vingt neuf.

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No había pasado ni un cuarto de hora desde que llamé a Emmett y ya se encontraba aquí. Mi padre se encargó de contarle toda la situación con pelos y detalles, ya que mi nerviosismo no me lo permitía y en parte me sentía algo avergonzada con Emmett por lo que pasó la última vez que nos vimos.

Sí, cuando le eché de mi casa prácticamente. O mejor dicho cuando se fue debido a mi estupido comportamiento.

<Normal que te vaya tan mal en el amor, Holly.> me recordó mi subconsciente.

–Holly –alguien me llamó. Me di la vuelta y era Emmett–. ¿Podemos hablar un momento? A solas. –aclaró.

Asentí con la cabeza mientras iba con él a una sala aparte.

Una vez dentro cerró la puerta tras de sí y se giró de inmediato para verme. Se acercó a mí rápidamente y quedó a centímetros de mí.

–No puedo esperar más para follarte. –dijo bruscamente intentando besarme. Yo me aparté.

–Emmett, no. No quiero que confundas mi llamada con esto. Lo de la última vez fue increíble, pero no puede repetirse más. –dije cortante, pero él parecía no entender y seguía con su sonrisa lasciva en el rostro.

–No lo puedo evitar, es mi instinto de poseerte continuamente. Eres mi droga Holly. –rodé los ojos.

–Ese es el problema. Sólo quieres poseerme, y yo necesito más que eso. Quiero sentirme querida, ¿es que no lo entiendes? –escupí. Nunca entendió ese concepto.

–Puedo darte eso. Todo lo que tú quieras. Pero.. –le interrumpí.

–No, no quiero nada tuyo. Solo tu ayuda. Si estás dispuesto a aceptar eso, perfecto, le salvarías la vida a mi amigo y a mi familia. Sino, vete, pero no vuelvas. –dije apartándome de él con un empujón.

Él hizo una mueca–. Si tu amigo no fuese tan gilipollas no estaríais en este problema. –masculló.

–Tú sí que eres gilipollas. Déjale en paz. –le defendí. Edward no le había hecho absolutamente nada a Emmett, no tenía por qué hablarle así.

–Eso, eso, tú defiéndelo. Así has acabado. Metiendo a toda tu familia en un pozo sin fondo del que no podréis salir. –escupió.

–¿Sabes qué? Es mi problema si me junto o no con humanos como Edward. Es más, lo volvería a hacer con tal de volver a sentir lo que sentí por él. ¿Por qué? Porque sentí. Cosa que contigo jamás he hecho ni haré. –mis ojos comenzaban a aguarse–. Prefiero que te vayas sinceramente. No quiero tu ayuda. –dije sentándome en una silla cercana. No quería llorar, nunca lo hacía y no lo iba a hacer ahora.

Era asqueroso.

–No voy a irme. Yo a diferencia de ti te sigo queriendo, pero que quede claro que hago esto por tu familia ya que se han comportado genial conmigo siempre. Ahora sí me disculpas, siento haber sido tan obvio con mis intenciones. –se escabulló como si de humo se tratase. Para variar.

Yo me quedé ahí, de pie, mirando a la nada pero pensando en todo. Para ser clara en Edward, una vez más, y en cómo podría sacarle de ese lugar. Esa era mi prioridad ahora mismo, porque si algo se pasase, no me lo perdonaría en la vida.

***

Ya era la hora de partir con el plan. No estaba muy emocionada en eso de ir tras seres que ni yo misma sé exactamente qué son, pero sí estaba segura de esto. Sólo porque me traería a Edward de vuelta.

–Holly, ¿todo claro o te repito las reglas? –volvió a preguntar mi padre.

–No papá, todo captado. –rodé los ojos–. No mencionar que vamos a salvarle y ser sigilosa. De acuerdo, de acuerdo. –mascullé. Emmett me miró mal–. Tú deja de mirarme mal no vaya a ser que te arranque los ojos. –dije bruscamente. No tenía derecho a mirarme y menos después de lo antes. No quería nada de él.

Schäger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora