trente et un.

168 13 2
                                    

—¿Algo así como mi alma gemela?

—Algo así como tu alma gemela.

La cabeza me comenzó a dar vueltas y por un momento pensé que me iba a desmayar.

Era imposible. Imposible, imposible, imposible. Edward no podía ser mi alma gemela. Definitivamente no.

—Se lo que estás pensando Holly, y sí. Lo es. El libro lo ha escrito.

—A la mierda ese puto libro. Soy yo la que tengo que escribir mi destino, no ese libro. ¡A la porra! –casi grité. Segundos después me di cuenta de que era absurdo gritarle a mi madre de aquella forma ya que ella no tenía la culpa.

—Que el libro lo diga no significa que tengas que pasar el resto de tu vida con esa persona. Es tu decisión. El libro simplemente lo escribe. Además, si no llega a ser porque Barlow es tu padre y es un pura sangre, no te enteras de tu destino. Piensa un poco hija, ¿estarías en desacuerdo de que Edward lo fuese si no te lo hubiera contado de esta forma? –aquella cuestión me hizo pensar–. En el fondo sabes que no. Tu boca dice que sí, pero tu interior me demuestra que no. Eres muy mala mintiendo cariño, siempre has sido incapaz de cubrir tus emociones. –y maldita razón que tenía.

—Pero no puede ser mamá, yo, Edward... –dirigí mi mirada hacia él y quedé casi inmotizada.

—Ojalá te vieses con los ojos que te estoy viendo yo ahora. –dijo sonriendo.

—Esto nunca me había pasado antes. –murmuré sin dejar de mirarle–. Es como si una fuerza invisible me atrajese hacia él sin yo quererlo. Es algo inhumano, casi anormal. –confesé al fin, agarrando la fría mano del castaño.

—Me recuerdas tanto a tu padre. –suspiró–. Si te das cuenta, tú estás en su posición y yo en la de Edward, por lo que sé cómo os sentís cada uno.

—Sigue siendo muy raro. –susurré–. Ahora dime mamá, ¿tú crees que Edward seguirá queriendo ser mi amigo después de todo lo que ha pasado? –ella asintió rápidamente, casi sabiendo que la iba a formular aquella pregunta.

—Sí. Es inevitable. Él siente cuatro veces lo que tú sientes por él, y al ser tú no es lo mismo que con un humano. Una vez que entras en el juego, vamos a llamarlo así, es difícil salir. Y Edward entró hace mucho tiempo... –mi madre comenzaba a asustarme.

¿Por qué había tenido que esperar tanto para contarme todo esto? Si lo llego a saber ni le hubiera besado. En serio, cualquier cosa menos enamorarme de Edward.
No por nada, sino porque es un humano. Un maldito humano frágil y pequeño, al cual podría aplastar como si de una mosca se tratase... Incluso en un momento de ira podría llegar a matarle. Mierda, ¿es que acaso ese tal libro sagrado era estúpido? ¿Emparejarme con un humano? ¡Por favor!

Pero ¿por qué no podía parar de mirarle? ¿Por qué me era tan gratificante sentir su tacto con el mío? ¿Por qué tanto empeño en salvarle la vida? ¿Por qué tantas ganas de besarle en este mismo instante?

<Holly estás loca, definitivamente. Este tema te está dejando tonta, será mejor que lo dejes> me decía mi subconsciente.

Ya lo sé. Rematadamente tonta estoy. Y loca para variar. Una vampiresa loca y tonta, emparejada con un humano y perdida en no sé qué pueblo de Francia.

Todo era genial y mejoraba por momentos. Nótese la ironía.

—Lilly, ¿me podrías dejar sola? –le pedí a mi madre. Al igual que a mi padre, en algunas ocasiones les llamaba por su nombre propio.

—No olvides lo que te he dicho. –susurró plantándome un beso en la frente. En otra situación la habría gritado por hacer eso, pero ahora no. Estaba necesitada de cariño, aunque jamás lo hubiese confesado.

Schäger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora