Te protegeré... siempre

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Etihw clavó su vista en el cielo veraniego. Ahora que Froze se había ido, podía por fin pensar en calma.

    Esos últimos meses de paz... habían sido más que perfectos. Pero, si Wodahs tenía razón, si realmente estaban a punto de ser atacados...

    —No, yo jamás permitiría tal cosa... —se dijo a sí misma, recordando cómo Ivlis había intentado robarle el poder a Kcalb, quemando para ello el Jardín Gris y atemorizando a todos sus habitantes— Yo... protegeré este mundo aunque me cueste la vida...

    —Y yo te ayudaré.

    Kcalb apareció a su lado, agarrándose la capa al cuello y observando algún punto lejano del cielo.

    Etihw sonrió y dijo:

    —Vaya, al parecer ya se te ha pasado la rabieta por lo del pastel.

    —¡C-cállate...! —El demonio entornó los ojos y miró a su compañera— ¿Puedo... sentarme?

    —Obvio que sí, yo te he invitado. ¿Qué clase de pregunta es esa?

    —Pues... —Kcalb se sentó junto al ángel y la miró con algo de timidez— No quería molestarte.

    —Te ves adorable cuando te preocupas por mí.

    El Diablo tragó saliva y apartó la mirada de Etihw.

    —Haré como si hubieras tratado de ofenderme.

    Dios se echó a reír y también fijó su mirada en la lejanía. Era cierto que Kcalb también la ayudaría a mantener esa paz en su Jardín Gris. Al fin y al cabo, los dos juntos lo habían construido y reparado.

    —Kcalb... —dijo ella, con su tranquila sonrisa— No permitiré que te vuelvan a hacer daño.

    Kcalb se ruborizó notablemente y se pasó la capa por los hombros.

    —N-no necesito la ayuda de nadie. Yo sé... defenderme solo.

    —Ya... —Etihw apoyó su cabeza sobre el hombro del Diablo, lo que hizo que se ruborizara aún más— Pero aun así, te protegeré siempre, porque tú me...

    —¡Q-qué bonito está el cielo hoy! ¿No, Eti? —la interrumpió el demonio escondiendo la cara entre las manos para que Dios no viera lo rojo que se había puesto.

    Ésta frunció el ceño y se incorporó. Apartó las manos de Kcalb, le agarró la barbilla y giró su cara hacia ella.

    —¡Kcalb, por Dios! —exclamó— ¿Por qué lo evitas? ¿Por qué finges ignorarme cada vez que te lo voy a decir?

    Él entornó los ojos, sin mirar al ángel.

    —No sé de qué me hablas... —murmuró.

    —¡Kcalb, me gustas! ¡Y lo sabes muy bien! Y aun así, no eres capaz de aceptarlo... ¡Me gustas, Diablo! ¡Y por mucho que intentes pasar de ello, no pienso cambiar mis sentimientos hacia ti!

    Por primera vez en la vida, Kcalb clavó su mirada en la gris de Etihw.

    —E-Eti, no quiero hablar de ello ahora... —tartamudeó.

    —Nunca... ¡Nunca quieres! —Etihw se levantó de golpe, con los ojos llenos de lágrimas— ¡Los hombres sois todos unos completos idiotas! —Y, sin decir nada más, salió corriendo hacia el castillo.

    Kcalb no se movió ni un solo centímetro. Entonces, soltó un largo suspiro y se tumbó sobre el césped.

    —......... Lo siento, Eti... —susurró.

Killer SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora