CAPÍTULO 33

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- ¿Por qué vamos, un sábado en la mañana, a la zona hospitalaria de la ciudad? - preguntó Melisa  mientras caminaban tomados de la mano.

- Porque necesito que me comprendas - respondió, cruzando la calle.

Ella asintió y se limitó a observar. Caminaron otras 6 calles más y llegaron a una clínica grande y poco concurrida.

- ¿Qué es este lugar? - interrogó en voz baja, impactada por la tranquilidad y el silencio del sitio.

- Es un hospital para enfermos mentales.

Ella no supo que decir. Hacía conjeturas en su cabeza, pero no llegaba a ningún lado.

David habló con la recepcionista y  luego volvió acompañado con quien parecía ser un enfermero.

- El señor Facundo ha esperado mucho su visita - contó.

- Sí, yo también - comentó el chico, con un ápice de tristeza en sus ojos.

Fueron hasta el ascensor y, de allí, al piso 7.

El enfermero los guió hacia una de las habitaciones.

- Cuarto del señor Facundo Rodríguez - anunció -. Se recomienda visita acompañada. Sin embargo, al ser su hijo, está permido el acceso. Cualquier cosa, estoy en la puerta.

Melisa quedó anonadada. Ella no sabía absolutamente nada sobre ela papá del chico.

Ambos siguieron a la habitación, encontrándose con un señor de mediana edad que, incluso, triste y apagado, seguía siendo guapo. Igual a su hijo.

Él los miró, mostrando felicidad y, a la vez, algo de arrepentimiento.

- ¡Hijo! - exclamó, sonriendo.

- Hola, padre - contestó él, serio.

- Buenos días - saludó la chica -. Soy...

- Melisa, ya lo sé - completó -. Miriam habló mucho de ti.

Ella sonrió al sentirse conocida.

- Padre - llamó David -, vine a que ustedes se conozcan. Ella es mi hermosa novia, pa. Mel, él es .i bipolar padre.

Allí fue cuando casi todos los cabos sueltos fueron conectados.

Un momento de silencio sepulcral hubo por unos minutos. El señor Facundo fue quien decidió romperlo.

- ¿Cómo se conocieron?

Así fue como empezó una mañana de historias, preguntas y muchas risas gracias a los chistes del señor Rodríguez.

Melisa conoció gran parte de la enfermedad del señor, pero tenía una duda. Y tenía miedo de decirsela a David.

Ya se acercaba el almuerzo y sus panzas rugian. Tomaron la moción de despedirse e ir a comer algo.

- Hasta luego, Facundo. Espero volver a verlo - habló ella, mirando a David.

- Igual, linda - contestó -. ¿Nos podrías dejar unos minutos a solas a mi y a mi hijo?

Ella asintió y salió de la habitación. No obstante, Melisa se quedo cerca a la puerta, no pudo evitar escuchar la conversación.

- No sabes cuanto te extraño, hijo - habló Facundo, con nostalgia -. Se que he cometido errores, pero no puedo evitarlo.

- Sí puedes, papá - puso un David frío -. Podrías si tomarás tu medicación.

- Lo sé, lo sé. Aunque, hay algo en mi cabeza que no me deja.

- ¡Tienes una enfermedad mental! - le gritó -. Es obvio que hay algo mal allí adentro.

- Sólo necesito que me des una oportunidad - pidió, casi llorando.

- ¿Quieres que te la de, cuando me maltrataste por tanto tiempo?

Melisa pegó un salto al escuchar aquello. Sabía parte de sus secretos, pero comprendía si él le guardaba aquello.

- Sé lo que he hecho y por eso pido perdón. Todas aquellas cosas que hice, estuvieron mal. Debes comprender que en ese tiempo no sabía lo que hacía. Estoy enfermo, David, lo sé y quito recuperarme; pero si  tu apoyo, nunca voy a lograr algo. Tu madre ya me perdonó, solo faltas tu.

- No sé. Necesito pensarlo.

- Prometeme que volverás a visitarme.

- Lo intentaré - dijo vagamente -. Nos vemos.

- Bien. Adiós.

David salió del lugar y se encontró con su novia.

- ¿Lista para almorzar?- le preguntó él, sonriéndole.

- Vale.

Ella no dijo nada más. Prefirió guardar lo que había oído y dejar todo así, mientras.

Nota de Autora:

Hola de nuevo. He aquí un capítulo muy jugoso. ¿Ya resolvieron todos los misterios de David? Deja tu comentario.

Gracias por leer y nos vemos muy pronto.

Recuerden que los ♡♡♡ muchísimo.

Besos.

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