Epílogo

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La hija del cazador. La única, de hecho.

La única a la que le tocaba pagar. 

   La única de los Woods que no había seguido con la comisión familiar. Sin embargo, no había sido suficiente. Ni si quiera para su propia madre, quien desde un principio siempre quizo cobrarles lo que les habían arrebatado. Que sus planes no hubieran salido como esperaban fue exactamente en donde todo comenzó a derrumbarse. Y los Scott no estaban para perder tiempo. Pues un corazón resentido no era suficiente, si no nueve.

Entonces ahí había iniciado todo.

   Cuando los devoraron como marionetas dentro de un teatro. Cuando les arrebataron más de la mitad de sus familias. Cuando se saciaron, unos a otros. Incluyendo a los más pequeños. Cuando los colgaban en vitrinas. Patrones jamás antes vistos. En chaquetas, bolsos y calzados. Cuando los mutilaron. Estaban totalmente irreconocibles. Cuando la guerra había acabado al haber aniquilado a la presa mayor.

El Wood mayor. Su líder. Su capataz.

Al aniquilarlo, suponían que la caza acabara. Pero al no ser así, tampoco podrían quedarse de brazos cruzados. Irían por una segunda ronda. Y así fueron. No obstante, no pudiendo salirse ésta vez con la suya.

Dejando un pillaje. Uno de mucho más valor que acabar con los cazadores.
 

— ¿Mamá?

Parpadeé. Me había espabilado momentáneamente.

— ¿Sí, cariño?

— Ya es hora.

   Lo miré pero volví a encararme con las lápidas. Hacía mucho que no había podido visitar a ninguno de los dos. Y aunque había sacado el día de hoy para hacerlo, supuse que habíamos estado más de la cuenta y aún teníamos cosas de la mudanza qué desempacar. La noche estaba por caer y tampoco quería que la lluvia que habían pronosticado nos atrapara sin ningún paraguas.

— ¿Ya te despediste? — pregunté mientras iba levantándome del suelo.

— Así es. — contestó, agarrándose de mi mano — Le prometí a tío Roy que volveríamos dentro de un tiempo y a la abuela también. Solo debían disculparnos lo ocupados que nos tenía la mudanza.

Sonreí. Abracé a mi niño por los hombros mientras nos encaminábamos a la salida del cementerio.

— Ese es mi campeón.

— Mamá — detuvo nuestra caminata cuando se despegó para mirarme a la cara —, debo mostrarte un lugar.

Fruncí mi ceño — ¿De qué hablas?

— Es un muy bonito lugar. ¡Sé que te va a gustar! De hecho pensaba en que podríamos ir a visitarlo cada vez que viniéramos aquí.

Dexton...

— Mamá — el par de ojos azulados que cargaba como todo un heredero, me suplicaban que confiara en él —, será rápido. Luego podríamos volver con más calma. ¡Solo quiero mostrarte una cosa!

Suspiré. No había forma de poder resistirse a cada característica que compartía con él.

— Bien... ¡Pero será rápido! El camino a casa es largo y lo sabes.

— Lo sé. — respondió contento, reanudando nuestra caminata y volviendo a colgarse de mi brazo.

— ¿Sabes cómo llegar? — pregunté, realmente sintiéndome curiosa sobre qué lugar podría tratarse que yo no me conociera en este pueblo.

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora