Capítulo 18

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SAVANNAH:

Releí una y otra vez la carta hasta que sentí las pisadas de Marcus subiendo las escaleras, comencé a entrar en un estado de pánico total.

Me asustaba el hecho de que Marcus se enterase, sabía que había sido injusta con él al enojarme por lo de Gabrielle cuando yo le ocultaba más cosas: como el simple hecho de que estoy casada con un vampiro original, que quiere tener su cabeza como trofeo encima de su chimenea.

No me preocupaba que se enojase conmigo por ocultárselo, me preocupaba que al contárselo haga alguna locura, no conocía hasta donde eran sus límites y prefería no conocerlos. Por más que Marcus sea un Alpha y tenga un muy buen entrenamiento, Maximus era muy poderoso y tenía la habilidad de ilusión, podía hacer que veas lo que él quería si tú se lo permitías al mirar sus ojos.

— ¿Cariño? – escuché los pasos más cerca de la habitación así que rápidamente coloqué la carta en mi bolso. Lo sé, muy ingenioso —. ¿Sabes cómo se preparan las galletas de chocolate? Es que me han dado unas tremendas ganas de comer unas.

— Claro, vamos – sonreí con nerviosismo y lo llevé hacia la cocina.

— ¿Te pasa algo?

— No. Ahora ven aquí y ayúdame.


[...]


— ¡No lo puedo creer! – chillé, tomándome todo el vaso de agua.

— Lo siento.

— Recuérdame nunca dejarte solo en una cocina... te dije que tenías que ponerle azúcar, no sal. Son las peores galletas de chocolate que he probado en mi larga vida.

— No ha sido mi culpa – se excusó, frunciendo el ceño —. No es mi culpa que no le pongan etiquetas a estas cosas, como iba a saber si era azúcar o sal.

— Eres un desastre – afirmé acercándome a él y dejando un rápido beso en sus labios.

— Amas a este desastre.

— Como sea, ahora hay que limpiar todo esto... no me explico cómo es que hay un pedazo de masa para galletas pegado en el techo – miré hacia el techo y luego vi a Marcus quien se encogía de hombros, sonriendo con nerviosismo.

— Los misterios de la vida...

Luego de veinte minutos de limpiar decidimos ir a dar una vuelta por el pequeño pueblo que había a unos kilómetros.

— Toma – me extendió una mochila —. Pon algo de ropa – dijo saliendo de la casa.

Fruncí mi ceño pero hice caso y subí las escaleras, para colocar una muda de ropa, volví a bajar y vi a Marcus esperando afuera.

She is my mate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora