CAPÍTULO 23

11 4 1
                                    

– Vamos, tómatela – pidió David, poniéndole la cuchara en frente de su boca.

– No quiero – respondió, volteando la cabeza –. Es demasiada sopa por hoy.

– Así nunca regresaras a clases – le dijo, volviendo la cuchara a la taza –. Lo siento por hacerte resfriar.

Ella sonrió.

– No importa cuando tú vienes a cuidarme – rió –. Mi mamá está feliz de que te quedaras.

– Sí. No te puedes quedar sola, no te tomarías tu jarabe para la toz.

– David, ese jarabe sabe peor que la comida de la mamá de Rodrigo – aclaró y ambos rieron.

El día en que fueron a estudiar a casa de su amigo, la señora Pinzón había preparado una clase de pizza casera que parecía tener vida. Y ni hablar del sabor. Ella había combinado piña, guacamole y champiñones.

– Él fue quien puso las notas y la carta – recordó –. Fue algo muy bonito de tu parte.

– Normalmente, eso es lo que tú haces conmigo. Algún día tenía que devolvértelo, ¿no?

– Tienes razón.

David dejo la taza encima de la mesa de noche y se acostó, en la cama, al lado de Melisa.

– ¿Qué quieres ver? – preguntó, tomando el control remoto.

Ella se sintió intimidada de su cercanía.

– Cualquier película – respondió, respirando muy fuerte.

Él cambio de canal rápidamente, dejando un filme de acción.

– ¿Está bien?

– Si, me gusta, en realidad – contestó Melisa.

Ella se dio cuenta de que sus hombros estaban juntos y sus codos se alcanzaban a tocar. Siguió con la mirada sus brazos hasta llegar a sus manos.

Un hormigueo se extendió por todo su cuerpo. Subió la mirada, encontrándose con la de David.

– ¿Pasa algo? – cuestionó él, viéndola fijamente.

Melisa no respondió. Él le tomo su mano derecha con cuidado.

– Estás muy fría – observó –. ¿Necesitas una cobija o algo caliente?

La chica estaba nerviosa. Sus manos estaban juntas.

– No – logró decir.

Él apretó un poco y, después, soltó su mano. Le dio una sonrisa a la expresión tímida de Mel.

– ¿Qué diablos estás haciendo conmigo? – pensó ella en voz alta.

David abrió los ojos, sorprendido.

– ¿Lo dije, cierto?

Él asintió, sentándose en la cama.

– ¿Estoy haciendo algo mal? – preguntó él.

– Para nada. Está todo bien.

– No tienes que fingir, Mel – susurró –. Sé que te debí haber llamado el sábado, pero no tengo idea de tu número y las cosas sucedieron tan rápido. No tuve tiempo para pensar. Discúlpame, en serio, yo estaba ansioso de tener una cita contigo.

– ¿Cita? – inquirió ella, asombrada de que él hubiera usado esa palabra.

– ¿Era solo una salida de amigos, cierto? – se apresuró a decir. Ella no respondió –. No importa. Yo había pensado que era algo diferente.

Melisa frunció el ceño, sin entender nada.

– ¿A qué te refieres?

Él suspiró fuertemente y se armó de un valor inigualable para decirle lo que tenía en mente.

– ¿Te gustaría tener una cita conmigo este viernes?

Ella se quedo sin palabras.

"¿Esto es un sueño? Dime que no." Pensó.

David se alarmó al ver que no respondía.

– Sabia que no debía preguntar – dijo, en voz baja.

– ¡No, no es eso! – exclamó –. Yo sí quiero salir contigo.

Él sonrió y dejo salir el aire que había contenido todo este tiempo.

– Genial – comentó –. ¿Te gustan los bolos?

– Supongo – contestó –. ¿Ese es el plan?

– Paciencia, linda.

Ella rió, sintiéndose cohibida por sus palabras.

– Ahora, necesito que te acabes tu sopa de pollo – ordenó el chico –. No puedo llevar a una chica enferma a una cita.

– Como digas.

Él se levanto de la cama y tomo su mochila del suelo.

– Yo ya me tengo que ir – informó –. Mamá se debe estar preguntando por mi existencia.

– Vale. ¿Vas a venir mañana?

– Si puedo – respondió, con una sonrisa.

Camino hasta la cama y se agacho hasta Melisa.

David pretendía darle un beso en la mejilla pero, gracias al nerviosismo de Melisa, su objetivo se desvió.

Sus labios colapsaron en una esquina de los de su amiga. Fue un contacto rápido que encendió las mejillas de ambos.

Él se aparto, avergonzado.

– Lo siento – dijo sin pausas –. Em, adiós.

Salió corriendo de su habitación y, después de algunos segundos, ella escucho como cerraba la puerta principal.

Él se había ido y Melisa pasa una mano por sus labios.

– Vaya...

Nota de Autora:

Hey, babes. Perdónenme por desaparecerme en 2 días. Es un efecto colateral del Estéreo Picnic.

¿Cómo han estado? ¿Les gusto el final del capítulo?

Díganme que sí. ¿Comentarios? Los espero.

Y, haciendo campaña, ¡No más lectores fantasmas! Si has leído esto, deja un voto y puedo reconocerte <3

En todo caso, gracias por las lecturas.

Un besote grandísimo y chao.

TAG


Entrégaselo a tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora