De noche

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    —Acamparemos aquí, ¿está bien? —dijo Gris, señalando el terreno en el que se encontraban. Era una pequeña llanura rodeada de altos árboles, un sitio perfecto para acampar.

—Pero... ¿Dónde dormiremos? —preguntó Macarona.

Gris la miró con una ceja alzada y se cruzó de brazos.

—En el suelo. Te recuerdo que estamos en mitad del bosque, no en un hotel de cinco estrellas.

Eso hizo que Macarona se callara.

Entre todas reunieron unas cuantas ramas secas que amontonaron en el centro de la llanura. Yosafire las prendió fuego con su Yosa-fuego, y todas se sentaron alrededor mientras comían unas bayas y setas que habían encontrado por los alrededores.

—¿Y seguro que nada de esto es venenoso? —dijo Froze mirando dudosamente la comida.

—Puedes estar tranquila —la calmó Leila—. Mi madre era especialista en esto, me lo enseñó todo.

Froze tomó un puñado de bayas entre sus manos, con algo de desconfianza aún. Un dulce olor le llegó, haciéndole la boca agua. Sin poder evitarlo, se metió todas las bayas de golpe en la boca. Estaban deliciosas.

Leila se rió y le dio un bocado a una de las setas, las cuales habían cocinado con el fuego de la hoguera.

—¡Ezto eztá de muerte! —dijo Yosafire con la boca llena.

—No están... mal —murmuró Gris, metiéndose las bayas de una en una en la boca— Aunque las he probado mejores.

Yosafire se volvió a ella aún con la boca llena de comida. Masticó salvajemente y se lo trago todo de un tirón.

—¿Por qué eres tan negativa a todo? —preguntó, aunque no borró su sonrisa.

Gris también la miró. Parecía algo sorprendida por la pregunta. Se cruzó de brazos y entornó los ojos.

—¿A qué te refieres?

—Bueeeeno... Casi siempre eres desagradable y creo que no te he visto sonreír aún.

Gris resopló y rodó los ojos.

—No necesito sonreír. Eso no me hace mejor guerrera —escupió.

Froze cerró los ojos y se llevó una mano a la frente, viendo a donde iba a llegar esa conversación.

—¡Pero te hace mejor persona, y te ayudará a tener mejores amigos! —Yosafire parecía desesperada. Quería demostrarle a Gris que sonreír era mucho mejor de lo que ella pensaba, por eso se le acercó más y le agarró las mejillas, estirándolas hacia arriba imitando una sonrisa— ¿Ves?, así pareces más amigable.

Gris se quedó quieta un momento, con los ojos cerrados. Todo el campamento se quedó en silencio. Entonces, la chica le pegó tal puñetazo el el estómago a Yosafire que la mandó a la otra punta de la llanura.

—¡Yosaf! —Froze salió corriendo hacia su amiga— ¿Estás bien?

Ella se levantó con una mueca y se sacudió el jersey.

—Er, sí, creo... —respondió.

—¡Gris! —Leila se volvió al demonio con el ceño fruncido— ¿A qué ha venido eso? ¡Ella sólo quería ayudar!

Gris se levantó sin decir nada y se alejó de ellas. Se sentó en el suelo, justo enfrente de los árboles.

Leila la miró unos instantes. Entonces suspiró y hundió el rostro en sus manos.

—De verdad, ya no sé qué voy a hacer con ella... ¡Me pone nerviosa!

Las demás se sentaron junto a ella.

—¡Esa Gris es una desagradable! No entiendo como tú, siendo taaaan buena, puedes ser su amiga —se quejó Yosafire.

—¡Yosafire! ¡No digas esas cosas! —la regañó Macarona.

—¡P-perdón!

Leila se quitó las manos de la cara y clavó la vista en Gris. Infló sus mejillas y apoyó la cabeza sobre la palma de sus manos.

—En verdad, tienes razón —dijo—. Es muy desagradable, sí. Pero... —Una pequeña sonrisa dibujó su rostro— ella es buena amiga, en verdad. Hemos vivido muchas cosas juntas, ¿sabéis? Por ejemplo...

Las cuatro amigas se prepararon para escuchar la historia que Leila estaba a punto de contar. Se sentaron justo delante de ella y mantuvieron el silencio...

Killer SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora