Capítulo 16

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El sol empieza a ponerse cuando llegan las doncellas encargadas de ayudar a prepararme para la celebración de esta noche.

Estoy sentada sobre el alféizar de la ventana cuando irrumpen en mi alcoba. Me cogen del brazo y me arrastran hasta la gran bañera de mármol blanco que llenan de agua humeante. Comienzan a desvestirme y poco después el agua ya me cubre hasta el pecho. Las muchachas hablan sobre la gran fiesta de esta noche, comentando qué gente importante habrá y qué galas llevarán. Yo por mi parte, apenas escucho algo de lo que dicen. Mi mente está vagando por otros sitios y no es hasta que tironean de mí para sacarme de la bañera que vuelvo a la realidad.

Mi piel ligeramente bronceada por el sol se siente suave al tacto después del baño. Mi pelo, en cambio es una maraña de nudos a la que a mí me sería imposible de arreglar pero a mis doncellas no les parece inconveniente ninguno. Se ponen a cepillarme el pelo y a arreglarme las uñas mientras me preguntan si ya tengo pareja para el baile, algo que hasta ahora no me había planteado.

–Supongo que iré con mi hermano –me limito a responder y veo cómo ellas se empiezan a reír.

Frunzo el ceño y de repente tiran de mi cabello muy fuerte, haciendo que mi cabeza de eche hacia atrás. Lo que decía, mi pelo es imposible de peinar sin hacerme daño.

–Pero el Beta heredero no puede pasar toda la noche con su hermana, mi señora –murmura la que intenta domar mi masa de nudos, con una sonrisa.

–¿Por qué no? –pregunto extrañada.

–Me han dicho que el Alfa quiere casarlo con la hija de alguno de sus más fieles aliados –responde otra muchacha de cabellos rubios mientras se levanta en dirección al ropero de mi cuarto.

–¿Qué? –no doy crédito a lo que me están diciendo.

Lyall casado, apartado de mi lado. ¿Qué sería de mí sin él para darme fuerzas?

La chica de melena rubia asiente mientras abre las puertas del gran armario y saca un vestido largo con mucha delicadeza.

–Y por lo que escuché, las muchachas están más que dispuestas a contraer matrimonio con él. ¡Y quién no!

Las otras se ríen con ella. Me fijo en el vestido que lleva la doncella en las manos y me pregunto de dónde lo habrá sacado. La seda azul oscuro brilla a la luz de las velas mientras deja la prenda sobre mi cama.

Cuando terminan de peinarme, me ponen en pie y empiezan a vestirme. El corpiño apretado me impide respirar hondo pero no me parece mucha dificultad. Me deslizan el vestido por el cuerpo y cae ligeramente sobre mi piel con un susurro. La tela suave del traje se arrastra por el suelo formando una pequeña cola. Las mangas son ajustadas en los brazos y dejan al descubierto mis hombros. El torso tiene dibujos bordados en plata de lo que parecen lobos y lunas que se van esparciendo también por la falda.

Me calzan unos zapatos oscuros y me obligan a caminar por el cuarto para probar que no me tropiece con las faldas. Después de eso me vuelven a sentar en la silla, trenzan mi pelo y añaden una tiara con piedras preciosas.

Siempre me he sentido extraña al vestir elegante pero padre siempre me advierte que tengo que demostrar al resto que soy más importante que ellos. Por eso nunca me deja llevar mis vestidos de campo.

Una vez que acaban me ayudan a levantarme y me acercan al espejo donde empiezan a probarme diferentes collares y pendientes pero yo solo me puedo fijar en el hermoso vestido.

–¿Quién hizo este vestido? –pregunto curiosa, acariciando los bordados de la falda.

–No lo sé, mi señora. El Alfa me lo ha entregado esta misma mañana para vos.

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