CAPÍTULO 5

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Como ya le era costumbre, desde hace algunos años, Melisa volvía a llegar tarde. Hoy comenzó de una terrible manera. Primero, su despertador no había sonado, luego se quedó sin agua caliente en la ducha y había salido tan rápido que olvidó su cartelera de Sociales.

– Otra vez tarde, señorita Pineda –dijo, despectivamente, la profesora Martínez.

– Agradezca que vine –susurró, inaudible para la maestra, en aquellos arrebatos de rebeldía que tenía. Porque Melisa podía a veces ser terca, obstinada y ciega. Bastante.

– Siga.

Ella corrió hasta su salón. Deseaba que el profesor de Química la dejara entrar a clases. Afortunadamente, fue así.

Los ojos de David estuvieron en ella desde que llego. No pudo hablar con ella en clase, pero en el cambio no dejo momento libre.

– ¿Por qué llegaste tarde?

– Un montón de cosas a la vez –respondió ella, tensa por que se avecinaba Sociales.

A David le era difícil ver las emociones en los demás, pero alcanzó a notar lo que a ella le pasaba.

– ¿Te sucede algo?

– Olvide la cartelera de Sociales y no estoy muy segura de mi exposición.

– Melisa, eres buena. De seguro te sale bien, sin ella.

– No lo creo, el profesor me tiene entre ojos.

– Confía en mí, te ayudare con eso –dijo, sorprendiéndose a sí mismo y a ella.

Puso su mano derecha en el hombro de ella. La espalda de Melisa se lleno de calor y este terminó subiendo a sus mejillas.

Él la quito al sentir los escalofríos correr por todo su brazo. "¿Qué me estás haciendo?"se preguntó David.

El profesor llego y empezó a llamar a lista para presentar sus exposiciones. Resulto que varios alumnos no la habían traído y cada vez faltaba menos para el turno de Melisa.Ella seguía preocupada y eso se notaba en el pisoteo que llevaba.

Al ver que solo faltaban 2 personas para ella, David tomo una rápida decisión.

– ¡Profesor! –gritó, llamando la atención de toda la clase –. Tengo una duda sobre el tema de la clase pasada.

– Señor Rodríguez, vimos el nacionalismo por más de dos semanas –contestó el profesor, paciente –. No creo que haya dudas.

– Si las hay. Por ejemplo... No veo diferencia entre el Nazismo y el Fascismo.

– ¿Cómo no puede ver una? –preguntó este, quitándose las gafas que usaba y mirándolo con fastidio.

– Es porque no he terminado de comprender el tema, ¿podría explicarme?

Algunos estudiantes bufaron, mientras otros le agradecieron mentalmente puesto que, al igual que Melisa, habían olvidado su exposición. Fue una ayuda comunitaria.

– Solo por hoy.

El profesor comenzó a explicar detenidamente. Melisa aun no comprendía lo que él había hecho. ¿La había ayudado otra vez, no? Eso es tan tierno, pensó sin poder mirarlo de lo rojas que estaban sus mejillas.

– ¿Es suficiente, David? –pregunto el profesor, al terminar.

Él miro su reloj, todavía faltaban 8 minutos para salir a descanso.

– No –contestó –. ¿Una última revisión del Franquismo?

El maestro rodó sus ojos, poniendo a David en su lista negra de estudiantes, y continuó. A mitad de esa lección, sonó el timbre y los estudiantes salieron.

Melisa no. Ahora, era ella la tímida quien sacaba una de sus hojas de block y empezaba a escribirle a David.

Él se decepciono un tanto al ver que ella no le había dado las gracias, pero en casa su hermana le tenía una sorpresa.

– Para ti, hermano – le dijo Valeria, entregándole un sobre blanco.

– ¿De quién es eso?

– De la hermana de Camilo.

Él abrió demasiado los ojos y la tomó, inmediatamente. Fue a su cuarto, cerró la puerta y saco la carta, suspirando pesadamente.

"David, se siente raro escribirle a alguien. Sobre todo a ti. Esto es para darte gracias por aquel gesto tan bonito que tuviste conmigo. Nadie había hecho algo parecido. Te debo tanto, créeme. Si he tenido amigos pero, como tú, ninguno. Debí haberte enviado esto hace tiempo y hoy es el momento. Te agradezco por tus cartas y por lo que has hecho por mí. Nos vemos mañana. Melisa. Posdata: Eres más que un amigo, eres mi mejor amigo."

Él sonrió por lo que le había dicho en letras, pero tenía ese sabor agrio en la boca por la palabra "amigos". Desde el momento en que la vio, supo que quería ser más que eso; pero que, por ciertas razones, nunca lo iba a ser. Tristemente, y para sumarle, aquello fue lo que él le pidió. Y, por otro lado, David pensaba que ella nunca se fijaría en él.

No sabía cuan equivocado estaba.

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