vingt deux.

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El cuerpo de Edward comenzaba a moverse poco a poco por el roce de mi piel con la suya. Estaba tumbada a su lado con mis dedos acariciando su brazo.

Cuando mi padre se fue anoche, no pude volver a dormir. Sus palabras se quedaron grabadas en mi mente como si de algo extraño se tratase.

"Y no te separes de él, ya que le has metido en nuestro terreno, no le podrás sacar tan fácilmente."

Esto era precisamente a lo que no quería llegar. Pero con la tozudez de Edward era imposible. Cuando se proponía algo no paraba hasta conseguirlo.

Recuerdo que su madre me contó que cuando era pequeño quería ganar el campeonato de baloncesto, y no paró hasta conseguirlo. Estuvo una semana entrenando día y noche sin apenas descanso y se hizo un esguince en la muñeca, pero aún así lo consiguió. No se sabe cómo, pero lo hizo. Lo triste es que su madre no sabe que lo hacía para complacer a su padre, no por placer propio.

Un gruñido me despistó, se había despertado. Sus ojos se abrían lentamente mientras esbozaba una pequeña sonrisa al verme.

-Esto si que son buenos días. -susurró somnoliento.

-Buenos días dormilón. -seguí acariciado su brazo-. ¿Qué tal has dormido?

-Muy bien la verdad. -al menos no se había dado cuenta de lo de anoche-. ¿Y tú?

-Normal. -me encogí de hombros-. ¿Te apetece desayunar algo?

-Claro, pero antes me daré una ducha rápida. Si quieres ve bajando y ves lo que hay, y si te gusta desayunamos aquí y si no vamos a algún bar de la zona. -asentí.

-Te espero abajo entonces. -me despedí con un movimiento de mano y cerré la puerta de nuestra habitación.

Apenas había gente alojándose en este lugar, aunque tampoco me extrañaba. Era pequeño y algo pobre, pero al menos era acogedor para una noche.

Sin embargo, en el restaurante sí que había más gente; niños correteando por todos lados, gente mayor conversando o simplemente leyendo un periódico, y alguna que otra pareja desayunado juntos. Fui a ver qué había de desayuno y nada más fijarme en que ofrecían huevos con bacon, decidí desayunar aquí sin pensármelo dos veces.

Cogí un desayuno similar al mío para Edward y me senté en una mesa esperándole. Constaba de; dos huevos fritos con bacon, dos tostadas con mantequilla y mermelada y un café con leche. El de Edward era igual exceptuando que a él no le gustaba la mermelada ni el café, así que le cogí leche normal.

Pocos minutos después apareció sonriente con el pelo húmedo y alborotado. Se veía bien.

-Ya veo que has decidido desayunar aquí, y veo el por qué. -dijo mientras miraba el manjar que tenía delante-. Que buena pinta tiene, y cuanta gente hay, ¿no? -miró hacia los lados sorprendido.

-Eso pensé yo al entrar. El motel está casi vacío, sin embargo el restaurante no. -me encogí de hombros-. Hay que admitir que el desayuno está riquísimo. -dije mientras me introducía un trozo de bacon en la boca. Estaba muy bueno.

-Tienes razón -dijo probándolo también-. Deberíamos venir más veces a desayunar aquí.

-Estoy de acuerdo. Rico y barato, la combinación perfecta. -reímos los dos mientras masticábamos.

El desayuno se pasó entre risas y tonterías, tanto que estuvimos conversando después de terminar casi una hora entera. Tampoco teníamos nada mejor que hacer a decir verdad.

De repente, la gente se fue yendo poco a poco del lugar, algo que nos extrañó a Edward y a mi.

-¿Por qué se van todos de repente? -preguntó sabiendo que yo tampoco sabia la respuesta.

-No tengo ni idea. -me levanté para mirar por las ventanas y vi la razón-. Se avecina una tormenta de cojones Edward, ¡tenemos que irnos! -grité asustada.

-Ey tranquila, no será para tanto. -dijo mientras se acercaba a mí mirando también por la ventana, pero su expresión cambió por completo al ver lo que se avecinaba-. Mierda. -susurró mientras agarraba mi brazo fuertemente.

-No es una tormenta, ¿verdad? -le miré buscando tranquilidad, pero lo único que encontré fue miedo en sus ojos.

-Me temo que no Holly. Es un tornado. -susurró casi inaudito. El miedo me calaba los huesos al igual que él.

Mucha gente moría a causa de los tornados, ya que por esta zona frecuentaban. Y no era algo para tomárselo a broma. No se sabe el por qué, pero los de aquí son fuertes y son caracterizados por su gran capacidad de destrucción.

Nos encontramos con la dueña del motel, que recogía todo lo que podía y lo metía en una maleta. Al vernos, quedó boquiabierta e inmediatamente nos gritó:

-¡Qué hacéis jóvenes! ¿No veis lo que se avecina? ¡Tenéis que iros o no sobreviviréis bajo estas paredes! -sus gritos me aterrorizaron aún más.

-Edward, ve arrancando el coche, yo recojo nuestras cosas. Espérame en la puerta, bajo en tres minutos. -y dicho esto, subí corriendo las escaleras para después tirar la puerta de un golpe y recogí rápidamente todas nuestras pertenencias. No estábamos para dejar nada, ya que escaseábamos de dinero y no podíamos volver a mi casa. Pero claro, eso Edward todavía no lo sabía.

Cuando cogí todo, bajé escopeteada hacia el coche y allí estaba Edward, al volante y esperándome con la puerta abierta. Se bajó para ayudarme a guardar todo en el maletero y arrancó inmediatamente fuera de aquel lugar, sin tener un rumbo exacto.

Nuestras respiraciones agitadas era lo único que se escuchaba en el coche. Eso y el ruido del viento golpeando el vehículo. La radio no funcionaba, ya que probablemente el tornado se habría llevado las antenas y no había emisión.

-¿Dónde vamos? -preguntó temblando.

-No lo sé, pero el tornado se acerca Edward. -dije mirando hacia atrás. La velocidad de un tornado podría alcanzar hasta los 300 km/h, y mi coche no superaba los 280 km/h. Sólo había una cosa que podía hacer para salvarnos si el tornado se seguía acercando, pero la descarté al recordar que Edward no podía verme en ese estado.

-Mierda, mierda, ¡mierda! -gritó Edward parando el coche.

-¿Qué haces parando el coche? ¿¡No ves que el tornado está a un kilómetro escaso de nosotros!? -grité.

-No tenemos gasolina. -dijo en un susurro que apenas oí. No, no podía ser.

Me acerqué para verificarlo y en efecto, no quedaba gasolina. No joder, no ahora.

-¿Qué hacemos Holly? -estaba pálido.

-Sé una manera de irnos antes de que el tornado nos pille. -dije seria.

-¿Cual? Es imposible Holly. Ni corriendo llegaríamos lejos. Estamos perdidos. Y encima en medio de la nada, ¡joder! Quién nos mandaría irnos a ese estúpido motel en medio de la nada. -maldijo mientras se bajaba del coche. Estaba perdiendo los nervios.

-Edward, sólo te pido una cosa. -le miré fijamente a los ojos mientras intentaba mantenerme en pie al igual que él. El viento era muy fuerte, cada vez más.

-Lo que sea. Si total, moriremos.

-No, no moriremos si confías en mi. -me miró dudoso.

-¿Confiar en ti? Ya lo hago Holly. No es el momento de estupideces por favor.

-Sólo dilo. -insistí. Necesitaba saber que confiaba en mi para hacer lo que iba a hacer.

-Sí Holly, confío en ti.

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