Gris abrió parpadeando los ojos. Ya se había hecho de día, y a juzgar por la posición del sol en el cielo, era muy tarde. Entonces se dio cuenta de que tenía la cabeza apoyada en "algo". Se giró y abrió mucho los ojos al darse cuenta de que tenía la cabeza tumbada sobre el hombro de Kcalb, que tenía los ojos cerrados y respiraba calmadamente. La chica se levantó de golpe, con las mejillas ardiendo.
"Espero que no se haya dado cuenta...", pensó.
Se volvió y se dio cuenta de que el resto de las chicas también estaba aún durmiendo. Frunció el ceño y se acercó más a ellas.
—¡ARRIIIIIIIBAAAA! —exclamó.
Todas se incorporaron de golpe, sobresaltadas.
—¡¿Qué pasa?! —gritó Macarona.
—¡Kya! —dijo Yosafire.
—¡COMIDA! —exclamó a su vez Rawberry.
Gris se rió levemente. Le parecía divertida la reacción de sus... amigas.
—¿A qué vienen esos gritos? —dijo una voz masculina a sus espaldas.
Gris miró por encima de su hombro, y tragó saliva al darse cuenta de que también había despertado a Kcalb.
"¡Mierda, no quería despertarlo a él también!"
—Ya es hora de levantarse. Es tarde —respondió. Dicho esto, se giró a Froze—. Froze, ¿qué hora es?
Froze abrió algo los ojos en sorpresa. Era la primera vez que la demonio la llamaba por su nombre. La miró unos segundos, pero entonces sacudió la cabeza y sacó un reloj de bolsillo de su vestido.
—Las... ¡dos! —contestó, alarmada— ¡Dios, qué tarde se nos ha hecho!
Todo el mundo se puso en movimiento, y tras un par de minutos, ya lo tenían todo preparado para continuar.
—Ten, Leila —Yosafire se acercó a la rubia con una almohada en la mano—. ¡Esto es lo único que falta!
—Gracias, Yosaf —Leila le dedicó una sonrisa a la demonio y agarró la almohada. Dijo unas cuantas palabras en un extraño idioma, y al instante la almohada desapareció.
—Sigo sorprendiéndome cada vez que haces eso... —murmuró la peli-verde, con los ojos brillante.
Leila se rió y le guiñó un ojo.
—Si quieres, un día te puedo enseñar —dijo.
—¿¡En serio!? —Yosafire se abalanzó sobre Leila y la abrazó fuertemente— ¡Gracias gracias graciaaaas!
Leila volvió a reírse, con una gota de sudor resbalándole por la frente.
—¡De nada! Pero... suéltame, por favor.
—Ouh, lo siento —Yosafire dejó de abrazar a la demonio y sonrió.
Gris dio una palmada y frotó las palmas de sus manos entre ellas.
—¡Bien, chicas...! ¡C-chicos! —se corrigió rápidamente, al recordar la presencia de Kcalb— Bueno, eh... Ejem... —Sacudió la cabeza y se puso seria— Cómo ya sabéis, hoy es nuestro tercer día de viaje (para algunos, el primero), lo que significa que no debe de faltarnos mucho para alcanzar nuestro destino...
Yosafire levantó la mano, pidiendo palabra. Gris alzó una ceja y se cruzó de brazos.
—¿Sí, Yosaf... —dijo, pero enseguida volvió a corregirse— ...ire?
—¿Y por qué no nos teletransportamos? Al fin y al cabo... —Miró a Kcalb con una sonrisa de oreja a oreja— ...el viejo es capaz de hacerlo.
Kcalb abrió en sorpresa los ojos y meneó las manos por delante de él.
—¡N-no, es mejor qué no, en serio!
Leila se le acercó y le puso una mano sobre el hombro.
—Pero, Kcalb... —dijo, con una pequeña sonrisita— Así será más rápido, y hay menos posibilidades de que otros murciélagos como los de ayer nos ataquen...
—Además... —se unió Macarona a la conversación— usted quiere salvar cuanto antes a la señorita Etihw, ¿no?
Kcalb las miró a todas muy nervioso. No es que no quisiera hacerlo, era sólo que podían perderse, pues él nunca había estado en los límites del Jardín Gris, y no sabía el punto exacto al que tenían que ir.
Notó como por detrás alguien le ponía la mano sobre el hombro que tenía libre. Se volteó para ver a Gris.
—Oye, Kcalb... —dijo ella, algo sonrojada— Creo que tienen razón. Será lo más rápido.
Oh vamos, ¿ella también? El Diablo suspiró y se deshizo de las manos de sus compañeras.
—Agh, está bien —aceptó—. ¡Pero luego no me culpéis si alguien llega con una extremidad de más o de menos!
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Killer Sunlight
Fiksi PenggemarHabía una vez... Existía cierto mundo. Tenía dos grupos, que llevaron destrucción uno a otro, en una horrible guerra que causó miles de pérdidas... Miles de muertes. ¿Por qué se destruían? ¿...Por qué... mataban? La razón ha de estar perdida, olvida...