deux.

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-Vale, pero primero contéstame. -bufé-. ¿Qué pasa?

-Nada, simplemente me quiero ir, por favor. -cogí mis tacones que se me habían caído por su culpa y empecé a andar antes de que me lo volviese a impedir.

Tendría que haberme quedado en la casa. ¿Y si me ve? Mierda, no puedo permitir que me vea así.

-¡Espérame al menos! -le hice caso omiso y seguí andando casi corriendo, tenía que estar a cubierto del sol cuanto antes-. ¿Pero qué mierda te pasa Holly? -gritó.

-Ya te lo explicaré, ahora o corres o te quedas ahí solo. -dije sin mirar atrás.

Llegamos a la casa -enorme por cierto- de dos plantas con grandes habitaciones y hermosas escaleras principales. Busqué a mi madre por todos lados, pero no la encontraba, ya no quedaba nadie en la casa. Miré el reloj y eran las 6 de la mañana, ¿tanto tiempo he estado fuera? Claro, si salí a las 4 con Edward, haz las cuentas Holly. Resoplé al menos siete veces, no la encontraba y era la única que me podía salvar de esta.

-¿Estás bien? preguntó Edward, ¿no me podía dejar en paz?

-Necesito encontrar a mi madre. -dije alterada.

-Se ha ido todo el mundo, ¿no lo ves?

-No me jodas Edward, ¿en serio? No me había dado cuenta. -pensé rápido-. ¿Podríamos ir a tu casa? -abrió los ojos de inmediato, sorprendido.

-Emmm... Claro, si es lo que quieres. -asentí y antes de que terminase la frase yo ya estaba en la puerta del coche esperándole.

-Vamos. -le apresuré.

Lo abrió y fuimos a su casa. En el horizonte los rayos comenzaban a ser visibles, y mi piel ya estaba sufriendo las consecuencias de ello. Mis manos comenzaron a brillar y a descuartizarse en pequeás fracciones.

-¿Queda mucho? -pregunté nerviosa. Al parecer no se había percatado de nada, aún.

-Dos minutos. -respondió sin dejar de mirar la carretera.

Tapé mis manos con la chaqueta y recé para llegar a tiempo.

Por fin llegamos, y sin saber dónde ir, salí rápidamente del coche y me fui dentro del primer portal que vi. Al minuto vino él, como siempre, sonriendo.

-¿De qué te ríes? -pregunté, no era el momento ni el lugar de reírse, pero al parecer él no lo sabía.

-Oh, de nada. -se aguantó la risa-. ¿Cómo sabías que este era mi portal? -me encogí de hombros.

-No lo sabía.

Subimos las escaleras, y entramos. La casa era más grande de lo que pensé, por fuera parecía algo aburrida, pero como quien dice, no hay que juzgar por la apariencia. No vi fotos familiares, ni nada por el estilo, así que pensé que vivía solo.

-¿No vives con tu madre? -negó con la cabeza.

-Hace tiempo que me independicé, ¿te resulta raro? -preguntó.

-No sé. ¿Tienes agua?

-Ahora te traigo, date una vuelta por la casa si quieres. -asentí y eso hice.

Entré a su habitación, era bastante grande; tenía una cama de matrimonio para él sólo, una terraza con vistas al mar y un vestidor propio. También tenía algunos pósters colgados de la pared, de jugadores de fútbol, baloncesto, y de sus grupos favoritos de música. Me llamó la atención uno de Coldplay, me acerqué y lo observé.

-Aquí tienes. -su voz me asustó.

-No sabía que te gustase Coldplay. -me giré para coger el vaso y después seguir admirando el póster.

Schäger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora