Capítulo cuarenta y tres

2.3K 188 67
                                    

Final

Exton no contestó. Sin embargo, se fue directamente a la cocina. Cuando regresó, me puso entre las manos un cuchillo para que lo tomara con fuerza. Yo a penas estaba reparando lo que él estaba haciéndome agarrar. Un nudo se me apretó en la garganta.

— Sujétalo bien. — ordenó — Si alguien aparece no dudes en defenderte, ¿entendiste?

— ¿Q-Qué? ¡Espera! — lo agarré del brazo antes que hiciera ademán de darse la vuelta — Voy contigo, Exton. No vas a dejarme otra vez. ¡No vas a...

— ¡Hey, Dylan! — Exton se apresuró en agarrarme del rostro cuando comencé a alterarme — Necesito que te tranquilices. Volveré lo más pronto posible. Lo prometo, ¿sí?

— ¡No! — vociferé, llenándome la mirada de lágrimas — ¡No quiero quedarme sola, Exton! ¡Voy conti...

— ¡Vamos, Dylan! ¡No hagas las cosas más difíciles! — me interrumpió — Voy a volver.

No podía fiarme. ¡No sabía qué iba a hacer ni a dónde iba a ir! ¿Y si no podía volver? ¿Y si algo le pasaba? ¡Éstas situaciones me ponían los nervios de punta, las odiaba! ¡Odiaba no saber con certeza si volvería a verlo! ¡Y encima, él se empeñaba en separarnos!

— ¿A dónde irás? — pregunté con la angustia apretándome en la garganta — ¿Qué vas a hacer?

Voy a ir a acabar con esto. — sentenció. Me agarró de la nuca para depositarme un beso fugazmente en la frente y se dio la vuelta. — Espérame.

— Exton, n-no... — Cruzó la puerta yéndose a zancadas. — ¡Exton!

   Salí al porche yéndome tras él en plan de perseguirlo pero me detuve cuando lo vi irse corriendo en cuatro patas en dirección al bosque. Se me pusieron los nervios de punta al quedarme completamente sola. No me di cuenta cuando se me cayó el cuchillo. En mi mente seguían reproduciéndose todas esas voces que no supe identificar pero que obviamente pertenecían a los Scott.
   Temí que volvieran a aparecerse como dijeron que harían. Ésta vez, Exton no estaría. Así que me adentré a la casa como alma que llevaba el diablo y azoté la puerta. Cerré todas las ventanas con las que me topé y les corrí las cortinas. Aseguré las puertas y las tranqué con los controles. La casa quedó completamente a penumbras, así que encendí un quinqué y me quedé en la cocina. Agarré otro cuchillo y me enjuagué la cara mojada. A pesar de que estaba nerviosa y asustada, seguiría las instrucciones de Exton. La sensación caliente del pecho se me había corrido por todo el cuerpo y la mano con la que sostenía el cuchillo me había comenzado a temblar. Intenté inmovilizarla tratando de que el miedo no me consumiera completamente.
   Tenía que soportarlo. Exton me prometió que regresaría. Debía ignorar mis malos presentimientos. Cuando regresara le pediría de una vez que los fuéramos. ¡Que nos largáramos lejos de todas las personas que querían hacernos daño! No sé por qué no lo pensé antes. ¡Él mismo me lo había dicho! Nos hubiéramos ahorrado toda ésta mierda, por su puesto que sí. No podía seguir pensando. Las lágrimas me seguían bajando sin importar cuánto me las limpiara. En eso, escuché un ruido.

— ¡Exton! — fue lo primero que solté.

   Se me pasó cuando vi que una puerta se había abierto sola. A veces pasaba. Sin embargo, se me esfumó la idea cuando reparé en que no había forma de que las cosas se movieran solas sin la ayuda del viento. ¡¿Qué viento iba a entrar cuando yo había cerrado todas las ventanas?! Sentí una presión en el estómago. No dejé de mirar la puerta entreabierta. No podía ver nada del interior, así que agarré el quinqué y comencé a acercarme con la cuchilla primero que mi cuerpo.
Iluminé una fila de escaleras abajo. Era la puerta que daba al sótano. En otra situación ni para el carajo hubiera bajado. En cambio, tenía que asegurarme de que no hubiera nadie. Con éstas piernas de gelatina que tenía ahora, a lo mejor con el primer paso me iba rodando. Eso era lo de menos. Tragué saliva. No quería que la vista siguiera nublándoseme por las lágrimas. ¡Quería parar pero no podía!
   Cuando llegué había una ventana abierta. El frío me abrazó las piernas haciéndome tiritar. Antes de dar otro paso, iluminé a mi alrededor con el quinqué y el cuchillo en alto. Era un sótano mucho más pequeño que el mí casa pero tenían cierto parecido en la fachada. Cerré la ventana, pensando en si alguien ya había logrado meterse. Se me saltó el corazón y volví a iluminar mi alrededor. No escuchaba nada y lo único que veía eran sombras. No obstante, me sobresalté yo misma cuando mi propia cadera chocó contra un frigorífico de piso. Me extrañó encontrarlo abierto. Era del tamaño de una pequeña mesa rectangular y estaba en función, soltando más frío por la estancia. Me acerqué en plan de cerrarlo pero el susto hizo que me alejara de golpe y dejará caer el cuchillo .

Afternoon » njh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora