Capitulo treinta y seis

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Camus no entendía el sentir de Dégel. No sabía qué estaba pasando por su mente, pero podía ver que algo estaba mal. Así que decidió tomar la iniciativa y hablar con él.

- Dégel, ¿Qué pasa? - Preguntó Camus, deteniéndose en el camino y mirando a Dégel con preocupación - ¿Qué te está molestando?

Dégel se detuvo también, y se volvió hacia Camus. Por un momento, se quedó en silencio, mirándolo con una expresión intensa. Luego, se encogió de hombros y miró hacia abajo.

- Nada - Susurró Dégel, con una voz baja y débil. - No es nada importante.

Camus se sintió un poco frustrado. Sabía que Dégel no estaba diciendo la verdad, pero no sabía cómo hacer que se abriera con él.

- Dégel, por favor - Le habló Camus, poniendo una mano en el hombro de Dégel - Hablemos sobre esto. ¿Qué está pasando?

Dégel se quedó en silencio por un momento, y luego miró a Camus con una expresión que parecía una mezcla de tristeza y confusión -¿Tú... sientes algo por Seraphina? - Preguntó Dégel, con una voz que parecía temblar un poco.

Camus se quedó sin palabras por un momento, sorprendido por la pregunta de Dégel. Luego, se recuperó y respondió con una sonrisa - ¿Yo? No, Dégel. No siento nada por Seraphina de esa manera. Pero... ¿tú sientes algo por ella?

Dégel se sorprendió un poco por la pregunta de Camus, y se encogió de hombros - No... no sé. Pero vi cómo la cuidabas, cómo te preocupabas por ella. Y me pregunté si...

Camus se rió suavemente y sacudió la cabeza.

- No, Dégel. La estaba cuidando porque... porque es una persona importante para Unity, para ti, y yo quería ayudar - Dijo Camus - Eso es todo.

Dégel lo miró con una expresión escéptica, pero no dijo nada más. Camus se sintió un poco aliviado de que la conversación hubiera terminado, pero también se sintió un poco culpable por no haberle dicho la verdad a Dégel sobre la petición de Seraphina.

Ambos alzaron la mirada y se quedaron en silencio, admirando las auroras boreales que danzaban sobre ellos. El cielo estaba lleno de colores vibrantes y movimientos hipnóticos, y ambos se sintieron atraídos por la belleza del momento.
Sin decir una palabra, se miraron el uno al otro. Sus ojos se encontraron y se sintieron atraídos por la presencia del contrario. El tiempo pareció detenerse, y todo lo que importaba era el momento presente.

Dégel se sintió perdido en los ojos de Camus, y Camus se sintió igualmente atraído por la mirada de Dégel. El aire estaba lleno de tensión, pero no era una tensión incómoda. Era más bien una sensación de conexión y entendimiento mutuo.

Ambos se quedaron allí, mirándose el uno al otro, sin necesidad de palabras. El momento era suficiente, y la conexión entre ellos era palpable.
Dégel rompió el silencio, su voz apenas un susurro - Es bonito - Agregó, refiriéndose a las auroras boreales.

Camus sonrió y asintió - Sí, lo es -  Respondió igualmente de manera suave.

Ambos se quedaron un rato más, disfrutando del momento y de la belleza del cielo nocturno. Pero eventualmente, la realidad volvió a imponerse y decidieron regresar a la cabaña.

Mientras caminaban, Dégel y Camus no hablaron mucho. Ambos parecían estar perdidos en sus propios pensamientos, sin tomar en cuenta lo que habían sentido momentos antes.

La conexión que habían sentido bajo las auroras boreales parecía haberse desvanecido, y ambos volvieron a su rutina normal. Pero aunque no lo admitieran, ambos sabían que algo había cambiado entre ellos.


Dégel despertó en la madrugada, sintiendo una sensación de inquietud y ansiedad. No podía conciliar el sueño, y su mente estaba llena de pensamientos y emociones contradictorias.

Tuvo la mala suerte de soñar esa imagen de Camus y Seraphina juntos aunque Camus lo haya negado, nuevamente seguía resonando en su mente, y no podía evitar sentir una punzada de celos y tristeza. Se preguntaba si Camus realmente sentía algo muy en el fondo por Seraphina, en sus sueños pasaba los peores escenarios.

Se sentó en la cama, intentando calmarse y racionalizar sus pensamientos. Pero no podía evitar sentir que su corazón estaba siendo desgarrado por la idea de que Camus podría estar con alguien más. Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana, mirando hacia fuera en la oscuridad de la noche. Estaba solo en su habitación, confundido, y no sabía qué hacer con sus emociones.

Dégel se puso su abrigo y salió a dar una caminata en la oscuridad de la noche, a pesar del frío que lo rodeaba. Necesitaba escapar de sus pensamientos y emociones, la caminata parecía ser la única forma de calmarse.

Mientras caminaba, Dégel se sintió cada vez más abrumado por sus emociones. La idea de que Camus podría estar con Seraphina lo estaba consumiendo, y no sabía cómo manejar sus sentimientos.

Finalmente, cuando estuvo lo suficientemente lejos de la cabaña, Dégel se dejó caer de rodillas en la nieve. Se cubrió la cara con las manos y gritó, liberando toda la frustración y la tristeza que había estado acumulando.

- ¡Todo el mundo me dice que pierdo la cabeza por Camus! - Gritó Dégel, su voz resonaba en forma de eco - ¡Pero yo no sé qué hacer! ¡No sé cómo actuar! ¡No sé cómo dejar de sentir esto!...

Dégel se quedó arrodillado en la nieve, gritando y llorando hasta que se sintió exhausto. La madrugada parecía haberse vuelto aún más oscura y fría, y Dégel se sintió completamente solo y perdido. Se sintió completamente abrumado por sus emociones. No sabía cómo responder a ello, cómo manejarlo, cómo calmarlas. Se sentía como si estuviera siendo consumido por una tormenta emocional que no podía controlar.

La idea de que Camus podría estar con Seraphina lo estaba llevando al límite. Dégel se sentía como si estuviera caminando por un precipicio, sin saber si podría mantener el equilibrio.

Su corazón latía con fuerza, su respiración era agitada, y su mente estaba llena de pensamientos confusos y contradictorios. Dégel se sentía como si estuviera perdiendo el control, como si estuviera siendo arrastrado por una corriente emocional que no podía detener.

En ese momento, Dégel se sintió completamente vulnerable, completamente expuesto. No sabía cómo protegerse, cómo defenderse de sus propias emociones. Se sentía como si estuviera desnudo, sin armadura, sin defensas.
La noche parecía haberse vuelto aún más oscura, aún más fría. Dégel se sintió como si estuviera solo en el universo, como si nadie pudiera entender lo que estaba pasando por su mente y su corazón.

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