CAPÍTULO 3

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Melisa bajaba las escaleras rápidamente. ¿Cómo se puede ser tan, exactamente, puntual? Es decir, se encontraba repasando sus apuntes y miro su reloj de mano.

2:59:51. Y, nueve segundos después, él había tocado el timbre.

Abrió la puerta, vaciando su cabeza de aquellos pensamientos y encontrándose con la mirada azul de David.

– Hola –dijo ella, en un susurró.

Él le dedico una sonrisa brillante, aunque no sabía el efecto que eso producía en ella. O más bien lo desconocía, porque nunca había sentido algo cercano al amor.

– Pasa –indicó Melisa.

Él entro llevando su mochila sobre sus hombros. Como era viernes en la tarde, ambos se encontraban en ropa casual.

Ella lo llevo hasta el comedor de su casa y empezaron a efectuar varios problemas de conversión de unidades.

Melisa se dio cuenta de que él poseía una letra cursiva y tediosa. Además, mantenía en total orden sus lápices y colores por medio de una liga. Su cartuchera era limpía, al igual que todo su aspecto. Y, tenía que admitirlo, olía muy bien; tanto que ni en clase de Educación Física su cuerpo emanaba un mal olor.

Por otro lado, David noto que ella tenía unas piernas muy bonitas; al fin y al cabo, era un ombre y aunque todavía no tuviera esos deseos, no podía desprender su mirada del vestido verde que llevaba la chica.

– ¿No te puedes concentrar? –preguntó ella, al ver que no daba con las respuestas.

Él negó con la cabeza, sin querer reconocer la causa de ello.

–Te voy a explicar un método mucho más fácil.

Ambos tomaron el mismo lápiz, haciendo que sus manos se encontraran. Rápidamente, se despegaron y ella prosiguió a enseñarle. A veces, notaba los ojos de él recorriendo sus facciones y eso provocaba un pequeño tartamudeo cuando hablaba.

Escucharon abrirse la puerta principal y levantaron sus miradas. Eran Camilo y la madre de Melisa.

– Hola, Mel. Veo que tienes compañía –dijo ella, dando una breve y sutil indirecta de "Preséntamelo".

– Si. Él es David –contestó, señalándolo.

– Buenas tardes, ¿Cómo está? –saludo él, ganándose una aprobación instantánea por su cortesía.

– Muy bien. ¿Eres nuevo en el curso de mi hija? Nunca te había visto.

Él asintió con la cabeza, fantaseando con haber entrado antes a la vida de la chica.

– Estamos estudiando Química –indicó la chica.

Su mamá sonrió y se fue a la cocina con Camilo siguiéndola a saltitos.

El resto de la clase continuó normal hasta que el pie de David empezó a dar constantes golpes al suelo en una clara señal de ansiedad. Miraba el reloj del comedor cada 2 por 3 hasta que este dió las 5 y media, haciéndolo levantar instantáneamente.

– Me tengo que ir –avisó, intentando no sonar triste.

– Vale. ¿Qué tienes que hacer?

– Los viernes cenó con mis abuelos.

Ella se sorprendió al oírlo, pero sonrió después de unos segundos.

– ¿Me puedes prestar tu baño, un momento?

– Claro. Es la segunda puerta por el pasillo.

Él fue hasta allí con su mochila. Al llegar, cerró la puerta y decidió escribir otra carta.

"Melisa, ¿has pensado ser profesora? Eres una grandiosa tutora y te aseguro que gracias a tu ayuda pasare el examen en 10. Quiero disculparme por distraerme constantemente y ser terco a tus explicaciones. ¿Te han dicho que eres amable? Porque lo eres demasiado conmigo y te agradezco tanto por lo de hoy. – David. Posdata: Quisiera decirte que fue lo que no me dejaba concentrar, pero eso sería ir muy rápido. Te prometo que algún día te lo diré."

Guardo el papel en su bolsillo y salió de allí.

– Adiós – dijo, cuando vio a melisa.

– Nos vemos el lunes – contestó, debatiéndose en si darle o no un beso en la mejilla.

Al final, chocaron puños y palmas. Luego, él salió de la casa.

Planeaba dejar la nota debajo de la puerta hasta que vio a Camilo jugando en el jardín de la casa. Ese niño se estaba convirtiendo en su chivo expiatorio.

– Entrégaselo a tu hermana, por favor – le hablo.

El niño subió sus cejas.

– ¿En serio? Ella está adentro, ¿Por qué no se la entregas tú?

Él frunció los hombros. Camilo bufó.

– Bien, yo se la doy. Aunque, debes saber que algún día te tocará dar la cara.

El niño tomó el sobre y entró a la casa.

"Algún día, algún día." Repitió él en su mente.

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Entrégaselo a tu hermanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora