CAPÍTULO 24

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David había cumplido con su promesa. Todos los días de esa semana había ido a visitarla. Ya era viernes y ambos caminaban rumbo al salón de bolos.

– ¿Ya estás mejor? – le preguntó él.

– Mucho – sonrió ella.

Andaban tan juntos que sus manos se rozaban en cada movimiento.

– ¿Tanto como para que no te duela cuando te de una paliza en el juego?

Ella se asombro de lo que había dicho.

– Espera, ¿ese es David siendo egocéntrico? – él asintió –. Creí que eso era imposible. Además, te estás aprovechando de que yo no sepa jugar.

– Tranquila, yo te enseño – propuso, guiñándole un ojo.

Melisa bufó y siguieron caminando hasta el lugar. Allí, el chico pidió zapatos para ambos.

– Bueno, señorita pies de princesa, aquí esta su calzado – comentó, entregándoselos.

Efectivamente, ella poseía unos pies diminutos y delgados que, apenas, llenaron los zapatos.

– Lista para ser su aprendiz, señor – dijo, yendo hasta donde él se encontraba.

David le pasó una de las bolas más livianas.

– Empecemos con lo más suave – susurró, detrás de ella –. La tomas por los agujeros, cuidado no se dañen tus dedos, y das tres pasos hacia atrás.

Ella le hizo caso, estremeciéndose con el contacto de su espalda contra el pecho de él.

– Intenta caminar de puntas cuando vayas a lanzar – recomendó, poniendo sus manos encima de las de ellas –. Hazlo lento para que salga fácil. No importa si no lo haces bien, yo estaré aquí para ayudarle, ¿vale?

Melisa asintió, sin poder mirarlo de lo sonrojada que se encontraba.

– Vamos, campeona – indicó, soltándola.

La chica siguió sus instrucciones, pero sus pies se enredaron al caminar, haciendo que cayera al suelo. La bola salió de sus manos y se fue por la zanja.

David fue corriendo hacía ella, levantándola.

– ¿Te duele algo? – preguntó, teniéndola en sus brazos.

– No – respondió, en voz baja, avergonzada –. Volvamos a intentarlo.

– Bien. Aunque, esta vez, voy a estar detrás de ti para que no te pase nada.

Ella sonrió y tomo una nueva bola.

– Ok, hagámoslo – dijo, yendo su posición.

Él la siguió y junto su cuerpo al de ella. Volvió a juntar sus manos.

– Tres pasos hacia atrás – susurró en su oído, ella obedeció –. ¿Ya tienes tus 3 dedos dentro de los agujeros?

– Sí – contestó, respirando fuertemente.

– Tranquilízate. Te prometo que esta vez nos saldrá perfecto.

– Confió en ti.

– Perfecto – observo, con una sonrisa pintada en sus labios –. Entonces, póngase suavemente de puntas, señorita.

Ella rió e inclinó sus pies.

– Y recorramos tres pasos hacia la pista de lanzamientos – los dieron, mientras ella los contaba –. Ahora, lanzas y la sueltas cuando la sientas en el aire, ¿de acuerdo?

– Vale.

Sus manos se elevaron y la bola salió correctamente, yendo en línea recta hacia los pinos.

Melisa cruzó sus dedos y vio cuando todos cayeron, haciendo una perfecta chuza.

– ¡Sí! – exclamó, dándose la vuelta.

Se lanzó a los brazos de David y él la atrapo, fácilmente. Ella se enrollo en su cuello, quedando sus piernas colgando en el aire.

– Gracias – dijo, en su cuello.

– Todo por ti – le respondió, oliendo su cabello.

Se quedaron unos cuantos segundos así, hasta que ella alzo su cabeza.

Lo miró a sus grandes ojos azules y, después, le regalo un beso en la mejilla.

David la abrazó un poco más fuerte, sintiendo las mariposas revolotear por todo su estomago.

La soltó, sonriéndole.

– ¿Otra ronda? – le preguntó.

Ella asintió como una niña pequeña y fue corriendo por otra bola.

Él la miro. Se había dado cuenta de que sus pies no eras muy fuertes. Además, su caminar era extraño, pero seguía siendo hermosa.

Era perfecta, era todo para él.

Nota de Autora:

Hey, ¿Qué tal personas de Wattpad? Sé que me volví a ausentar otros 2 días. Pero, traigo más. Ya verán.

Gracias al inigualable Gustavo Cerati por la inspiración para este capítulo y, por supuesto, a ustedes (Mi mayor motor de escritura).

Hablando de canciones, ¿tienen alguna para agregar al Playlist de esta historia? ¿Ideas? No me ignoren.

En todo caso, que estén bien.

Nos hablamos, leemos, vemos, ustedes entienden.

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