CAPÍTULO 37

12 2 0
                                    

- ¿Quieres empezar tú, Mel? – preguntó, sin intentar separarse.

Ella estaba nerviosa, no solo por las preguntas, también por la cercanía.

- ¿Me...me...puedes...dar...un poco de espacio?

David rodó los ojos y se apartó, quedando contra la puerta. Puso seguro y la miró.

- De esta no te puedes salvar – anunció, dándole una sonrisa malvada -. Así que empieza a contar.

Ella camino y se sentó sobre el váter tapado.

- ¿Qué quieres saber?

- Lo que me ocultas.

- No te oculto nada, David – profirió a la defensiva.

- Sé que lo haces. – Suspiró -. ¿Qué pasa con Martin?

La chica se puso algo pálida por unos nanosegundos.

- Como ya te dije, nada – logró decir, después de un tiempo.

- Mientes – sentenció, rápidamente -. Si fuera así, ¿Por qué te enfadas cada vez que lo nombran?

Ella no respondió.

- ¿Por qué corren cuando él viene?

Tampoco contestó aquella pregunta.

- Por lo menos, dime algo de esta. ¿Por qué todos se preguntan si sigues enamorada de él?

Melisa lo miró, pensando en si era bueno responder. Él no perdió de vista ningún movimiento de ella. La tensión se acoplaba a ambos.

- Creo que... - A él le dolía demasiado decir esto – te sigue gustando, ¿no? Para que no me digas nada, debe ser así.

Ella abrió la boca para decir algo, pero no lo logró. David se dio por vencido.

- Lo entiendo, ¿vale? Lo entiendo. ¿Quién elegiría a alguien como yo, por encima de Martin?

Ella quiso refutarle, tampoco pudo.

- Solo quiero decirte que mamá tenía razón – confesó -. Tú nunca me ibas a entender y no es tu culpa. Es mía, mas bien, de mi padre. Ahora, te agradezco por hacerme feliz y a la vez triste.

Ella no le entendía a que se refería. Sus ojos estaban a punto de botar lágrimas.

- Y... no pensaba decírtelo en un baño...pero, ahora da igual que no sea especial...Melisa...yo...te amo...

En ese momento, David salió del baño, dejando la puerta abierta y a la chica con muchas palabras en la punta de la lengua.

La señora Rodríguez entró y la miró con los brazos cruzados.

- Así que le rompiste el corazón – habló.

- No...

- Sí lo hiciste – corrigió, negando con la cabeza -. Como te lo dijo él, yo ya sabía que lo harías.

Melisa frunció el ceño.

- Entonces, ¿Qué hace aquí?

- Porque creí que si le rompías el corazón iba a ser culpa de él, no tuya.

- ¿A qué se refiere?

La señora avanzó y se sentó en el suelo, al lado de ella.

- Las cosas entre ustedes empeorarían por problemas de David, querida. Lo más seguro era que acabaran. Lo inesperado, fue que se destruyeron porque a ti te gusta mi hijo, pero amas a otro.

Aunque Melisa no lo quisiera reconocer, esa era la verdad.

- Lo siento – susurró.

- No tienes que decirlo – la consoló -. A mí me pasó lo mismo con mi esposo. Por ello, te entiendo. Es difícil estar con alguien que está enfermo y no lo puedes notar.

Ahora, ella se encontraba mas confundida.

- ¿Enfermo?

- ¿David no te lo conto, cierto? – Ella asintió. Miriam suspiró -. Como madre, tengo que decírtelo. Melisa, mi hijo padece de autismo.

Nota de Autora:

Hola. ¿Qué tal esa noticia? ¿Esperada o inesperada?

No me demoro más aquí para poder seguir con el otro capítulo.

Nos vemos.

TAG <3


Entrégaselo a tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora