Capítulo treinta y uno

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— Dylan — me sacó del trance haciendo que volviera a mirarle a los ojos — ¿Estás escuchándome? — Sentí que su mano me apretó el brazo y se me erizó la piel. Estaba caliente y era la primera vez que teníamos un contacto físico tan directo. 

— ¿Q-Qué haces aquí? — musité — Estás...

— Lo sé... — me interrumpió — Pero tenemos que irnos, ¿entiendes? Voy a explicártelo todo cuando estemos en otro lugar. — dijo con la expresión hundida en angustia por convencerme.

— Pero... — me espabilé tratando de organizar mi cabeza sino quería estar a punto de explotar— ¿Qué pasa?

— Por favor, vamos... — dijo tratando de todavía no perder la paciencia — Vámonos y te explico to...

— ¿Por qué debemos irnos a otro lugar? — lo interrumpí mirándolo de pupila en pupila.

Quiero decir... Era Exton... Después de tres días, ¡era Exton, joder! Y estaba todo moretonado, golpeado, suspicaz, intrigado y, ¿estaba pidiéndome que saliera de aquí porque sí? ¡O sea! ¿Cuando cojones iba a poder venir a la biblioteca para leerme los libros sin tener que salir huyendo?

— Joder, Dylan — maldijo torciendo los ojos — ¿Vas a cuestionarme ahora? — me miró de hito de hito intentado advertirme con su inquisitiva y persistente mirada azul apagado — Te espero afuera.

Exton se levantó hundiéndose más la cabeza entre la gorra y el gorro de la sudadera y se fue. Yo me quedé en el mismo lugar con la mente en blanco y la mirada estática.

   ¡¿En qué momento?! Quiero decir... ¡Joder, la mente estaba dándome vueltas! Comencé a reírme agarrándome de las sienes. ¿De verdad estaba aquí? ¿Por qué regresó? Me puse a pensar en muchas cosas unidas y no sabía en qué conclusión apoyarme. ¡Después de toda la mierda que pasó, cuando más decidida pensé que estaba sobre haberlo espantado como a una rata, cuando me planteé dejar de pensarlo demasiado; apareció. Y vino a joderme más todavía.

— No sé qué es lo que pasa contigo. — dije dispuesta a seguir mi caminata de largo — Pensé que habíamos dejado las cuentas claras.

— ¿De verdad quieres saber qué pasa conmigo? — preguntó con una chispa de sorna — Bien, te diré qué pasa conmigo, Dylan... — el tono fastidiado de su voz hizo que me girara para encararlo y cuando estaba en plena acción, me respingué cuando me lo encontré muy cera y retrocedí — Tú, maldita sea. Tú eres lo que me pasa. — lo miré de hito en hito perdiendo mi aliento — ¿Por qué cojones no me dejas protegerte?

Tardé unos segundos en regresar a mi mente. — ¿Protegerme? — lo miré como si hubiera perdido la cabeza — ¿Protegerme de qué? Si a penas sabes lo qué pasó en estos días y, ¿ahora vienes en plan de protegerme?

Exton alzó las cejas — ¿Eso es lo que crees? — chasqueó la lengua — Bien. Entonces, ¿quién fue él cabrón, dijiste? — preguntó haciéndose el jodido y maldito pendejo sabio — Sé que Roy fue quién te salvó, pero quiero saber quién fue el cabrón. ¿Que ya está muerto, dijiste otra vez? Pues ya lo sabía, Dylan.

   Se cruzó de brazos y me miró con el semblante hundido en enojo. Estaba retándome, estaba esperando a que dijera algo más para él saboteármelo. Pero cuando se dio cuenta de que me había arrancado la lengua de lo perpleja que me había dejado, se llevó el llavero que traía en manos y rodeó mi auto hasta el lado del conductor.

— Súbete o me iré con tu propio auto. — dijo antes de encender el motor.

Ésta es la segunda vez que no me queda más qué hacer. A pesar del terrible encuentro, por alguna razón me siento aliviada. Estoy a punto de comérmelo a gritos pero me alegra que...esté devuelta.

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora