Capítulo treinta y siete

1.9K 179 31
                                    

— ¿De dónde saliste? — le pregunté

Obviamente él no iba a soltarme palabra, aunque si lo hiciera ya nada iría a sorprenderme más. Sin embargo, resopló como si me hubiera respondiendo. Se levantó en sus cuatro patas y comenzó a sacudirse el pelaje para removerse la nieve de encima. Comenzó a dar pasos en mi dirección. Iba tan lento y relajado como si yo tuviera todo el tiempo del mundo para esperar a que acabara y llegara. Cuando ya está demasiado cerca yo retrocedí como un acto reflejo pero, lo hice gruñir y pegárseme más.

— ¿Qué es? — pregunté exasperada — Escucha... ¡Joder!

El lobo se apoyó en sus patas traseras y con sus delanteras me obligó a tumbarme en el suelo de culo. Pegué el grito porque no estaba esperándomelo pero supongo que no me austé. Si después de todo este tiempo quiere arrancarme la nariz de cuajo, que lo haga. No me importaría, en serio.
Me le quedé mirando a los ojos cuando él también me posó su mirada azulada. Hice ademán de ponerme de pies otra vez pero él consiguió impedírmelo poniéndose por encima de mí. Tanto que su hocico estaba a punto de chocarme contra la frente sino inclinaba su cabeza. Podía sentir su respiración golpeándose contra mi cara. Estaba fría pero su cuerpo era todo lo contrario.

— ¿Qué te pasa?

Me ignoró inclinando su cabeza a un costado de mi cuerpo. Se desvió por mi brazo derecho comenzando a husmearme. Con su hocico trató de remover la tela del suéter que cubría mi brazo. Intentó agarrarlo con la boca pero sus mordidas eran tan suaves que no le eran suficientes para sujetarlo. Por eso se molestó y se salió de encima de mí sacudiendo la cabeza y resoplando. Dio saltitos como un mismo niño haciendo una perreta, lo juro. Es que podía añorarlo ahora mismo.

— ¿Qué? — reí — ¿Qué quieres? — me descubrí el brazo y lo alargué en su dirección.

Los pequeños cortes cerrados en sangre seca salieron a la luz. Entonces él volvió a acercarse con la cabeza gacha. Su mirada hundida en petulancia iba viajando de mis ojos a mi brazo. Cuando ya no tenía más que acercarse, volvió a humearme el brazo desnudo esta vez consiguiendo que me respingara. Se me erizó la piel por lo frío que estaba su hocico pero comenzó a darme cosquillas su lengua lamiendo él área.

— Basta... — dije entre risas tratando de apartar mi brazo pero su cabezota iba a tumbarme hacia atrás si seguía acercándose en plan de no perder mi brazo de vista.

Estiré mi otro brazo para sobarle los pelos de entre sus orejas. Es tan suave y caliente que podría quedarme dormida. Sería genial para todas estas jodidas noches tan frías. Al igual que cuando tengo pesadillas... ¡De las cuales me había olvidado, joder, por estar con Exton! Ahora no abría solución. Irían a atacarme con más fuerza.
Cuando el lobo se cansó -o terminó, lo que fuera- me levanté de la nieve y volví a sacudirme la ropa. No sabía qué hora era pero sabía que llevaba tiempo desde que me encontré con el lobo. De todas formas, no estaba muy lejos de casa. Así que, rebusqué mi celular entre mis cosas. Me toqueteé las caderas tratando de encontrar alguna bolsa dentro de la ropa donde pude haberlo guardado.

— Ay, no me jodas... — palidecí — ¡Mi celular, joder! No pude ser tan estúpida para dejarlo en su departamento, ¿verdad? — dije hablándole al lobo que me miraba con cara de estatua — Dime que no, por favor...

Lloriqueé sintiéndome más estúpida que la última vez. En serio, qué perfecto nombre para mí. Suspiré vagamente y levanté mis pies de debajo de la nieve para seguir con mi caminata a casa. Me tomaría una eternidad con los tacones y los pies congelados pero tenía que hacerlo. Me despedí del lobo con mi lloriqueo y no sé si comenzó a seguirme pero, de todas formas terminaría encontrándome con él.

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora