Schäger. ©

vingt huit.

Eran las siete cuando mi padre y yo ya estábamos listos para ir a Volterra, donde se encontraba el pura sangre Venice que nos ayudaría a salvar a Edward.

Tras la despedida de mi madre, que por orden de mi padre no nos acompañó, ahora nos dirigíamos a toda prisa hacia allí. El tiempo era crucial, por eso no podíamos perder ni un sólo segundo.

-Holly, no hables. Si te preguntan, no respondas. Déjame todo a mí, ¿has entendido? -ordenó mi padre pisando tierra. Ya habíamos llegado.

-Sí papá. -murmuré asustada.

Mi padre siempre era así, pero sólo en ocasiones de extrema necesidad. Por eso ahora estaba tan asustada, no se estaría comportando así si no estuviésemos en peligro y eso me aterraba. No sólo por Edward, sino por mi familia.

Anduvimos hasta llegar al que supuestamente era donde vivía Venice. Barlow llamó a la puerta y en efecto, al abrir pude divisar a uno de los pura sangre que tanto había oído hablar. Además, el aspecto delataba lo que era.

-Pasar, rápido. -susurró metiéndonos prisa.

El interior era oscuro y tenue, pero en cierto modo acogedor. Y aunque era demasiado grande para mi gusto, lo tenía muy bien ordenado todo. Algo que me pareció raro para un vampiro tan antiguo.

-Pensé que estaríamos solos. -dijo mi padre. No supe por qué dijo eso hasta que divisé a una chica joven en las escaleras.

-Es mi hija, quería darte de nuevo las gracias por salvarla la vida. -explicó Venice. Mi padre asintió complacido, acercándose a la chica y estrechándola la mano mientras ella le daba las gracias.

Mi padre, tan noble como era, asintió con la cabeza mientras le daba un cálido beso en la frente. Venice, que miraba la imagen complacido, fijó su mirada en mí.

-Así que tu eres la partícipe de todo este embrollo, ¿verdad joven? -asentí recordando las palabras de mi padre: "No hables."

-Veo que Barlow ya te ha dado indicaciones, y lo entiendo. Pero conmigo puedes hablar, os voy a ayudar a ti y a tu amigo. -sonreí sin enseñar los dientes.

-Venice, es por precaución. -interrumpió mi padre-. La quieren a ella a cambio de Edward, o le matarán. Y no tendrán ningún escrúpulo en hacerlo. -carraspeó.

-Lo sé, por eso tenemos que tener cuidado y ser sigilosos. Nadie sabe que os voy a ayudar, por lo que podemos tenderles una trampa. -Barlow frunció el ceño.

-¿Qué tipo de trampa? No quiero arriesgar a mi hija a nada. Hago esto por ella y porque el chico es un amigo de la familia, pero no permitiré que la maten a ella antes que a él. Ni por encima de mi cadáver. -dejó claro.

-Tranquilo Barlow, sé lo que me hago. -se rascó la barba-. Esta tarde será el congreso, por lo que parte de su clan asistirá. Podemos aprovechar ese momento de debilidad por parte suya para atacar.

-Si ellos asisten al congreso, los que estarán con Edward serán los neófitos, ya que ellos no pueden ir al congreso. -explicó mi padre mientras yo escuchaba-. Por lo que tenemos que tener sumo cuidado.

-Pero sólo somos tres. Ellos serán muchos más, podrán con nosotros. -murmuré.

-Tiene razón. -agregó Venice-. Puedo reunir a un par de amigos, pero poco más.

-Podemos llamar a mamá. -mi padre me miró pensativo.

-No quiero meter a tu madre en todo esto. No quiero perderla. -dijo con voz ronca. Mi padre amaba a mi madre con todo su corazón, siempre lo había hecho así que entendía su posición.

-Barlow necesitamos apoyo. Lilly es fuerte, podrá de sobra. Además, no dejaremos que les pase nada ni a ella ni a Holly. -concluyó Venice.

-Está bien, con Lilly y con tus dos amigos seríamos 6. Dado el caso de que acepten.

-Aceptarán.

-Bien, pero aún seguimos siendo muy pocos. -pensé rápido. Podría pedir ayuda a Emmett, pero sería muy arriesgado debido a que los que tienen a Edward son el clan de Báster, el clan de Emmett.

-Podríamos pedir ayuda a Emmett. -soltó mi padre de repente. Venice abrió los ojos.

-¿Emmett? ¿Después de lo que ocurrió años atrás? No creo que quiera ayudarnos, y menos a Holly. -intervine.

-Me ayudará, pero no quiero ponerle en peligro.

-Podemos usarle como cebo. -fruncí el ceño-. No en ese sentido, sino engañar con su ayuda a su propio clan, a su propia madre. -tragué saliva. Eso sería arriesgarnos mucho, pero tampoco teníamos muchas más opciones-. Está claro, tenemos que tenerle con nosotros y podremos sacar a Edward de allí casi sin que nadie lo note. Ellos confían en él, pero él en ellos no.

-Le llamaré. -dije apartándome de ellos a una sala aparte. Busqué su numero y tras unos cuantos toques, lo cogió.

-¿Holly? ¿Ocurre algo? ¿Estás bien? -dijo nada más contestar.

-Hola Emmett, y sí, ocurre algo y necesito tu ayuda. -pedí con prisa.

-Es sobre un tal Edward, ¿verdad? -carraspeé.

-Sí, ¿cómo lo sabes?

-Mi madre me ha estado hablando de él y de lo que quieren hacerle a tu familia, aunque me lo llevaba oliendo desde hace un tiempo. -explicó.

-Por favor, necesito tu ayuda Emmett. Sé que no me he comportado nada bien contigo, y que no te di las gracias por salvarme de aquel neófito en mi casa, pero de verdad que te necesito. No te llamaría por nada, de verdad. -le rogué. El soltó una carcajada.

-Holly cielo, no hace falta que me ruegues ayuda. Siempre te ayudaré en lo que tú y tu familia necesitéis. Aborrezco a la mía, así que sí. Os ayudaré. -dijo provocándome una enorme sonrisa. Mi corazón comenzó a bombear con fuerza, estaba cada vez más cerca de salvar a Edward.

-Ven a casa de Venice cuanto antes, te explicaré todo.

-Allí estaré. -dicho esto, colgó.

Guardé mi teléfono y me dirigí al salón donde se encontraban Venice y mi padre seguramente planeando el golpe de esta noche.

-¿Y bien? -preguntó Barlow al verme. Sonreí satisfecha dando a entender que todo saldría sobre ruedas, provocando otra sonrisa en Venice.

-Estará aquí de un momento a otro. Sólo pido por favor que lo protejáis. No quiero que le ocurra nada. -rogué sabiendo que ellos le protegerían a él también.

-No lo dudes cariño. -dijo mi padre abrazándome. Nunca lo hacía, así que me resultó algo extraño-. Todo va a salir bien, y salvaremos a Edward en un abrir y cerrar de ojos. -susurró, besando suavemente mi cabeza con cariño, mientras me aferraba más a él, buscando el calor que había añorado tanto tiempo desde su último abrazo.

-Te quiero papá. -susurré casi para mí, aunque sabía perfectamente que él me había escuchado.

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