Capítulo veintisiete

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A la mañana siguiente, Dégel despertó con una sensación extraña, como si algo hubiera cambiado dentro de él. Se sentó en la cama y se frotó los ojos, tratando de recordar lo que había pasado el día anterior.

De repente, la imagen de Camus apareció en su mente, y se sintió invadido por una oleada de emociones. Recordó la forma en que Camus lo había mirado, la conexión que habían establecido en ese momento.
Pero Dégel no sabía qué hacer con esas emociones. No sabía qué significaba esa conexión que habían establecido. Se sentía desconcertado y confundido.

Se levantó de la cama aún con un poco de dolor y se dirigió al espejo por unos momentos. Se miró a sí mismo, en su piel aún quedaban algunas cicatrices de la batalla anterior, intentaba entender qué estaba pasando dentro de él. Pero su reflejo no le dio ninguna respuesta.
Dégel se sintió frustrado y ansioso. No sabía qué hacer con sus sentimientos, y no sabía cómo enfrentar a Camus de nuevo. Sentía como si estuviera  atrapado en una lucha interna. Por un lado, sentía una atracción irresistible hacia Camus, pero por otro lado, sabía que como caballero del Santuario, no podía permitir que esos sentimientos lo dominaran, o al menos eran las enseñanzas de Krest.

Se recordó a sí mismo que su honor y su reputación estaban en juego. No podía permitir que su debilidad por Camus lo llevara a comprometer su integridad como caballero del Santuario y mucho menos que la guerra santa estaba a unos pasos de suceder.
La traición de Aspros era solo el comienzo y no podía bajar la guardia por sus deseos del alma.

A pesar de sus esfuerzos por reprimir sus sentimientos, no podía evitar pensar en Camus. La imagen de aquel joven que roba sus pensamientos se le aparecía en la mente una y otra vez, cada  segundo que pasa está más confundido y ansioso. No sabía cómo enfrentar a Camus de nuevo, y no sabía qué decirle. Pero sabía que no podía evitarlo. Tenía que enfrentar a Camus y tratar de mantener su honor intacto.

Justo en ese momento, la puerta se abrió lentamente y era Camus quien llegó a la habitación de Dégel, preocupado por el.
Al entrar en la habitación, Camus se encontró con Dégel sentado en una silla, mirando hacia la ventana con una expresión pensativa. Camus se acercó a él y se sentó a su lado.

- Dégel ¿Cómo sigues? - Preguntó Camus, mirándolo con preocupación acercándose lentamente, esperando no importunar.

Dégel lo miró intentando notarse natural hacia Camus y sonrió débilmente - Estoy bien, Camus. Solo estoy un poco cansado... Aunque tu ayuda anoche me sirvió demasiado.

Camus lo miró con escepticismo - ¿Seguro? La misión fue muy dura. ¿No te duele nada?

Dégel se encogió de hombros intentando controlarse - Un poco. Pero estoy bien. De verdad - Mintió, era algo que no hacía a menudo pero lo creía necesario.

Camus asintió, aunque no estaba convencido. Se quedó sentado en silencio durante un momento, mirando a Dégel con una expresión pensativa.
De repente, Dégel se levantó y se acercó a la ventana. Camus se levantó también y se acercó a él, mirando hacia la ventana junto con Dégel.

El silencio entre ellos era cómodo, pero Camus podía sentir la tensión en el aire. Sabía que Dégel estaba luchando con algo, pero no sabía qué era.
¿Acaso el dolor de la batalla de anoche? La posible llegada de nuevos problemas en el santuario? Porqué si, anoche cuando se durmió en la biblioteca pudo escuchar fuertes ruidos provenientes del templo del patriarca y algo le decía que Dégel estaba preocupado por esa situación.

Por su parte, Camus también estaba un poco incómodo con las emociones que había estado experimentando últimamente. No estaba acostumbrado a sentirse de esa manera, y no sabía cómo manejarlo. Pero, a diferencia de Dégel, Camus había aprendido a controlar sus emociones a lo largo de los años así mismo como se lo recalcaba a Hyoga.

Como caballero del Santuario, Camus había sido entrenado para mantener la calma y la compostura en situaciones difíciles. Sabía cómo enfocarse en su objetivo y no dejar que sus emociones vayan primero que su determinación.

Pero, a pesar de su entrenamiento, Camus no podía evitar sentirse atraído por Dégel. No sabía qué era lo que lo atraía de él, pero sabía que no podía ignorar esos sentimientos.
Mientras miraba a Dégel de perfil, Camus se sintió invadido por una sensación de ternura. Quería acercarse a él, abrazarlo y protegerlo. Pero sabía que no podía hacer eso. No todavía.
En lugar de eso, Camus se limitó a permanecer a su lado, mirando hacia la ventana y tratando de entender lo que estaba pasando dentro de él.

Dégel, por su parte, parecía perdido en sus propios pensamientos. Camus se preguntó qué estaría pasando por su mente, y si alguna vez podría encontrar el valor para preguntárselo.

Camus se dio la vuelta sin decir alguna palabra y se dirigió hacia la puerta, dejando a Dégel solo en la ventana. Se fue hacia la cocina, donde regularmente las doncellas del santuario dejan los alimentos listos para cada caballero y regresó con una charola cargada de platos y tazas. Se acercó a la mesa donde Dégel solía comer, dejó la charola sobre el mueble de madera y dirigió su mirada hacia Dégel, que aún estaba en la ventana, perdido en sus pensamientos.

- Dégel, tu desayuno está listo - Dijo Camus, tratando de romper el silencio incómodo entre ellos dos.

Dégel lo miró y por un momento, sus ojos se encontraron. Camus sintió un escalofrío recorrer su espalda, y se preguntó si Dégel había notado algo. Aunque  Dégel solo asintió y se acercó a la mesa, sin decir nada. Camus se quedó de pie, observándolo mientras se sentaba a comer.

Dégel se sentó en la orilla de la cama y miró a Camus, que aún estaba de pie - ¿No te sientas a desayunar conmigo? - Preguntó Dégel, con una leve sonrisa.

Camus se sintió sorprendido por la invitación, pero se recuperó rápidamente - Claro - Respondió tomando asiento en la silla frente a Dégel.

Mientras desayunaban, la conversación fluyó con facilidad. Dégel habló sobre su misión con Defteros y los berserkers junto con la posible nueva amenaza de Aspros al no saber que puede ocurrir después de pedirle al patriarca que retire a Aspros como candidato. Camus escuchó atentamente, haciendo preguntas y ofreciendo comentarios para resolver sus dudas y sobre todo entender que al igual que su época, el puesto de patriarca era un tema muy controversial.

Pero a pesar de la conversación amistosa, Camus no podía evitar sentir una tensión subyacente. Sabía que sus sentimientos hacia Dégel iban más allá de la amistad, y se preguntaba si Dégel había notado algo.
Dégel, por su parte, parecía relajado y contento, disfrutando de la compañía de Camus. Pero Camus se preguntaba si Dégel estaba sintiendo algo similar, o si solo estaba siendo amable con él.

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