El portal de luz

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—¡Froze, tranquila, no es para tanto! —rió Yosafire acariciándole la cabeza a su mejor amiga, la cual estaba abrazándola entre sollozos.

    —¡Me tenías tan preocupada! —lloró— ¡Y casi te pierdo, Yosaf! ¡Si no hubieras llegado a tener ese botón, no sé qué habríamos hecho...!

    Mientras tanto, Rawberry también abrazaba a Macarona con una dulce sonrisa en el rostro.

    —¡Menos mal que estás bien! —suspiró aliviada— Si no, ¿quién iba a acompañarme a cazar por las mañanas?

    —D-de todas formas, no creo que quiera hacer eso... —rió nerviosamente la castaña, con una gota de sudor resbalándole por la frente.

    Leila y Gris observaban el reencuentro desde unos cuantos metros de distancia. Leila sonreía abiertamente, pues ella también había estado muy preocupada por sus guías. En cambio, Gris las miraba con los brazos cruzados y algo molesta de que estuvieran tardando tanto en empezar de nuevo a caminar, pero hubo incluso un momento en el que se le escapó una pequeña sonrisita.

    Aunque, tras un rato, su atención se trasladó al Diablo, que se había sentado en una roca cercana y se encontraba contemplando algo parecido a una corona blanca que sujetaba delicadamente con sus manos. La chica se dio cuenta de que esa corona pertenecía a alguien muy especial para Kcalb, pues él la miraba con bastante nostalgia en el rostro.

    Leila escuchó cómo su amiga suspiraba tristemente junto a ella, lo que le hizo girar la cabeza para encontrase cara a cara con la demonio de ojos verdes.

    —¿Te ocurre al...? —fue a preguntar.

    —Será mejor que nos marchemos ya, Lei —la interrumpió dejando de mirar al peli—blanco y volviéndose a su mejor amiga—. A saber cómo está nuestra querida diosa...


***

    

 —¿Cuánto quedaaaaaa? —preguntó con voz irritante por milésima vez Yosafire.

    —¡Poco! —respondió Gris, con la cara roja de ira y los puños apretados— ¡No llevamos caminando ni diez minutos, por Dios!

    —Pero es que me duele mucho la heridaaaa... —siguió quejándose la peli-verde.

    —¿¡Quieres callarte!? —exclamaron Gris y Kcalb al unísono.

    Yosafire les sacó la lengua y se cruzó de brazos. Por lo menos, se quedó en silencio.

    Continuaron caminando unos minutos más, en completo silencio. De vez en cuando, Gris le lanzaba pequeñas miradas a Kcalb sin que él se diera cuenta. Aunque en una ocasión, la vio y le dedicó una sonrisa tímida que hizo que a Gris se le subiera el corazón a la garganta y que se pusiera más roja que la sangre en el jersey de Yosafire.

    Entonces, Leila rompió el incómodo silencio.

    —Oíd... Esto es algo extraño, ¿no?

    Todas las miradas se posaron en ella.

    —¿Qué quieres decir? —preguntó Froze.

    —Si realmente estamos tan cerca de nuestro destino... ¿Cómo es que no nos ha atacado nada aún?

    Gris frunció el ceño con cierta preocupación en su expresión. Se cruzó de brazos, y sin dejar de caminar, se volvió a la rubia.

    —Lo más seguro es que... se encuentren en la aldea, atacando... Tal vez buscándote... —Señaló a Kcalb, pero rápidamente bajó la mano, avergonzada.

    —¿Por qué crees que me buscan? —le preguntó el Diablo. Gris, al darse cuenta de que la pregunta iba dirigida a ella, volvió a girarse ruborizada hasta las orejas y permaneció en silencio, odiándose a sí misma por ser tan tímida cuando se trataba de hablar con Kcalb.

    Al darse cuenta de lo que pasaba, Leila abrió mucho los ojos. De repente, pudo entender porque su querida amiga había estado tan rara esos últimos días. Un millón de pensamientos cruzaron por su cabeza: El día en que Gris le presentó a Kcalb ella se encontraba muy nerviosa. Y cuando la demonio le hablaba sobre el Diablo, siempre lo hacía con una sonrisa bastante extraña en la cara y con los ojos brillantes.

    Rápidamente, la rubia fue a ayudar a Gris.

    —Era sólo una suposición, ¿no Gris? —La miró con una pequeña sonrisa.

    Ella sólo asintió con la cabeza y continuó caminando a paso ligero. Ante la confusión de sus compañeros, Leila se colocó junto a la castaña y le susurró:

    —¿Por qué nunca me dijiste lo que sentías? ¡Se supone que las amigas se cuentan esas cosas!

    Gris la miró de reojo un poco sonrojada.

    —¿De qué hablas?

    —¿Por qué nunca me has dicho que ÉL te gustaba?

    Gris alzó con sorpresa las cejas. Entonces, suspiró y se encogió de hombros.

    —No sé. Tampoco es algo muy importante...

    Leila sonrió de oreja a oreja y dio un saltito de alegría.

    —¡¡Claro que lo es!! —se le escapó. Entonces, se tapó la boca y continuó susurrando—: ¡Es fantástico que estés enamorada de alguien! ¡Y sobre todo de Kcalb! Los dos hacéis una estupenda pareja. A los dos os gustan los dulces, los dos sois tímidos y serios, sois fuertes aunque cariñosos...

    —Pero te recuerdo que él está enamorado de Etihw... —la interrumpió Gris con el rostro lleno de tristeza.

    Leila se calló y la miró, borrando su sonrisa. Era cierto... Se le había olvidado por completo la historia que Kcalb les había contado. Abrió la boca para decirle algo que pudiera consolarla, pero justo en ese momento, Yosafire exclamó algo detrás suya:

    —¡Es allí! ¡Hemos llegado, yujú!

    Todo el grupo dirigió su mirada al lugar al que señalaba la chica, haciéndoles aguantar la respiración. La peli-verde se refería a un portal de unos seis metros de alto y dos de ancho, de brillo anaranjado, que describía espirales en su interior. Sin pensarlo dos veces, todos salieron corriendo hacia aquel lugar hasta encontrarse frente a frente con el portal.

    —Es bastante grande... —dijo Froze examinándolo con determinación— ¿Creéis que da al lugar donde tienen a la señorita Etihw?

    —Comprobémoslo... —dijo Kcalb. Acto seguido, echó un pie atrás para coger impulso y cruzó el portal de un salto.

    —¡Kcalb! —gritaron las chicas (a excepción de Yosafire, que exclamó "¡Viejo!")

    Gris frunció el ceño y sin decir nada, repitió las acciones del Diablo y entró por el portal. Leila soltó un gritito de preocupación y lo cruzó torpemente. Las demás se miraron entre ellas, sin saber qué hacer. Entonces, Yosafire se rió y también retrocedió un par de pasos.

    —¡Esto será divertido! —gritó para luego salir corriendo hacia el portal.

    —¡Yosaf! —exclamó Froze. Se dirigió velozmente a su amiga y la agarró del jersey, dejándose arrastrar.

    Sólo quedaban Rawberry y Macarona. Cruzaron sus miradas, y Rawberry sonrió ampliamente.

    —¡Nos toca! —dijo. Entonces, agarró a Macarona del brazo y tiró fuertemente de ella, arrastrándola con ella hacia el portal.

    —¡No no noooo! ¡No quierooo! —gritó Macarona. Pero por muchos esfuerzos que hizo por deshacerse del agarre de su amiga, terminó entrando en el portal con ella, sin darle tiempo siquiera a gritar de nuevo. 


Killer SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora