—Griiiiiiiiiis —siguió insistiendo Yosafire—. Venga, vamos a volar. Me voy a morir de calor...
—No... —suspiró Gris. Llevaba ya media hora con ese rollo.
—Pero es que hace calor... —repitió la peli-verde.
Gris se llevó una mano a la frente y contó hasta diez mentalmente.
—Obvio que hace calor —dijo—. Estamos en... No sé, una especie de desierto.
Gris en cierto modo tenía razón. No era el típico desierto de arena, seco y horriblemente caluroso, pero era lo más parecido. Las únicas plantas que se encontraban allí eran unas cuantas hierbas (la mayoría secas) y un par de árboles que se veían de vez en cuando.
Las demás chicas se veían realmente agotadas y sedientas. Iban detrás de Gris y de Yosafire, caminando a duras penas.
—Oye, Gris —jadeó Macarona—. ¿No podríamos descansar?
Ella la miró de reojo y se encogió de hombros.
—Está bien, pero espera a que encontremos un árbol como los de antes.
Froze entornó los ojos.
—¿Y el árbol para qué? —preguntó mientras se despojaba de su chaqueta de dados.
Gris se volvió a ella sin dejar de caminar, con una sonrisa divertida y una ceja alzada.
—¿De verdad quieres sentarte a pleno sol? —preguntó entre risas— Porque yo antes que derretirme aquí mismo por descansar un poco prefiero encontrar antes un árbol que dé sombra aunque tenga que andar un poco más.
Froze se ruborizó un poco ante la burla, y algo ofendida, se calló.
Anduvieron unos cuantos minutos más, hasta que encontraron un árbol. No era demasiado grande, pero daba algo de sombra.
Las seis se tiraron junto al tronco, agotadas. Leila sacó una cantimplora de... bueno, de algún sitio, usó su magia para ello, y les ofreció a sus compañeras. Ellas la aceptaron encantadas y empezaron a beber largos sorbos hasta saciarse completamente.
—Por cierto, Leila —dijo Rawberry con una sonrisa—. ¿No tendrás por alguna casualidad... algún insecto para comer por ahí?
—E-esto... Creo que no —respondió la rubia, con las cejas muy alzadas.
Rawberry infló sus mejillas, insatisfecha, y apoyó su espalda contra el tronco del árbol.
—Pues vaya...
Mientras tanto, Yosafire seguía molestando a Gris a su manera.
—Griiiiiis —dijo.
Ella resopló y se giró a la chica.
—¿Qué quieres ahora? —preguntó impaciente.
—Dime tu nombre reaaaal... —insistió Yosafire.
—Ya te dije que no pienso hacerlo, Yosafire.
—¡Pues lo averiguaré yo misma! —Yosafire cerró los puños y frunció el ceño.
—No creo que te vaya a ser fácil...
—¡Evangeline!
—No.
—¡Elsa!
—No...
—¡Erika! ¡Emily! ¡Edward!
—No, no y... ¿ese no es un nombre masculino?
—Sip, pero es que no se me ocurrían más nombre. —Dicho esto, se rió y se tiró junto a Froze, que había cerrado los ojos— ¿Qué hay Froze?
—Cállate —gruñó ésta—. Intento dormir.
Leila se acercó a ellas y se abrazó las rodillas.
—Yo no haría eso, Froze —dijo—. En unos minutos continuaremos el viaje.
—Aún así... —bostezó— me gustaría tomar una siesta antes de retomar la caminata.
—Sí, chicas... —dijo Gris, justo antes de darse la vuelta y tumbarse con los ojos cerrados— Yo también... quiero dormir un rato. Estoy agotada. Ya continuaremos mañana.
—¿Quéeeeee? —preguntó Yosafire, mirando a sus dos amigas realmente confundida— ¡Pero deberíamos de seguir, o no llegaremos hasta pasado mañana o así!
Froze y Gris pasaron de ella.
—Jo, no me escuchan... —se quejó.
—Déjalas, si quieren dormir no podemos impedirlo —dijo Leila con su típica sonrisa tranquila.
Macarona las miró, también sonriendo.
—Sí, dejadlas. Al fin y al cabo... ellas son las que más trabajan aquí.
Se quedaron varios minutos en silencio. Lo único que se podía escuchar eran las respiraciones calmadas de Gris y Froze, que ya estaban durmiendo.
—Oye, Leila. —Yosafire miró a la demonio con expresión pensativa—. Sigo sin entender lo de Gris...
—¿A qué te refieres? —dijo Leila arqueando una ceja.
—¿Por qué no quiere volar?
Leila frunció el ceño y se rascó la barbilla.
—Bueno, veréis —dijo—. Lo que pasa es que a Gris...
Una especie de melodía la interrumpió. Las dormidas despertaron al instante, asustadas.
—¿¡Qué es eso!? —exclamó Gris.
Froze se palpó los bolsillos del vestido y sacó su móvil, que era lo que hacía ese sonido tan desagradable. Pulsó un botón y se lo llevó a la oreja.
—¿Sí? ¿Oiga? —dijo, medio adormilada— Ah... ¿¡señor Kcalb!? Em, er.. Sí, claro... —Frunció el ceño y se levantó, con los ojos entornados— ¿Qué, cómo... dice? —Una pausa— Sí, está bien... Claro, adiós... —Colgó y miró a sus confundidas amigas con el rostro pálido.
—¿Qué ocurre? —se atrevió a preguntar Macarona.
—Kcalb viene hacia aquí —respondió, sudando—. Algo muy malo ha ocurrido.
ESTÁS LEYENDO
Killer Sunlight
FanficHabía una vez... Existía cierto mundo. Tenía dos grupos, que llevaron destrucción uno a otro, en una horrible guerra que causó miles de pérdidas... Miles de muertes. ¿Por qué se destruían? ¿...Por qué... mataban? La razón ha de estar perdida, olvida...