Peligro en el Jardín Gris

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—¡Ángel jefeeeee!

    Wodahs se volvió. Grora corría a toda velocidad hacia él, con expresión preocupada. Cuando llegó a su lado, señaló la entrada del castillo Blancblack.

    —¡Tenemos que ir ahora! —jadeó.

    Wodahs frunció el ceño y la miró con su único ojo.

    —¿Otro ataque? —preguntó seriamente.

    La chica simplemente asintió. Wodahs suspiró y cerró los ojos. Instantes después, los volvió a abrir, para encontrarse con la aldea Gris en completo caos. Cientos de murciélagos de luz se encontraban atacando a la gente que había sido lo suficientemente valiente para abandonar sus refugios y luchar por su pueblo. En cambio, el resto de las personas se hallaba en sus hogares, con ventanas y puertas cerradas, rezando por que no les ocurriera nada malo ni a ellos ni a sus familiares y amigos.

    Un hombre pasó corriendo junto al ángel jefe, tropezando con él y cayendo al suelo. Instantáneamente se levantó y le pidió disculpas.

    Wodahs lo observó. Se trataba de un hombre joven de cabello negro recogido en una cola, con un mechón naranja suelto. Sus ojos, del mismo color, eran almendrados y tenían una pupila redonda y grande. Vestía un jersey de cuello alto gris de rayas bajo una chaqueta de cuero de un tono más oscuro. Atada al cinturón, llevaba una larga espada enfundada, la cual tenía sujeta con sus garras de águila.

    —¡Lowrie! —exclamó Wodahs al reconocerlo.

    El profesor lo miró unos segundos. Entonces sonrió levemente.

    —¡Ángel jefe, qué alegría que hayas venido! —dijo— ¡Greif y yo estábamos esperándolo!

    —¡Hey, no es momento de hablar! —les gritó una voz femenina detrás suyo— ¡Os recuerdo que estamos en guerra!

    Wodahs se giró a Greif, una mujer de pelo blanco recogido en una larga cola de caballo. Mientras hablaba, iba asestando golpes a todo murciélago que se le acercara.

    El ángel jefe asintió y se acercó a ella para ayudarla. Mientras que él lanzaba hechizos que destruían cinco o seis de golpe, Greif daba puñetazos sin ton ni son, dejando inconscientes unos cuantos enemigos en un momento, los cuales mataba completamente Lowrie justo después atravesándolos con su espada.

    —¿Cuándo han llegado? —preguntó Wodahs a gritos, para justo después matar a uno de los murciélagos con un rayo de luz rojiza.

     Lowrie se agachó para esquivar a una de las criaturas. Luego se levantó, giró sobre sí mismo y cortó al animal por la mitad con su espada.

    —¡No hace mucho! —respondió— Uno de los ángeles llegó diciendo que había visto como unas cuantas piedras de Dios se habían destruido solas. Minutos después, los murciélagos empezaron a atacar.

    —Eso sucedió... como hace media hora —exclamó Greif tras darle una patada alta a un murciélago que se había acercado peligrosamente a ella.

    —Esto no es nada bueno... —murmuró para él mismo Wodahs— Y sin mi hermano y Etihw... —Soltó un suspiro y continuó atacando.

    —¿Sabes a cuál de mis alumnas le gustaría esto? —le preguntó Lowrie a Greif con una sonrisa en el rostro.

    —¿A Rawberry?

    —¡Sí!

    —Seguro...

    Rawberry... Eso le recordó a Wodahs que su hermano aún estaba con ella y el resto de las chicas. Seguro que volverían pronto, ellas eran buenas en situaciones así...

    —¡AHHH!

    Wodahs miró por encima de su hombro para ver de quién provenía ese grito. Un murciélago había embestido contra ella y la había tirado al suelo.

    —¡Alela! —exclamó Wodahs, con el ceño fruncido— ¿¡Estás bien!?

    —¡Tranquilo ángel jefe, no es necesario que te preocupes por mí! —dijo, levantándose con dificultad y agarrándose con fuerza el hombro, donde tenía una herida muy profunda.

    Entonces, el ángel sintió un pinchazo horrible en el muslo izquierdo. Bajó la vista hacia él, para encontrarse con un murciélago hincándole los colmillos en la carne.

    Su pantalón había comenzado a teñirse de rojo, y por mucho que meneara la pierna, no conseguía deshacerse del animal. Además, de repente se sentía cansado. Se le empezó a cerrar el ojo (eso suena raro xD), notando como algún tipo de veneno le corría por las venas. Oía su corazón latirle en la cabeza, y cuando quiso darse cuenta, estaba tirado en el suelo con la vista borrosa y con un terrible pitido dañándole los oídos...



Killer SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora