—Holly, hay algo que me preocupa. –dijo después de un rato. Habíamos estado en silencio abrazados.
—¿El qué? –pregunté. Intentaría ayudarle en lo máximo posible.
—Mis padres. ¿Han hablado con tu madre? ¿Les habéis dicho algo? –oh, sus padres.
—No tienes de qué preocuparte. Mi madre les tranquilizó diciendo que te habías ido conmigo a una especie de viaje sorpresa, y que por eso no sabían nada. –aclaré.
—¿Y se lo creyeron? –preguntó no muy convincente.
—Al parecer, sí. –me encogí de hombros–. Nuestras familias siempre han tenido buena relación. Supongo que por eso no han dudado de nosotros. La verdad, ahora que lo pienso me siento un poco mal por la mentira...
—Mentira piadosa. Además, fue para protegerme. No es culpa tuya ni de tu familia lo que me ha pasado Holly. –suspiré. Yo sabía que en realidad sí lo era, pero no quería discutir ahora eso.
No me apetecía discutir, simplemente.
—Creo que deberías comer algo. –dije levantándome de la silla, viendo si había algo comestible en la nevera. Ni siquiera estábamos en mi casa, pero el dueño nos había dado total libertad hasta que encontrásemos otro lugar.
Ni se me había ocurrido mencionar mi casa como próximo lugar donde dormir. Ya sabía la respuesta, así que me ahorré la discusión con mis padres y preferí aguantarme estando en casas ajenas.
—Sí, la verdad es que tengo mucha hambre. –confesó con un quejido al bajarse de dicha mesa.
—¿Te apetece una tortilla? No te creas que hay mucha variedad de productos en esta nevera. Ya sabes. –entendió al momento a lo que me refería y agachó la cabeza. Era normal que se sintiese algo cohibido en mi mundo.
Sería extraño si no lo estuviese.
—¿Puedo preguntarte algo? –rompió el silencio justo cuando abrí el primer huevo para echarlo en la sartén.
—Depende de la pregunta, y si es necesario que sepas la respuesta. –contesté amablemente, echando los huevos en el aceite hirviendo, con cuidado de no quemarme.
Años haciendo huevos fritos y no terminaba de hacerlo bien. Aunque en este caso no eran huevos, era tortilla. Al caso.
—¿Por qué tu familia no... come humanos? –no pude evitar reírme.
—¿Qué? –le miré incrédula–. Por favor Edward, deberías saber que los vampiros no comemos humanos. Les chupamos la sangre para nuestra propia supervivencia, nada más. –dije negando la cabeza.
Se rascó la nuca–. Ya bueno... eso. ¿Por qué no lo hacéis? –buena pregunta para empezar.
—Verás, mi familia y yo somos de un tipo distinto de vampiros. Hay muchas razas, como de perros, caballos, peces... Aunque nos une nuestro mismo origen y leyes. Sí, tenemos leyes. Somos una comunidad, como la de los humanos. –respondí antes de que me preguntase–. Nosotros somos la raza Schäger, de las pocas que se considera vegetariana y que no necesita sangre humana para sobrevivir.
—¿La has probado alguna vez? –asentí.
—Hace muchísimo tiempo. Es algo así como una especie de chuchería para un niño pequeño: algo bonito y apetecible, pero que sabes que te hará daño. En este caso a nosotros no nos hace daño la sangre humana, como te he dicho podemos vivir sin consumirla. –paré un segundo para sacar la tortilla de la sartén -que ya estaba lista- y que no se quemase–. Toma. –le tendí la tortilla en la mesa y me senté en la encimera, frente a él para seguir explicándole–. Para mí la sangre humana es como un dulce prohibido, la mayor de las drogas. Puedo tomarla cuando quiera, con sus consecuencias claro. Mi autocontrol depende de mi estado de ánimo. –me cortó.
—Espera, espera, espera. –paró–. Cómo... ¿cómo has podido aguantar sin probarme a mí? –oh mi Edward.
—¿Te soy sincera? –asintió—. No lo sé. Me es muy difícil tener ese autocontrol cuando tú estás cerca, créeme. –se estremeció un poco–. Tranquilo Edward, llevo muchos años a tu lado, si no te he matado aún es porque no he querido. –reí pero él se puso blanco–. Hablo en serio. No voy a hacerte daño, no al menos intencionadamente. –me acerqué a él y me senté a su lado, tocándole la mano. Pero la apartó.
—Lo siento Holly, em... Estoy algo inseguro ahora mismo. Es decir, yo...
—Edward, el único momento en el que mi autocontrol se fue a la mierda fue en el motel. Cuando me tocaste por primera vez, cuando te acercaste a mí de esa forma... créeme que fue en ese momento cuando quizás pude haberte mordido, pero no lo hice. No sé cómo, pero no lo hice. –pareció relajarse–. No podría hacerte daño. No ahora que sé que tú y yo... –me callé. Ya estaba hablando de más.
—¿Tú y yo qué?
—Que tú y yo... sentimos lo mismo. –excusé.
—Hmm... –no dijo nada más. Se centró en su comida mientras yo miraba un punto fijo. Mirando a la nada, pensando en todo.
¿Acaso Edward dudaba de mí? ¿A estas alturas? ¿En serio? Me parecía increíble, aunque era totalmente lógico. Es un humano, y yo un maldito vampiro. No le he dado tiempo a asimilar las cosas. Apenas sabe desde hace unas semanas lo que soy, y ya le han secuestrado, volado por los aires, dormido, y por si fuera colmo, besado por un jodido vampiro. ¿Quién traga eso en unos días así sin más?
Nadie. Y menos Edward, que conociéndolo estará día y noche comiéndose el coco con el tema. Él es muy de darle a la cabeza, y con el tun tun se vuelve loco.
De repente entró mi padre en la cocina. Pensé que iba a coger algo de agua, pero no, se acercó a nosotros y se sentó frente nuestra.
—Antes de nada, quiero deciros un par de cosas. –Edward me miro algo asustado–. Lo primero, Edward, sé que es mucho pedirte y que aún tienes miles de preguntas, pero lo primero es la seguridad y como comprenderás no nos sobra tiempo y menos haciendo lo que hemos hecho. –no explicó más aunque yo sí que entendí por donde iban los tiros–. Necesito que te mantengas en silencio en todo momento, aunque supongo que lo ibas a hacer de todas formas. –asintió. Él era de confianza, eso no se dudaba–. Ni a tus padres, amigos, policía, nadie. Repito, nadie. Ya que a cuanta más gente involucres, más gente morirá. –abrió los ojos–. Es la ley, querido. Y yo soy uno de los mayores jefes –hablaba con términos que pudiese entender, ya que si le decía que era un pura sangre nos tiraríamos hasta mañana explicándole toda la historia—. Al caso, tu silencio te protegerá. A ti y a tus seres queridos, ¿vale? Entiende que si la humanidad se entera de nuestra existencia, podría ser catastrófico. –pareció entender–. Y lo segundo, para ti Holly. A partir de ahora estás a cargo de él hasta que estemos en un lugar más seguro. Estarás a su lado en todo momento, y ten el móvil a mano siempre y disponible por si no estamos cerca y ocurre algo. Repito, no te separes de él por ninguna jodida circunstancia, ¿entendido? –asentí.
—Tampoco tenía pensado hacerlo. –confesé y él asintió de acuerdo.
—Sólo era eso. Estoy aquí para protegeros, a los dos. Así que un poco de contribución no vendría mal. –nos guiñó un ojo–. Las cosas a partir de ahora no serán nada fáciles, y para nada como antes. Quiero que lo sepáis. En especial tú, pequeña. –y una vez dicho aquello, salió por donde había entrado dejándonos a Edward y a mí con la misma sensación en el cuerpo: miedo.
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Gracias, y perdón por la tardanza.
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Schäger. ©
VampireEnamorarme de ti o entregarte la capacidad de destruirme, como quieras llamarlo. ➸ vampiros. 3 febrero 2015: #72 in vampiros. 18 julio 2015: #152 in vampiros. 5 septiembre 2015: #465 in vampiros. 6 noviembre 2015: #752 in vampiros. 7 noviembre 2015...