CAPÍTULO 1

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Melisa llego tarde a clases, por primera vez en el año. Lo malo es que era la segunda semana de clases. En el bolsillo izquierdo de la falda de su uniforme se encontraba la carta que le había mandado David. Ella estaba alagada, ¿Quién en estos tiempos mandaba cartas? Sobre todo aquella que olía a chocolates y fresas.

Entró al salón mientras los ojos de todos sus compañeros caían sobre ella, pero solo le importaba uno. Miro hacia su puesto vació y luego atrás de este.

Allí se encontraba él. Lo que le sorprendió, fue que él no la estaba mirando.

Acaso, ¿no le interesaba? Claro que le interesaba, recapacitó, aunque como amiga.

Suspiro y camino hasta allá.

– Hola –lo saludó, mientras colgaba su maleta en el espaldar de la silla.

Él salió de su concentración en el cuaderno y subió a verla. Inmediatamente, su expresión cambió a una sonrisa.

– Hola –contestó muy suave y encantador.

David no es feo, pensó Melisa. En realidad, era guapo con aquellos irises azules y la barbilla partida que pocos hombres tenían.

Ella quiso decir algo más. No pudo, no tenía nada interesante de que hablar o, a lo mejor, se le había olvidado. Giro mirando hacia el tablero y atendió a la clase.

Hoy iniciaban Trigonometría y ella tenía miedo de ello. Más bien, a las matemáticas en general. Se concentró en lo que su nuevo profesor decía y comprendió como pasar de radianes a grados y viceversa.

Se encontraba realizando un ejercicio cuando escucho como alguien revolvía los artículos de su cartuchera. Miro hacia los lados, pero nadie se encontraba en ello. ¿Era David el que hacia ese ruido?

Giro su cabeza y lo vio preocupado.

– ¿Necesitas algo? –le preguntó ella.

Él asintió, mordiéndose el labio inferior por ansiedad. Ella recordaría eso toda la semana.

– He perdido mi lápiz.

Ella soltó una pequeña risa. Busco en su cartuchera y le entrego uno de los suyos.

– Toma el mío –dijo, entregándoselo. Ladeo su cabeza –. De todas formas, ya somos amigos.

Él le dio una sonrisa de labios apretados; puesto que estaba ampliamente feliz con Melisa, pero conservaba la preocupación de sus pertenencias.

– Gracias –contestó.

Ella se dio la vuelta y continuaron la clase comúnmente.

A la última hora de la jornada, David salió disparado a la sección de primaria y buscó a Camilo.

– ¿No deberías estar en clase? – le preguntó el niño al verlo.

– Debería –respondió y saco un sobre de su bolsillo –. Entrégaselo a tu hermana.

Camilo tomo el sobre y rodó los ojos.

– Me debes unos chicles.

David rió y volvió a su salón como si nada hubiera pasado.

Al llegar a casa, Melisa vio que su hermano lo esperaba en la puerta.

– ¿Qué sucede, Cami?

– Esto es para ti –contestó y le dio el sobre. Ella lo recibió a la vez que él entraba a su hogar.

Ella lo abrió y leyó cuidadosamente.

"Melisa, muchas gracias por aceptar ser mi amiga. ¿Quién mejor que tú? Que te encuentras enfrente de mí y eres tan solidaria, sonriente y amable. Sé que soy un tanto tedioso pero, ¿podría estar contigo en los recreos? No tengo a nadie más, te lo agradecería. – David. Posdata: El lápiz que me entregaste está marcado con tu nombre. En realidad, no me importa porque tienes un lindo nombre. ¿Podría quedármelo?"

Ella cerró la hoja y sonrío. Olió el papel e, inconscientemente, se ruborizo. El papel volvía a oler a chocolate y fresas.

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Entrégaselo a tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora