Capítulo nueve

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— ¡Me vieron! — susurré y me giré para apoyar mi espalda a la roca.

Pero Roy ni si quiera me prestó atención. — ¡Shhh, los puedes acercar!

— ¡Roy, que ya unos me vieron y tenemos que irnos; podrían comernos! ¡Vámonos!

— ¡Dylan, no van a comernos si cierras la boca! — susurró volviendo a enfocarse a través de su lente.

   Aunque me esté muriendo de paranoia Roy no se preocuparía por eso en estos momentos. Todo lo que está en su mente son sus malditas fotografías y videos. Así que, tengo que tranquilizarme por mi propia cuenta. ¿Pero y si ese lobo blanco empieza a correr hacia nosotros sin darnos tiempo a reaccionar? Sé que a Roy no le preocuparía que le arrancarán un canto si en el proceso obtiene un buen video de cómo lo estazajan pero a mi sí. No quiero morir porque unos lobos me masacraron.
   Aún y así tomo el atrevimiento de volver a darme la vuelta para asomarme por encima de la roca. Todo parece haber vuelto a la normalidad. Uno del que anteriormente me había visto se echó a dormir. Los demás estaban en la nube de sus mundos lobunos mientras el mismo par de hace rato seguían dando bandazos por ahí. Se me alivió la tensión de pecho... Hasta que volví a encontrarme con la mirada del lobo blanco.
   Se me vuelve a encoger el pecho y vuelvo a quedarme paralizada. Una corriente de frío me sube por la espalda estremeciéndome de pelo a uña.  Parece una maldita figura. Incluso parece que ha dejado de respirar de lo tieso que está mirándome. ¿¡Es que Roy no se da cuenta que estaremos fritos si no nos movemos?! Seguramente debe estar agarrando los mejores ángulos de esa endemoniada mirada...

— ¿Estás viendo ese blanco? — Roy preguntó.

— Está mirándome; está mirándome desde hace rato. ¡Tenemos que...

— No lo mires a los ojos. — sofoqué un grito sintiendo una sensación caliente derramarse por todo mi pecho.

¿¡No es exactamente lo que llevo haciendo desde que él me vio?! Ya me embrujé.

— ¿Qué cosa? P-Pero si yo... — comencé a balbucear.

— No hagas nada. No te muevas. — avisó — Ya casi estamos terminando...

Tragué saliva — ¡Deprisa! ¡En cualquier momento...

— ¿Lo estás mirando a los ojos? — dijo pero ésta vez se retira la cámara de su cara para mirarme. Me siento frita.

   Giré mi cabeza para mirar a Roy. Me muerdo el interior de mi boca nerviosa de que si digo que sí, Roy me empuje a que me coman porque ya no hay vuelta atrás. Me muerdo los labios y asiento dudosamente. Roy suelta un suspiro y vuelve a mirar cautelosamente comenzando a arrastrarse.

— Vámonos — susurró levantándose silenciosamente del suelo para emprender el camino de vuelta.

   Estoy a punto de ponerme de pie pero vuelvo a azotarme contra la roca cuando la chaqueta se queda atascada. Roy se me adelanta demasiado y empiezo a alarmarme, así que intento sacar la jodida chaqueta. Me libero de golpe y cuando me giro para empezar a correr mi grito sofocado me arranca la respiración apoyándome a la roca otra vez.
   Se me congela todo el jodido cuerpo y no sé si respirar ahora mismo sea una buena alternativa. En cambio, su respiración es bien ruidosa. El lobo blanco está frente a mí acorralándome contra la roca. Su cabeza es gigante y se para con firmeza bajo sus fuertes patas. Tragué saliva mil veces que ya no encuentro qué más tragarme. Podría empezar a llorar y saborearme la amargura de mis lágrimas mientras espero mi muerte. Aunque el lobo no ha hecho nada más que observarme y respirar tranquilamente -aunque hace ruido con cojones- me arrepiento de subestimarlo cuando empieza a dar pasos en mi dirección. Pensando en qué más cerca pretendía estar de mi para arrancarme la cabeza. Trato de conservar la calma, tragándome mis gemidos y sollozos de miedo. Me empujo más contra la roca para tratar que me trague y me escupa al lado de Roy pero obviamente no voy a poder alejarme más de él. Sus patas delanteras están a cada lado de mis caderas y su maldito hocico podría rozar mi cara.
   Aunque son más probabilidades de morir ahora mismo al menos sabré que intenté algo por mi vida. Tal vez si mantengo la calma y no muestro ningún movimiento que le pueda parecer peligroso, se vaya. Así que, desde que empezó a acercarse apreté mis ojos fuertemente pegándome los puños al pecho y ahora planeaba relajarme un poco. El animal no me había echado un bocado hasta ahora... Será porque no me consideraba una amenaza, ¿cierto?
   Se me contraen los brazos cuando libero toda la fuerza y abro los ojos. Los de él están brillándome más de cerca y me atemorizan demasiado. No puedo evitar sentir mucho miedo pero sólo espero que no salga gritando en cualquier momento y eso lo haga arrancarme la lengua. En cambio, mientras suelto disimuladamente una bocanada de aire siento que me libero una tensión en el pecho. El animal estira su cabeza en mi dirección con el hocico en alto e inclina sus orejas. Comienza a acercarse con recelo sólo para olfatearme. Y lo dejo hacerlo.
   Contengo mi respiración y le rezo a quien quiera que me escuche para que no abra la bocota y me mastique la cabeza. Es entonces que la puntita helada de su nariz me respinga cuando la siento al contacto con mi piel y nos asustamos ambos. El lobo retrocede de un salto y resopla como si el susto le hubiera molesta. Mueve constantemente sus orejas -como si las estuviera sacudiendo- y me mira de soslayo. Parece tal cual un perro pero veinte veces más gigante y momentáneamente me encuentro reprimiéndome la risa. No puedo creer que se vea adorable y que den ganas de apachurrarlo a besos pero se me va cuando recuerdo que es un jodido animal salvaje y que su instinto pueda distorsionarse cuando le entre el hambre y yo esté a su alcance.
   De todos modos me mantengo en son de paz. Me deslizo lentamente por la roca hasta que mi trasero se congela al contacto del suelo y puedo sentarme con las rodillas dobladas como indio.  No pretendo hacerle daño siempre y cuando él siga mostrándose así de tranquilo. Cuando el lobo deja de resoplar vuelve a acercarse a mí a pasos desconfiados y la cabeza agachada. Me mira por encima de su cabecita con la esa mirada azulada estirada hacia abajo. Como si estuviera haciendo un maldito puchero. Pero vuelve a alargar su hocico hasta mi cara para seguir olfateándome. Su naricita me roza en algunas partes y me reprimo la risa para no asustarlo como hace rato. Su cabeza va descendiendo hasta que se hunde por mi cuello y mi maldito trasero de miedosa reacciona impulsivamente otra vez, respingándome y asustándolo. Me tapo la boca de golpe esperando a que me arranque un brazo ésta vez.
   Pero en cambio, el lobo se apoya sobre sus dos patas traseras momentáneamente y resopla como si no hubiera estado satisfecho. Enarqué una de mis cejas.

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora