Pesadillas

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—"¿Qué es esto? Estás oscuro, y hace mucho frío. No, espera, no hace frío. Es dolor, sólo siento eso. Todo el cuerpo, un dolor insoportable. Dueledueledueledueleduele... Y tampoco está oscuro, es simplemente que no hay nada que ver, ni siquiera oscuridad. No hay nada. Nadanadanadanadanada. Tampoco... soy capaz de pensar con claridad. ¿Acaso estoy hablando ahora mismo? ¿O estoy pensando? Por qué... ¿por qué me has hecho esto? No creo que nadie merezca algo tan horrible, ni siquiera yo. Es cierto que he hecho cosas horribles. He matado a gente, muchísima. He arrasado todo lo que es tuyo. Te lo he quitado todo, al igual que tú a mí. Pero yo... lo siento... Hey, Etihw".

    Kcalb abrió parpadeando los ojos y suspiró. Lentamente, levantó la tapa de su ataúd con la mano y se incorporó.

    —De nuevo una pesadilla... —murmuró.

    El demonio se bajó de su "cama" de un salto, intentando no hacer mucho ruido para no despertar a Wodahs, quien dormía en una cama de sábanas blancas al otro lado de la habitación.

    Cruzó la sala y abrió la puerta que daba al pasillo. Realmente necesitaba estar un rato solo.

    Recorrió los pasillos del castillo Blancblack, utilizando su visión de Diablo para ver bien en la oscuridad. Cruzó la puerta principal, caminó por los jardines, y llegó por fin a su destino: un lugar apartado del jardín, desde donde se podía contemplar perfectamente la enorme luna llena que reinaba el cielo esa noche, iluminándolo con un brillo blanquecino.

    Y ese brillo enfocaba una silueta acurrucada en la oscuridad, que observaba la luna desde el suelo.

    "Oh, no, ella no...", pensó Kcalb, notando como un escalofrío le recorría el cuerpo.

    Justo cuando iba a darse la vuelta y dar marcha atrás, la chica se giró y dijo con tono alegre:

    —Eh, viejo, ¿ya te vas? ¡Pero si acabas de llegar!

    Kcalb contó hasta diez en voz baja y caminó hacia Yosafire, que brillaba con la luz de las estrellas.

    —¿Se puede saber qué haces aquí a estas horas? —preguntó el Diablo, mirando al cielo.

    —Yo podría preguntarte lo mismo —dijo Yosafire, centrándose en la luna—. Bueno, y también, ¿por qué tu pijama es igual que tu ropa habitual?

    Kcalb entornó los ojos y gruñó:

    —Esto no es un pijama. No me he cambiado para dormir.

    —¡Pero serás guarrete!

    —Cállate.

    El Diablo suspiró y no puedo sonreír levemente. Aunque nunca lo expresaba, sentía un gran cariño hacia la chica de las gafas.

    —Y bueeeeeeno —dijo ésta, cruzando las piernas—. ¿Qué tú por aquí, viejo? Yo no conseguí dormir por una pesadilla que he tenido, en la que Dialo moría y ya no había más pay de manzana. ¡Qué horror! Cuánta hambre pasaba...

    —Yo... —Kcalb recordó su sueño, y cerró los ojos— También he tenido una pesadilla.

    —¿Y de qué trataba?

    —Es un secreto.

    —¡Ooooh, vamos! —insistió la peli-verde— Contarles tus miedos a los amigos ayuda a superarlos, viejo.

    —Primero: tú no eres mi amiga. Segundo: no me llames viejo...

    —¡Porfa, porfa, porfa, porfa, porfa! —exclamó Yosafire.

    —No.

    —Veeeeenga, viejo. ¡Vamos, vamos, vamos, vamos, va...!

    —He soñado con la guerra, cuando Etihw me selló... —Kcalb miró a Yosafire, con sus negros ojos llenos de tristeza.

    —Oh, vaya... —De pronto, la chica parecía algo incómoda— L-lo siento, viejo...

    Kcalb sonrió y le revolvió el pelo al demonio.

    —No te disculpes por eso —dijo—. Yo me marcho ya, es hora de dormir... Y tú deberías hacer lo mismo.

    Sin decir nada más, el Diablo dio media vuelta y emprendió rumbo al castillo Blancblack.

Killer SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora