Capítulo treinta y tres

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— Se te abrió

— ¿El qué? — frunció su ceño.

— En tu mejilla...

   Exton maldijo poniéndose de pie y yéndose por un pasillo. Conté los segundos para que volviera. Me ponía ansiosa de solo quedarme unos segundos sola en la casa. Pero Exton regresó con la cara lavada. Una brecha había vuelto a abrírsele y una línea de sangre había comenzado a bajarle. No sé cómo no se dio cuenta antes.

— Luce mal... — comenté — ¿Te duele?

— No viene al caso.

— Puedo ayudarte.

— No te desvíes, Dylan... — advirtió poniendo casi aquel mismo tono.

Bufé — Pues no sé qué quieres que te diga, si ya dijiste que lo sabías todo.

— Quiero escucharte a ti decirlo.

— ¿Por qué? — ladeé momentáneamente mi cabeza — Ya lo sabes

— Quiero comprobar que confíes en mí, Dylan. — sentenció mirándome directamente a los ojos; sin titubeos ni nada por el estilo — ¿Puedes hacerlo?

   Estoy segura que fue como meterme de cabeza al fuego. ¿Que si yo confiaba en él? Ni si quiera sabía si confiaba en mí misma. De momento se me había pasmado el frío con toda la tensión que me entró desde el cerebro hasta la punta de mis pies. Exton estaba mirándome sin vacilar a los ojos y su mirada estaba al contraste de la noche; oscura. Su pupila estaba gigante y tampoco su voz así de ronca estaba ayudándome.
   Hablamos de lo mismo que él ya sabía. Se lo conté todo para que lo comprobara. ¿Qué iba a perder? Cambiaba de semblante cada vez que la cosa se intensificaba. Yo pensé que si ya sabía que no iría a expresarse tanto con la cara. Bufaba y se soltaba risitas cargadas de sarcasmo, pero no palabras. Por otro lado, supuse que todavía él no pensaba soltarme a mí los detalles mientras yo no estuve. Sabía que no me lo dejaría tan fácil siempre y cuando él obtuviera lo que quería. ¿Y yo qué? Joder, estábamos pacíficos y sin gritarnos, probando la confianza del otro, escuchando lo que el otro decía sin meter la lengua de intermedio, sin burlarnos del otro o sin mandar al diablo al otro. Pensé que nada de esto existía en su burbuja pero aquí estábamos. ¿Por qué no ejercer mi turno?

— Es mi turno — sentencié preparándome en otra posición sobre el sofá — ¿Qué hay de ti?

— ¿Tenías miedo?

— ¿Qué? — me bloqueó — ¿De qué hablas?

— Que si sentiste miedo cuando pasó todo eso. — dijo obviando el hecho de que ya habíamos cambiado de roles.

Puse mi mejor cara de pocos amigos. — No te desvíes tú ahora.

— Contesta — Suspiré poniendo los ojos en blanco y rehusándome a contestar. — ¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso?

— No haré lo que tú me digas cuando tú no quieres contestar a mis preguntas. — me quejé poniéndome en negación.

— ¿Cómo dijiste? — se acercó de un tirón y comenzó a forcejearme la cobija con la que estaba calentándome.

— ¡Hey! — me quejé haciéndole fuerza — ¡Suelta!

— ¿No estás en mi casa? — preguntó burlón haciéndose el loco.

— ¡Exton! — la jalé en mi dirección — ¡Ya basta!

   Exton soltó una risotada que me hizo sonreír inconscientemente. Sabía que yo estaba descargando toda mi fuerza por quedarme con la cobija mientras él a penas usaba menos de la mitad de la suya, y eso no era justo. Se me arrugaba la cara cada vez que pretendía llevármela más. Era inútil y de momento solté un chillido. Pero el grito lo solté cuando Exton me tomó con la guarda baja y tiró de la cobija completamente hasta él, llevándome enredada con el impulso hasta estamparme contra su pecho y sujetarme de la cintura.
   Se me tensó la vida; me congelé. El semblante más amigable que nunca había visto en su cara fue apagándosele una vez habíamos quedado cara a cara. Estábamos tan cerca que sentía su lenta respiración en mi cara y el latido de su corazón arrimado contra mi pecho. De momento sentí que había entrado en calor en menos de lo que el fuego pudo hacerlo. Podía tirar la cobija y estaría calientita. Literalmente se me había esfumado el frío cuando caí en sus brazos, casi olvidándome que peleábamos amistosamente por evitar congelarme.
   Me tomé el atrevimiento... No sabía qué cojones estaba pasando por mi cabeza. En realidad estaba en blanco. Solo estaba concentrada en este preciso momento en donde sus ojos iban de un lado a otro sobre los míos. Seguían oscuros pero sabía que no estaban apagados. Simplemente sus pupilas querían seguir creciéndole más de lo normal mientras seguía mirándome. Arrastré mis manos por su pecho hasta que me sujeté de su nuca y se me erizó la piel cuando sentí mis dedos al contacto con su pelo. Tenía la boca entreabierta desde hace rato y estaba distrayéndome demasiado. Los tenía humedecidos aunque estaban un poco magullados como la mayoría de su cara. No sabía por qué el corazón lo llevaba a mil... Bueno, sí sabía. Solamente no quería pensar en eso ahora. Le pedí a los santos que Exton no notara lo nerviosa que estaba poniéndome.

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora