Capítulo 03

164K 10.6K 1.9K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




— Basta, por favor... — esas palabras no eran suficientes para el Rey de los vampiros, Robert, lleno de odio y furia volvió a abrir las rejillas haciendo que los rayos solares se filtran por estos y que quemaran la piel de la Vampiresa, quien gritaba y lloraba de dolor mientras se retorcía en las cadenas de plata, quemando así también sus muñecas y tobillos.

Su padre sonreía al ver sufrir a su hija de aquella manera y hacia oído sordo a las súplicas de la joven.

Así habían pasado horas torturando a la Vampiresa con diferentes metales y exponiéndola al sol sin su anillo.

Robert gozaba y reía mientras veía la muerte de su propia hija, pero no llegaba al punto de matarla, no le convenía muerta, tenía demasiado poder para desperdiciarlo.

Con el inmenso poder de la joven vampiresa el Rey había conseguido miles de títulos y había ganado miles de batallas manipulando a las personas.

La Vampiresa ya no tenía fuerzas para abrir los ojos, mucho menos para moverse, su cuerpo lleno de cortes y ampollas no dejaban que se mueva, en otro caso todo aquellos hubiera sanado en minutos, pero no había consumido sangre en casi ya dos meses de tortura. No sabía de donde había sacado tanta fuerza, quizás de la poca y asquerosa sangre de los pequeños ratones que rondaban por las noches en aquel calabozo. Pero lo que si sabía era que ya no tenía fuerzas para seguir, podía sentir cada célula de su cuerpo dejar de trabajar.

— ¿No cree que ha sido suficiente tortura? — la voz de Edward, un fiel seguidor del Rey, resonaba en los pasillos del calabozo.

— Tal vez, puede que ya empiece a aburrirme — el Rey se encogió de hombros y tiró el cuerpo desmayado, de una joven mucama, a la celda de su hija — Aliméntate, te necesito bien para la cena de mañana en la noche.

La joven mucama despertó al sentir el golpe del frío piso y se encontró con unos brillantes ojos rojos que la miraban cómo si ella fuera su próxima presa, y lo era.

Al sentir el olor a sangre de los cortes de aquella joven, la Vampiresa saltó y en un ágil movimiento ya estaba de pie, no sabía de donde había sacado la fuerza para levantarse, pero lo que si sabía era que la sed de sangre era mucho más grande que todo aquello.

Pasó la lengua por sus labios imaginando el sabor de la sangre en ellos y antes de que la mucama se diera cuenta del ataque de su asesina, la Vampiresa ya había quebrado el cuello de la joven dejándola muerta en cuestión de segundos.

Nunca había matado mujeres, tampoco niños; pero esa vez necesitaba sobrevivir para poder vengarse y por más que intentó controlarse para dejar con vida a la joven, sabía que nunca lo habría logrado, ya que una vez probado una gota de sangre, la naturaleza la llamaba a ser una asesina por impulso.

She is my mate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora