abiertos, hace que se aprecie más el color miel de sus ojos. Lleva poco maquillaje, solo un poco de delineador y máscara para las pestañas. Sus labios están ligeramente fruncidos y tienen el característico brillo rosado de su pintalabios favorito.

Suspiro y miro mis manos pálidas que se agarran la una a la otra en mi regazo. Siempre odié que mi amiga tuviera la atención de todos. Me hacía sentir inferior pero ahora ya he aprendido a vivir con ello. Sé que mi amiga no busca la atención, de hecho cada vez que un chico se acerca a ella, ambas solemos alejarlo. No me gusta ver a mi amiga agobiada, por eso a veces hacía muchas tonterías solo para que no la sofocaran tanto.

Ahora soy yo la estoy atrayendo atención. Todos me miran bajar del coche y susurran a sus amigos algo que no logro alcanzar a escuchar. Respiro hondo y levanto mi barbilla, no pienso dejar que me sofoquen.

Forbidden CreaturesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora